A ver que quede claro, que el previo del pasado sábado, 28 de abril del 2018, de la pieza Los Clásicos en San Miguel fue un previo, sin previo, porque
no nos dio tiempo ni a respirar.
Quiero aclarar que no es que nos metieran prisa, al
contrario, yo lo hice todo a un ritmo tranquilo y relajado. Esto me ayudó a la
concentración. Debido a la falta de espacio, al jaleo y a la falta de tiempo
estuve preparándome solo y creo que me vino de perlas.
De hecho, si no hablo de mis compañeros de escena, es porque prácticamente
no los vi, vamos ni prácticamente ni nada, es que, por ejemplo, a las chicas no
las vi hasta que acabamos el trabajo.
El pre-previo si fue genial, ya que, me fui de procesión. Quería
ver la bajada de la Virgen de la Victoria de su Santuario a la Catedral. Quise
verla desde su salida, pero estaba tan cansado que me quedé medio dormido.
Hasta las 17:45 no empecé a arreglarme, por cierto,
que me olvidé el maquillaje en la Biblioteca Provincial y tuve que agenciarme
de restos de maquillajes olvidados que tenía en casa.
Después, busqué por todos los bazares que vi en el camino, unas medias blancas para
mi personaje, puesto que las que tenía estaban destrozadas. Tras comprarlas y
dar una vuelta inexplicable, me dispuse a ir a ver a la Victoria y aguanté todo
lo que pude y más, apuré el tiempo al máximo. Pensé que me aburriría viendo dicha procesión pero, tal
como me dijo mi madre, me encantó.
Había que estar en el cementerio a las 20:00 y yo partí de la
plaza del Teatro Cervantes a las 19:40.
Cuando estaba llegando al cementerio, ya eran las 20:05 y me fijé en las caras de los ocupantes de dos coches y una moto que vi
aparcando, por si daba la casualidad que eran algunos de mis compañeros. Si lo eran me uniría
a ellos y entraríamos juntos y disimularía más que llegaba tarde.
En la puerta
si me encontré a Kunty con su hija, las saludé y entré. Ellas iban más tarde que
yo, así que yo estaba liberado de bronca.
Cuando entré me senté, al sol, en un banco de iglesia que
había en la puerta de la Capilla Central, luego llegaron Javi y Toni y nos
pusimos a charlar, reir y gamberrear. Frente a nosotros estaba ese genio del
humor negro y la ironía llamado..."marido de Raquel" es que no sé su
nombre pero idolatro su sentido del humor.
En eso llegó Edu ,hablamos de cofradías, y nos pidió que nos fuéramos
a vestir puesto que pronto entraría el público.
Entré en la sala de duelo donde se visten los hombres y
estaban los cuatro frailes vistiéndose, los niños de Raquel, uno ensayando y otro
con el móvil, Juanjo vistiéndose, el ataúd en medio. Entramos Javi, Toni y yo. Todo eso unido a bolsas, ropas, perchas y conversaciones me pareció agobiante.
El agobio y que soy el único hombre que me maquillo y no tenía ganas de oir comentarios, hicieron que cogiera mis cosas y me fuera a la Capilla Central.
En la capillita de la derecha puse el móvil, en versión selfie, ya que no tenía espejo y comencé a maquillarme, con los restos de maquillaje que llevaba. Entre eso y
la falta de luz no sé cómo quedé. Eso sí, al terminar me di cuenta que no me
había maquillado solo, puesto que había estado todo el rato, con la cara pegada a una
araña enorme.
Concluí el maquillaje en la puerta de la capilla, el marido
de Raquel se ofreció a ayudarme pero ya estaba acabando. Gracias.
Según Thalía estaba muy rojo pero a mí me gustaba la luz que
tenía mi cara.
Edu volvió a visitarme, me dijo que faltaba media hora y que
por favor me vistiera y eso era lo que iba a hacer. Seguía sin ganas de meterme
en la sala de los chicos y lo que hice fue cambiarme en la Capilla. Me dio
reparos quedarme allí en calzoncillos, pero lo hice en el mínimo tiempo posible
y con todo mi respeto. Yo tenía respeto, sabía dónde estaba, pero temía que
alguien me viera y protestara.
Ya vestido, que fue muy fácil, me hice fotos, solté mis cosas
y salí fuera. Algún fraile me dijo que todos mis compis estaban ya en su sitio,
así que, aligerando me fui al mío y descubrí que no había nadie.
Eran las 20:50 y aparecieron Javi y Thalía y luego Gertru. Nos
hicimos fotos.
A las 21:00 estos se fueron y nos quedamos Gertru y yo, sentados
en nuestro banco, hablando de nuestras cosas.... y hasta ahí puedo contar...
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