
Después del viaje estaba relajado y feliz, volvía a pisar las tablas del Teatro Alameda y con un papel muy corto, muy sencillo y que me encanta hacer, el del rabino, además iba a encontrarme con los de siempre y tenía ganas de pasar un ratito con ellos.

Estaban rotas menos mal que en mi trayecto a casa mi madre, siempre atenta a todo, me las arregló.
Llegué super tarde, estresadísimo el ensayo general ya había empezado y no pude seguir el ritual que habia previsto, me vestí de prisa no pude preparar bien la postizeria que llevaba, no tenía un camerino definido, me vestí en el de las chicas, me maquillé en el de los Reyes, vamos todo cahotico.

Tras el ensayo general, en el que me sentí muy bien, aunque hubo fallos como que se me olvidó el texto o que a mi compañero se le calló parte del vestuario, me senté con Juanjo a ver el ensayo desde el patio de butacas, y allí ya me relajé, oyendo a Juanjo que, hartura de reír que hombre con más arte que bien me lo pasé con él.
Bueno y llegó la función y aquello si que se convirtió en una reunión de amigos.


La actuación fue muy bien, yo salí a disfrutar y a divertirme y eso hice divertirme y eso hicieron los niños que no pararon de reír en ningún momento, por cierto al salir a la calle e irme para casa una mujer me paró y me felicitó.
Era un papel fácil y decidimos disfrutarlo tanto Juanjo como yo, porque establecimos una química muy buena entre los dos personajes, aunque yo al principio andaba un poco inseguro, pero al final lo pasamos genial.
Pues ayer me sentí como dice un profesor mio de la ESAD, como "un cómico viejo", porque me sentía como los grandes de la escena de toda la vida, que iban al teatro y el salir a escena era una rutina más diaria en su vidas y el resto del tiempo estaban a sus cosas, así me sentí tranquilo y relajado en el camerino encerrado durante toda la función con nuestras charlas y nuestras cosas, hasta el momento de actuar, que salí actué y de vuelta a mi camerino a mis charlas y mis amigos.
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