Como siempre digo... hay que escribir las entradas justo
después de acabar, porque con el paso del tiempo todo se ve distinto.
Voy al colegio, para dar mis clases, acabo de ser despertado
de una fantástica siesta, está nublado y voy sin ganas pero... esto no es
importante, quiero recordar la sensación con la que, ayer martes 9 de mayo del
2017 volvía a casa, eran las 21 de la noche, pero era de día y la primavera lo
llenaba todo.
Venía andando, cansado, claro está, pero era un cansancio
físico porque psicológicamente iba pleno y lleno. Hacía muchos días, por el
resfriado y la hipocondría, que no me sentía así, que no estaba tan sereno y
satisfecho. En Sevilla la lluvia es una maravilla pero en Granada la Lluvia
Fina es reparadora.
Me parecía muy curioso, llamadme cateto, porque sé que hay
coches y carreteras, pero en pocas horas había estado en Granada, había
actuado, tapeado, vuelto a Málaga, había dado clases a mis adultos y había
salido todo tan bien y sin organizarlo... ¡Dejándome llevar.!
Además tenía la sensación de que venía de trabajar .De hacer dos trabajos y en ambos había dado lo mejor
de mí y aunque tanto en uno como en otro, me lo había pasado muy bien. No estaba jugando, sino haciendo un trabajo serio. Supe conectar con los chavales de Granada,
poniendo la nota de buen rollo a la pieza y ese es el fin de mi personaje
y pude conseguir divertir a mis alumnos, que
ayer eran solo tres y aprovechamos la hora al máximo. Rieron como niños. Y ese
era mi fin como profe, por tanto, volvía
victorioso como un guerrero tras una batalla.
Pero bueno esta entrada era para hablar de la Lluvia de ayer
en Granada. Del momento en que empezó a llover.
Mientras estaba escondido en el baño de las chicas, esperando
que entrara el público , que se sentara y así poder salir a actuar, me sentía
realmente nervioso, mucho. Ya sabéis que hay escenarios donde me siento más
seguro y otros menos y el de ayer no había
tenido tiempo de probarlo. No sabía que iba a pasar y eso me ponía más nervioso
aun.
Pero de pronto se apagaron las luces de esa inmensa sala.
Una especie de nave industrial repleta de sillas, unas 200, todas llenas y al
final el escenario. De pronto al apagarse las luces, la nave empezó a tronar
con los aplausos y vítores de los presentes. En ese justo momento abrí la
puerta del baño y entré en la sala vestido de Simón.
Parecía el concierto de una gran estrella musical, pero esta
vez la estrella era yo. Yo era el que tras el publico aguardaba para salir y
darlo todo.
Esos aplausos me invadieron, me hicieron sentirme estrella y subir como un cosquilleo de pies a cabeza. Me llenaron de seguridad, de
fuerza, de ganas de salir y de conquistar Granada.
Esos adolescentes no aplaudían a ninguno de nosotros en
concreto. Pero si demostraban sus ganas de ver algo y ahora era yo el que debía
de mantenerlos ahí, seguir manteniendo su interés.
Me costó entrar, porque no oía mi señal de entrada, tardé un pelín pero entré, sorprendí y al
segundo tenía a esas 200 personas, cantando la canción con la que yo entro y
les animo a cantar. Cantaron unido a palmas y aplausos, etc. Vamos que Simón
entró y conquistó.
Mi primera intervención estuvo cargada de guiños al público.
Subí al escenario jugando con ellos. Los mandé a callar con un " shuuu"
y ellos empezaron a bromear con eso y yo les seguí el juego y de nuevo me los
metí en el bolsillo. Todo ese trozo estuvo cargado de
guiños a ellos, todas las respuestas de Adriana las relacionaba con ellos.
Como digo subí bromeando y no fui consciente de que había
subido al escenario, cuando reaccioné me di cuenta de que este, era mi casa, mi
amigo y mi apoyo.
Hubo fallos físicos, puesto que una de las cariocas cayó
fuera del escenario y en mi segunda intervención se la pedí, por señas, al niño
que la cogió y después de mucho insistir me la devolvió o cuando lancé el cubo a
Adri lo hice tan emocionado que no pudo agarrarlo, pero como era el dueño del
escenario no me afectó.
Ya digo, conseguí despertar las risas y la colaboración del publico, pero
quizá no hubo esa identificación con el personaje, que hay en otras
representaciones, donde Simón despierta comentarios de apoyo.
La primera espera entre intervención e intervención, que
siempre se me hace eterna se me hizo muy corta, estaba excesivamente tranquilo y
controlando todo.
La segunda intervención, es la más larga, en ella debe haber muy buen rollo y conexión con Adri y eso hubo, pero esta vez noté
que la miraba menos a los ojos que otras veces. Improvisé movimientos y
frases dotando con ello a Simón de vida.
Las acrobacias salieron perfectas y eso que ni
calenté. Al hacerlas oí un " ohhh" de sorpresa.
Lo pasé muy bien en escena, quizá me excedí un poco y me
lucí, pero estaba tan tranquilo y lo tenía tan pillado, que disfruté.
Del resto de la jornada, destacar: El momento mágico de ver a
Fernando Jiménez actuar de espalda o en tres cuarto a mí, no verlo claro, solo
su silueta, la silla a su lado, el borde, floreado, del escenario, las luces
blancas bordeando su silueta y la inmensidad oscura del público.
Ver a un compañero
actuar desde el propio escenario, él actúa y tú eres un mero observador. Ves
como todo es mentira, pero como él lo está dándolo todo y actúa ofreciendo su
verdad y obviando al público. Fue teatro desde dentro. Un privilegio ver eso.
Luego las confidencias entre Adri y yo. Cuando iba acabando
la pieza pusimos cara de pena porque había pasado muy rápido.
El monologo de Pepa, ayer, estuvo perfecto y la apoteosis
final de Adri cuando los aplausos del público cortaron su monologo final y yo me
emocioné.
En resumen que me lo pasé muy bien. Al acabar hubo un debate
con el público, eso a mí me encanta, pero esta vez estuvo falto de emoción y a mí
se le hizo eterno.
Recogimos todo y después de cruzar el desierto de las Chanas,
llegamos a un bar a tapear. Yo deseaba pasar la tarde tapeando con mis compañeros, luego quedar
con mi amigo David para pasear por Granada, merendar juntos y venirme en el último
autobús, pero a las 18:30 debía estar en Málaga dando mis clases, así que, en
el primer coche que partió para Málaga, el de mi compi Miguel, me vine de regreso.
Gracias Miguel porque tenía que empezar la clase a las 18.30
y a las 18:29 entraba al colegio.
Me lo pasé genial, pero no pude disfrutar de Granada, bueno así
es la vida del artista, del artista pobre, claro está.
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