Qué uno es muy capillita ya lo sabéis, pero después de
haberme dedicado desde el miércoles 26 de febrero del 2020 en cuerpo y alma al
inicio de la cuaresma, y de haber podido cumplir mi anhelo de hacer un pequeño
parón en mis tareas laborales y tener esos días vivencias cofrades como;
disfrutar de las comidas típicas de estas fechas, visitar altares, celebrar
cultos con familiares, ir a otros cultos, traslados, viacrucis, conciertos,
cenas con amigos, recogimiento y que encima todo saliera a pedir de boca, o
sea, según lo planeado, fue algo fantástico pero ya era hora de parar y volver
a la vida real.
Es cierto que en esos cinco días había dedicado tiempo a
Luces y sombras y Laberinto, pero esos trabajos los controlo bien y ahora había
que darlo todo, porque quedaban solo 21 días para el estreno de La Paella,
teníamos muy pocos días libres para ensayar y en este grupo son muy exigentes.
Así que vacié mi cabeza de incienso, tronos y Santos, pues
ya habría tiempo de volver a llenarla de todo eso en las próximas semanas y
emprendí mi camino desde casa, tras el almuerzo, hacia casa de mis compis para
ensayar, ahora mi cabeza estaba repleta de arroz, pimientos, tomates, cebollas
etc.
La verdad era que en mi cabeza no había nada, pues la
primavera, su olor, su luz y su temperatura, aunque oficialmente aún no habían
llegado, impregnaron mi camino al ensayo y aunque mi cabeza estaba vacía mi
pecho estaba lleno de energía positiva, ilusión y ganas de currar.
Se había planteado un ensayo largo. Concretamente desde las
17:00 y hasta las 21:00. Sería una especie de ensayo intensivo.
Si la otra vez hicimos un férreo trabajo de mesa, donde
recordamos intenciones, movimientos y demás, esta vez íbamos a ponernos en pie
y dar vida a todo eso que se recordó en el último ensayo y que ya se había
trabajado más que con creces en los meses de octubre y noviembre del 2019.
Los actores y las actrices a veces, somos un poco pesados,
muy exigentes, muy reivindicativos, muy pesaditos con nuestro "yo",
pero también somos muy sentimentales, muy sensibles y a veces muy ilusorios y
el ensayo del domingo 1 de marzo del 2020, fue muy especial.
Era el primero con todo el atrezo y el vestuario y, por
tanto, fue un ensayo que hicimos con mucha ilusión, tanto mi compañera Arantxa
como yo, parecíamos dos niños el día de Reyes, sacando todo, organizándolo,
probándonos el vestuario, sintiéndonos más personajes, viviéndolo todo más
real, así que estábamos muy felices con nuestras nuevas prendas y cada prueba
era una fiesta.
Yo no sé si cuando a un trabajador le dan los útiles para
trabajar o algún elemento nuevo lo aceptan con mucha felicidad, en mi caso
cuando era contable y me compraron un ordenador nuevo, fue un engorro, pero sé
que hay trabajos donde ocurre y el nuestro es uno de ellos, pues lo que Arantxa
y yo recibimos fueron elementos para trabajar, pero nosotros lo recibíamos con
si fueran caramelos, helados o billetes de 100 euros.
Uno de esos elementos lo tenía yo en casa y como podéis ver
en la foto lo llevaba al ensayo.
Esa tarde tal como dijo el director, pusimos La paella en
pie. Esta fue como una paella mixta pues tuvo de todo, ya que, previamente
tuvimos que organizar el atrezo, el vestuario, probarlo etc., así que empezamos
un poco tarde. Además, era la primera vez que los cambios de vestuario eran
reales y eso nos fue retrasando.
El director prometió no hablar y dejarnos
hacer la pieza entera dos veces, pero como nos pidió que a partir de ahora,
todo lo marcado estaba muy bien, pero había que dejar la pieza vivir, jugarla e
improvisar con un supuesto público, no tuvo más remedio que meterse, para
recordarnos cosas, para marcarnos otras, para hacer cambios, así todo se fue
poco a poco atrasando y no nos dio tiempo ni a completar un pase íntegro, o
sea, una paella muy completa pero que se
quedó a medio cocinar.
Es más, el tiempo iba pasando y avanzábamos poco, yo veía
que podíamos acabar el ensayo y no hacer mi parte solo, así que pedí que si se
paraba fuera tras esa parte y así se hizo. Llegamos al momento de demostrar lo
que debí trabajar en casa a lo largo de los días que transcurrieron entre el 3
de febrero y el 1 de marzo. Es verdad que lo trabajé, pero el resultado fue
bastante malo.
Mientras actuaba las indicaciones eran constantes, casi como
metralletas y no podía entender nada, se me iba el texto, las entonaciones,
pues las indicaciones eran constantes, la cabeza se me aturrullaba. Fue todo un
fracaso, pero no me estresé, ya que era un tipo de interpretación que nunca
había hecho. Esta es muy específica y para hacerla medio bien necesitaba muchos
consejos, indicaciones y trabajo previo, así que fue como volverme loco, pero sin
consecuencias negativas, aunque es cierto que hubo un momento que no sabía por dónde
tirar.
El ensayo se acabó tras esa parte y la verdad que lo
agradecí, porque me había dejado olvidado, el texto en casa y tenía un cambio
de vestuario que no sabía cuándo lo hacía, y al no llevar el texto, no podía
recordarlo y pensé que me echarían una bronca, porque el ensayo anterior fue
para apuntar todo eso y si me dejé el apunte en casa... Pero me libré pues
paramos el ensayo antes de llegar a ese trozo.
Ya empezaba anochecer más tarde y me fui del ensayo siendo
noche cerrada, o sea habíamos aprovechado el tiempo. Iba agotado pero feliz,
había sido un ensayo un poco bochornoso, pero era normal, pues estábamos
poniendo en pie una pieza que hacía dos meses que no se tocaba y ahora le incluíamos
cambios de vestuario, atrezo, música, improvisación, le habíamos metiendo cosas
nuevas, vamos que llevando todo eso a la vez el haber seguido el texto ya era
todo un milagro. Mañana más.
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