Bueno, quizá esta entrada la estoy escribiendo un poco
tarde. Hace, concretamente, cinco días que se estrenó la serie La Peste, todo
el mundo está hablando de ella. Constantemente leo, en Twitter, muchas críticas
sobre la serie, tanto de profesionales como de particulares, y todas son
buenísimas, la promoción está siendo brutal y es raro el día que no recibo
un Whatsapp donde me dicen:" Lolo
te he visto en La Peste".
Lo dicho, que todo el mundo habla de ella y, hasta ahora, yo
soy el único que no lo ha hecho. Así que, por fin, me dispongo a escribir una
entrada, pero no creáis, me está
costando, porque no sé si voy a contar cosas que no debo o si voy a hacer una
entrada demasiado larga y pesada, no sé, pero en este tema me cuesta resumir
porque todo ha sido tan bonito.
De lo primero que quiero hablar es del tiempo. Aparezco en
la serie unos cinco minutos, de nada, pues bien, eso lo rodamos en dos
jornadas. La primera en febrero, concretamente en el segundo día de rodaje de
la serie, y la segunda en abril.
En mi primera sesión solo rodamos la entrada de Teresa en la
mancebía (durante tres horas, de 15:00 a 18:00 si no recuerdo mal) y en la
siguiente jornada rodamos el resto (desde las 10:00 hasta cerca de las 20:00)
fueron casi 13 horas de rodaje para cinco minutos.Y puedo asegurar que fueron
horas de trabajo, ya que, pese a haber
allí mil personas trabajando, estaban muy coordinados, todo se hacía tal
cual estaba programado y los tiempos de espera fueron mínimos.
De lo siguiente que quiero hablar es de mi gran amiga y
directora Nora. Ella me dijo dos cosas que quiero contar aquí. No
supe de ellas hasta que no me las dijo, las pensé y me di cuenta que eran
ciertas.
En primer lugar, me dijo, que estaba orgullosa de mí, porque
estaba en esa superproducción y había llegado, ahí, yo solo, sin ayuda, sin
representante, sin agencia, sin enchufe, sin amigos, sin nada, solo con mi
trabajo y mi esfuerzo. Lo habré hecho bien o no, pero todo lo he hecho yo solito.
En segundo lugar me dijo que en esas superproducciones, no se andan con tonterías
y si algo no queda bien, lo cortan y a mí no me han cortado nada. Es verdad que
no aparecen ninguno de los primeros planos que me grabaron hablando, pero si
aparecen planos cortos de gestos, posturas y miradas que yo improvisé en el
rodaje y que por lo visto gustaron.
Por ejemplo, mi postura inicial, fue invención mía y a la
hora de rodar Alberto Rodríguez dijo:" grabar es postura que me
gusta" realmente me hicieron un paneo que no está en el montaje final,
pero bueno, mi postura se ve.
De lo siguiente que os hablo es de la magia del cine, me
sorprende la diferencia entre lo que grabas y lo que se ve después. Como
espacios que eran muy pequeños aparecen en pantalla enorme y al contrario.
Una cosa que me preocupaba era el hecho de mantener el arco
del personaje. Toda mi escena ocurría a tiempo real y en pocos minutos. Me
preocupaba si se mantendría el raccord, físicamente, pero sobre todo me preocupaba
que al grabar con una diferencia de dos meses y a lo largo de más de diez
horas, mi nivel de energía fuera igual a lo largo de la secuencia.
Pues una vez vista la secuencia, creo que lo conseguí.
Intenté poner la misma intención y el mismo nivel de energía cada vez que oía
la palabra: “Acción”.
Yo intenté mantener la energía, pero el raccord físico lo
consiguió el magnífico equipo de peluquería y caracterización que hicieron que
mi barba y mi pelo se mantuvieran. Eso sí me tuvieron tres meses, luchando por mantener
el peso y sin afeitarme, ni pelarme. La gran Yolanda me decía: “Por favor no te
peles ni te afeites, que como adelante el rodaje y no estés igual a mí me matan”.
Ya en Carmona, el segundo día de rodaje, la gran Yolanda, mientras oíamos a un
volumen altísimo, las canciones de reguetón
que nos ofrecía Celia desde su móvil, me retocó.
Y entre mi trabajo, el de Yolanda y su equipo y la magia del
cine, el paso del tiempo no se nota en toda la secuencia y eso me hace muy
feliz.
Y ahora os voy a hablar de “estar allí”, porque en esta
serie he tenido el placer, el privilegio, la inmensa suerte de “estar allí”.
Era increíble la cantidad de equipo técnico, cables, focos, pértigas, cámaras,
personas, etc, que estaban en el set de
rodaje, pero como desaparecían gracias a la ambientación. Esta era tan buena, pero tan
tremendamente buena, que no los veías, te envolvía toda la escenografía de una
manera que el resto, lo técnico o todo lo actual desaparecía.
Recuerdo, la figuración que no paraba de actuar en todo
momento. Los detalles, sobre todo, me fijaba en los detalles, las calles
repletas de tierra, de frutas, montones de frutas podridas por las calles y los
rincones, el chico que abría el grifo de la garrafa de agua, cada vez que
decían acción y hacia un pequeño rio que comenzaba a caer por la calle e iba
generando barro, andabas en un barrizal
constante, las gallinas, los burros, las paredes de las fachadas manchadas. A
veces tenía que desconectar, porque me hubiera pasado horas viendo cada detalle
y casi se me hubiera olvidado actuar.
Y el segundo día de rodaje cuando entré en ese convento
abandonado y vi lo que allí había montado, enloquecí, un hospital, una mancebía,
un palomar, un patio con los efectos de la peste. Cuando vi de rodar una
secuencia sobre los efectos de la peste en el pueblo, estuvieron a punto de
saltarme las lágrimas, era como ver una película en tres dimensiones. ¡Era
demasiado!
Nunca olvidaré esa luz roja del palomar, como entraba la luz
por las rendijas del techo, como todo aquel espacio estaba iluminado solamente
por velas, que encendían y apagaban en cada toma. Esas prostitutas (figurantes) que tenían comida y
todos los útiles necesarios para su aseo o como entraba en el interior de la
casa, la luz del sol (falsa) por la ventana, que creaba un aspecto
impresionante, esas telas, esos figurantes con la mesa llena de pan que comían
de verdad, tantas, pero tantas cosas….
Y si hablo de nosotros, suciedad a no poder más, manos,
uñas, pelo con grasa, barba con grasa, hasta había una persona que te iba
ensuciando la ropa cada x tiempo. Por todo
eso debo dar las gracias a DIOS y a Alberto Rodríguez por ofrecerme la
posibilidad de haber vivido eso, que jamás volveré a vivir. Espero estar en
otros rodajes, que serán mejores o
peores, pero IGUALES NO, COMO ESE JAMÁS.
Y acabo ya, no os aburro más. Ahora quiero dar las gracias a
todos han hecho que me sienta en Carmona como
un rey y que me fuera la estrella del rodaje aunque solo fuera algunos
minutos. No sé, quizá es solo mi impresión pero creo que, personalmente, caí
bien porque todos me recordaban, me hacían comentarios, bromas, etc.
Cecilia Gómez:
La conocí el segundo día del rodaje y me pareció un "bicho
interpretativo". Con ella no tuve mucho trato, pero quiero mencionarla porque
es impresionante.
Paco Tous:
Tuve el honor de actuar, de enfrentarme cara a cara con él, de recibir sus
consejos, de aprender, mirandolo, de impresionarme por la naturalidad y templanza con la que actúa,
de felicitarle por su papel en Dios dame paciencia, de reírme
con él, de sus anécdotas, de sus bromas respecto a lo bien que yo subía una
escalera y sobre todo tuve el placer de
sentarme en su regazo.
Patricia López:
Fue mi recepcionista de lujo, ya que fue la primera persona con la que hablé
nada más llegar el primer día al rodaje. Me apoyó cuando le dije que era mi
primer día, es más, me confesó que también era el suyo y que se sentía como yo.
Luego nos fuimos apoyando y quitando los nervios mutuamente. Recuerdo cuando la
felicité y me apretó fuertemente la mano.
Fernando García:
Solo puedo recordar el mimo con el que trataba
el vestido de Patricia cuando la vistió por primera vez. Fue un privilegio estar ahí. Además siempre me trató de muy buen rollo. Recuerdo que en la puerta de la mancebía y tras un comentario mío me dijo:
" tu eres el mejor de todos".
De su equipo no puedo decir nada que no sean elogios. En la prueba de vestuario hubo una chica, que no recuerdo su nombre, de la que me enamoré nada más verla, o más bien, nos enamoramos. Posteriormente
me vistió en Carmona con un mimo inmenso. El segundo día no pudo estar
conmigo pero me buscó para saludarme.
Yolanda Piña:
Otro genio de su trabajo. Siempre pendiente, hasta el último detalle, de todos
nosotros. No se le iba nada, pero eso sí, siempre con una sonrisa y muy buen
rollo. Grande.
Alberto Rodríguez:
Para el final dejo al director. Siempre sonriente y educado. Tenía a su cargo a mil
personas, pero jamás tenía un gesto serio, o una frase dura.
A mí, actor de reparto, me trató como una estrella, sus
indicaciones eran muy educadas y siempre me las daba él personalmente. Nada de
asistentes o pasar del actor pequeño, al contrario, el último día de rodaje,
antes de irme, pidió un aplauso del equipo para mí y otro compañero, pero de mi
recordaba el nombre. Llevábamos más de once horas de trabajo, él llevaba dos
rodajes simultáneos y se acercó a su ayudante y le dijo: “Es el último día de
Lolo hay que pedir un aplauso” creo que eso solo lo hacen los grandes. Cuando
tiempo después escribí, a la ayudante de dirección, para dar las gracias, me dijo
que Alberto estaba muy contento con mi trabajo, espero que así sea. Porque yo
solo debo de darle la GRACIAS.
Leire y Yolanda:
Las dos grandes directoras de casting que me demostraron una vez más que los
más grandes son los más pequeños porque hicieron que mi casting, aquella mañana fría de diciembre en Sevilla, fuera una fiesta y lo pasara genial olvidando, así, mis nervios. GRACIAS
Manolo Caro: Por ese abrazo de ánimos. MIL GRACIAS.
María del Mar Peláez:
Mi gran maestra, mi gran profesora. GRACIAS por pasar dos mañanas de tu vida,
pese a los pesares, preparando mi
personaje y ayudándome.
Javier Vazquez:
Otro de mis profesores que perdió minutos de su descanso para ayudarme en el
casting .
Francisco Rodríguez:
Que me hizo el gran favor de acompañarme el último día de rodaje. GRACIAS
Mi madre:
Que rezó y pidió a mi Cautivo y mi Trinidad para que me dieran el papel y todo
saliera bien. GRACIAS
Y A TODOS VOSOTROS
POR APOYARME Y POR HABER LEIDO HASTA AQUI.
Y A SEGUIR VIENDO ESA
PEDAZO DE SERIE.