jueves, 22 de octubre de 2020

EL DULCE CAMINO AL DULCE.

 

El camino más dulce que he realizado jamás hacia un trabajo ha sido el que hice al  cementerio de San Miguel la tarde del sábado 22 de agosto del 2020 para representar al chocolatero Antonio Morales Romero en la visita teatralizada llamada La Málaga dulce.

Debería haber ido muy inseguro porque no había ensayado el personaje casi nada, puesto que el visto bueno para hacerlo no lo tuve hasta 3 días antes de la función y por supuesto porque era un esteno, pero la posible inseguridad me la eché en la bolsa con la ropa y me fui cargado de dulzura.

Pues si dulce era el título de la pieza, más dulce era la temática de la visita y más aún la profesión de mi personaje y también mi camino al cementerio lo fue, pues:

Era dulce el sonido que acompañaba mi caminar. Normalmente, me gusta relacionar a los personajes del cementerio con algún tipo de música o canción. Este como era muy dulce, no sabía qué música usar. 

Esta vez no tenía ninguna canción en mente, incluso pensé en Willy Wonka de la película  Charlie y la fábrica de chocolate, pero esa no me llegaba y al final me decidí por la canción Vestido Azul de La Oreja de Vangohg. 

Siempre me ha gustado mucho ese grupo, no he sido fans, pero me han gustado una gran cantidad de canciones y algunas mucho. De pronto me acordé de Vestido azul, y esa fue la que me acompañó durante todo el camino. 

Esa canción no trata sobre el chocolate, ni sobre los dulces, pero es una canción muy empalagosa. Así que empalagado me fui al cementerio. 

La  carga también lo era, puesto que llevaba en mis manos algo muy dulce. En mi bolsa además del vestuario llevaba un táper con una especie de ungüento hecho entre agua y Nocilla caliente, que habíamos hecho mi madre y yo. 

Mi madre siempre está ahí ayudando, dándome consejos y siendo mi asesora en todos mis temas teatrales. 

Mi personaje hacia como que batía chocolate y tenía que conseguir ese chocolate, así que con Nocilla que había en casa, hice una mezcolanza uniéndola a agua caliente para diluirla bien.

Y esta la hicimos entre los dos antes de salir. Otra aventura teatral más de ambos y con la que conseguí mi chocolate líquido. 

Lo último dulce que me acompañaba a ese trabajo fue un recuerdo, puesto que en vez de tirar por el camino más corto, recorrí toda mi calle porque al final está la casa abandonada donde Antonio tenía su fábrica de chocolates. Chocolate Santa María, lugar por dónde cuando yo venía del cole, al mediodía, con mi abuela y mi hermano, pasábamos y oliamos maravillosamente bien a chocolate hasta que llegábamos a casa, pues en aquellos años la fábrica aún estaba abierta y en marcha. 

Antes de emprender mi camino al cementerio quería hacerle mi pequeño homenaje a Antonio y con ese dulce recuerdo, esa dulce carga y ese dulce sonido me fui a la cita para el previo de La Málaga Dulce, a donde llegué muy puntual. 




1 comentario:

  1. Quien te lo iba a decir, que un dia te meterias en la piel del dueño de aquella pequeña y entrañable fabrica.
    Precioso.

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