El viernes 21 de agosto del 2020 fue el ensayo general de la visita teatralizada en el Cementerio de San Miguel, llamada La Málaga dulce, en ella se hacía un repaso a importantes familias malagueñas dedicadas a dulces, helados, vinos, chocolates y caramelos, y los fundadores de estas empresas familiares, las presentaban y recordaban sus vidas.
Al día siguiente era el estreno, y era la primera vez en mi vida que tenía todo el atrezo preparado, todo el vestuario limpio, perfumado y planchado pero un día antes de enfrentarme al público, el personaje aún no estaba ni trabajado, ni realizado, ni afianzado. Me sabía el texto, a grosso modo, tenía más o menos el acento granaino, pero como me podían denegar la autorización para hacerlo, no lo había practicado a fondo y poco más. No tenía nada más, ni cuerpo, ni movimiento, ni el texto hilado, ni nada.
Hacia 3 días que me habían dado la autorización oficial para que mi personaje granaíno pudiera hablar granaíno, pero entre los documentos de la pieza Alhaurín Mágico y asuntos personales no pude trabajar el personaje.
Menos mal que ese viernes tuve el día tranquilo y tras el almuerzo me puse delante del enorme espejo del armario de 5 puertas del dormitorio de mis padres y empecé a decir el texto, a enlazarlo con expresiones granainas, a llenar la escena de movimientos, de gestos, también quería separar ideas, hacer notar el carácter despistado del personaje y buscar un cuerpo donde se viera que era una persona graciosa, simpática, bonachona, etc. (No sabía si este hombre era así pero yo quería darle ese matiz.)Tras una pequeña siesta, volví a ponerme frente al espejo y repasé 3 o 4 veces mi monólogo, con ello quería dejar fijado lo que había inventado unas horas antes. Tras ese repaso cogí los bártulos y me fui hacia el cementerio al ensayo general.
Bueno, si soy muy preciso o muy oficial con el significado de las palabras, el título de esta entrada es un poco mentirijilla, puesto que lo que nos dijeron que era un ensayo general, o sea, realizar la función tal cual se hará el día de la representación, tanto en hora, como en tiempo, como en texto, como en vesturio y en atrezo, fue realmente un pase privado y exclusivo para los descendientes de las familias de las que se hablaban en la pieza.Cómo bien sabéis, estas visitas se llevan a cabo por cuatro anfitrionas que sucesivamente y con un intermedio de 15 minutos, van realizando un recorrido por el cementerio, pasando por lugares concretos donde estamos los personajes haciendo nuestros monólogos.
En esta ocasión se hizo un solo pase, donde iban todas las anfitrionas juntas y estas se fueron repartiendo, por tramos, el recorrido y como público solo iban personas de las familias representadas, o sea, nada que ver con lo que se iba a hacer en el estreno y nada que ver con un ensayo general. Fue una especie, ya digo, de pase privado, exclusivo y especial que Eventos y los actores participantes regalamos a esos familiares.
A mí me vino de perlas, pues como no había podido ensayar ni una vez, pude hacer una prueba antes del estreno.
Ese ensayo para mí fue hacer la presentación de un trabajo realizado unas dos horas antes y lo presentaba, por primera vez en mi vida, directamente al público. Además a un público nada imparcial pues eran los descendientes de mi personaje, o sea, que era como una especie de casting, de prueba, de examen. Lo tenía que dar todo y pasar la criba, pues podían, 24 horas antes del estreno, echarme el personaje para atrás.
Algo muy extraño en general e inconsciente en particular, pero así se habían dado las cosas y yo no pude hacer nada. Imaginad como estaba yo en esa actuación, porque como dije antes, solo se hizo un pase de cada monólogo, por tanto, no me dio tiempo a calentar en pases previos ni nada, fue aparecer el público, meterme en el personaje y lanzarme al vacío, haciendo algo que previamente, solo había visto yo.
Me sentí muy seco, muy marcado y muy serio. Lo último no sólo lo digo por mí, sino también por el otro lado de la escena. El público estaba excesivamente serio. De hecho quise dirigirme a los familiares de mi personaje, pensando que los reconocería por algún tipo de señal de complicidad que observaría entre ellos y yo, pero para nada. Todos estaban igual de serios así que tiré para adelante y punto.
Una vez más fui un poco Concha Piquer en los ensayos de sus espectáculos frente al censor. Lo hice todo muy sutil, muy conservador, con poca gestualidad y sin el colegueo que quería dar a mi personaje así evitaba posibles reclamaciones. Así que entre los nervios y mi autocensura parecía un marqués más que un empresario dulce.
Acabé el pase y parece que no hubo problemas. Hubo una pequeña charla protocolaria, donde intenté ser muy amable, la cosa fluyó poco, el pase continuó, yo me cambié de ropa y me fui a ver al resto de compañeros, por cierto me encantó el baile final y a casa.
Prueba superada, mañana ya podía disfrutar.
Cuantas tablas maestro.
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