Como ya sabéis, el pasado martes 9 de mayo del 2017, tenía
función, odio la palabra bolo, de Lluvia Fina en Granada.
Me apetecía mucho reencontrarme con los compañeros, volver a
hacer de Simón, actuar, pero no me apetecía nada el lio de tener que viajar y
sobre todo el tener que madrugar.
Habíamos quedado a las 8:30 de la mañana y gracias a Dios,
porque originariamente era a las 8:00.
Después de una noche, donde tampoco dormí mucho, apuré el
levantarme hasta el último momento, cuando lo hice, como siempre, tuve que
correr, para asearme, vestirme, hacer la cama etc.
Salí a la calle y llegué a la parada de bus, junto al Centro
Comercial Rosaleda, a las 8: 30 en punto, hora de recogida de mis compañeros.
Estos tardaron un poco más en llegar.
Esos diez minutos de espera se me hicieron eternos, el sol
pegaba con justicia, la gente iba y venía a la parada del bus, una abuela animaba
a su nieto a ir al cole, pasaban gente, pero yo lo veía todo como un zombi,
como si yo fuera un espectador ajeno de todo eso. Vuelvo a confirmar, odio
madrugar.
A las 8:40 llegaron mis compañeros, Fernando, Pepa y
Adriana, felices y risueños, nos saludamos, hablamos y todo marchaba bien, pero
en cierto momento del viaje, me busqué una posición cómoda, empecé a pensar en
mis cosas, noté que entraba en duermevela y me quedé frio.
Lo curioso es que a mitad del camino, me desperté, pero
había estado tan agusto, que al despertar, en vez de darme corte e intentar
espabilarme, busqué una posición aún más cómoda y seguí durmiendo.
Dormí tanto y tan bien, que llegando a Granada, vamos en la
entrada, Fernando dio un frenazo y desperté.
Era otro, esa hora y pico de sueño, tranquilo y sosegado, me
vino como agua de mayo, estaba espabilado, lleno de energías y con ganas de
pisar, de nuevo, es mi segunda actuación en dos meses, Granada.
Roncando y con la baba y to???
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