¡¡¡ LLENO ABSOLUTO!!!.
Es verdad que el aforo no era el del Martín Carpena, pero como dije antes, en la entrada que hablaba sobre el previo, en un alarde de optimismo empezamos a poner sillas frente al escenario como locos, hasta que llegó un momento en el que paramos ya que nos estábamos pasando, puesto que actuar ante un auditorio vacío o medio lleno, aunque sea pequeño y aunque cobres a caché, deprime y no queríamos arriesgarnos a vivir esa sensación.
A las 11:20, cuando aún estábamos un poco a nuestra bola, llegó una mamá con su niña. Ellas tomaron asiento y nosotros nuestro lugar de actuación ( Natalia y Anai, frente a la mesa auxiliar recibiendo al público, y yo, Cervantes, al otro extremo de la habitación, sentado de espalda al público y leyendo un libro, por cierto, como cuando hago de Rafael Echavarría llevaba, debido a su portada negra y a su aspecto antiguo, mi libro sobre la biografía de Marisol. Esta vez como veía que la espera iba a ser larga, empecé a leer el libro de verdad, concretamente cuándo Marisol conoció a Antonio Gades). Todo auguraba que íbamos a actuar para dos personas, puesto que por lo que oía decir a Anai la hora del inicio se acercaba, no venía nadie más y ella le prometía a la mamá y la niña que habría función, menos mal que llegaron algunos más y de pronto oí:” Parece que se oyen pasos, ese personaje misterioso que esperamos parece que se acerca”. Me levanté y caminé hacía el público.
Cuando mi personaje saludó a los presentes, cosa que hago cuando ya llevo unos dos minutillos en escena, habían ocupadas unas 13 sillas, o sea, como la mitad.
Conforme el espectáculo fue avanzando, la puerta de la biblioteca se fue abriendo y fueron entrando más y más público. Como a los diez minutos de show, la entrada era de 28 personas y habíamos colocado 30 sillas , así que repito ¡¡¡ EL LLENO FUE ABSOLUTO!!!.
Este espectáculo de Encuentros con Cervantes, parece que es así, pues el año pasado ocurrió igual, parecía que íbamos a suspender y al final acabamos con más de la mitad del aforo ocupado.
Ahora viene una apreciación personal: ¿ Por qué? El viernes pasado cuando fui a ver Paquita y Amén estaba todo el aforo, unas 200 personas, vendido, pero a las 20:30, hora de inicio del show en la sala no habíamos ni 20 personas, todas llegaron como a las 20:45 y esto hizo que el show comenzara 20 minutos más tarde. Nosotros el sábado fuimos casi puntuales y por ello el aforo se llenó con la función ya empezada. ¿ Por qué?.
El público fue muy variopinto, en cuestión de edades, desde los 2 años a los 9 aprox. Y con ellos sus mamás y algunos que otros abuelos.
Desde el principio había como tres niños muy animados a participar en todo, pero conforme avanzaba la pieza fueron muchos más y al final todos participaron, menos los más peques claro está y alguno que otro más timidillo.
Es verdad que nuestra pieza, como bien dice su título es un encuentro con Cervantes, no hay una introducción, un nudo o un desenlace, simplemente es eso una serie de personas, en este caso niños y niñas que quedan con Cervantes para saber y hablar con él y este le va contando su historia.
Sinceramente, quitando el éxito de público, me está costando escribir sobre la función de ayer y no por nada malo o nada especialmente bueno, es más creo que ayer todo fue muy bien: la función salió perfecta, se dijo todo como había que decirlo, duró lo que debía de durar, hubo juegos, participación, risas, conexión entre nosotros y de nosotros con los niños, llegó el mensaje, o sea, todo perfecto pero a parte de eso no hay nada especialmente bueno, ni especialmente malo que destacar, por tanto, no sé que contar.
Escribía esto durante mi vuelta en tren desde Torremolinos, pero lo que vais a leer ahora lo escribo en casa, viendo tv y tras la cena ¿ Sabéis por qué? Por la retroalimentación...
¿Conocéis mi relación con ella, verdad?, pues necesitaba la opinión de mi compañera y amada "mamá teatral", Anai.
El año pasado, cuando acabamos la actuación de esta misma pieza, Anai estaba muy contenta, eufórica y ayer la noté seria. Yo acabé muy satisfecho, pero al verla a ella tan seria, me empecé a comer la cabeza y hasta que no la he llamado y me he aclarado, no he parado. Así de inseguro soy yo.
Y ahora ya tengo más claro qué escribir y cómo, pues tanto Anai como yo, hemos llegado a la misma conclusión: Ayer todo salió muy bien, pero tampoco para que nos den el Max de Teatro. Lo que si sé es que yo me lo pasé muy bien, Natalia que adora a los niños, también, estos por sus carillas de ilusión y participación, también, las mamás por sus comentarios y risas también y hasta Anai que es más de teatro para adultos, me dijo que lo pasó genial. Así que eso es lo importante, porque como dije antes, la pieza, el personaje y la historia en sí, tampoco es Pepa Pig.
Dónde lo pasé peor fue en la primera parte. Yo estaba en un rincón, de espalda y tanto Anai como Natalia hablaban con el público. Este me parecía, por sus comentarios, que tenía un nivel cultural excesivo y pensé que quizás la obra se le podía quedar muy corta y tenía miedo.
El monólogo se desarrolló tal como yo esperaba.
Quizás en algún momento perdí el personaje tieso o dulcifiqué la voz engolada, pero lo que no perdí fue la mano, que se mantuvo quieta sobre mi pecho. Todo un logro puesto que soy zurdo y era la izquierda.
El monólogo empieza con Cervantes escribiendo y sin mirar al público, esto creó una especie de separación o frialdad que rápidamente noté. Cuando saludé, se mantuvo la frialdad, pero cuando el personaje insistió en que los niños lo saludaran más fuerte, estos gritaron y la unión entre todos ya fue total.
Con el monologo vinieron los juegos de interactuación: El del santoral que gustó a niños y mayores, aunque la otra vez gustó más, el de las diferencias de la sociedad antigua y la actual, que entendieron sobre todo los mayores y los del secuestro que encantaron a todos. Se creó una fiesta y yo lo pasé genial. Aunque creo que lo conté un poco acelerado y le quité emoción, además una niña se nos asustó.
El último fragmento fue el más literario y quizá el más soso pero de ahí pasamos a la tercera parte la representación del Licenciado Vidriera.
Apenas la habíamos ensayado, pero como hay unión, conexión, experiencia y conocimiento entre los tres actores salió redonda. No hubo parones, no hubo dudas, no hubo nada que destacar. Todo fue tal como estaba planeado y pese a los pocos ensayos jamás tuve duda de mi y mucho menos de mis compis, en todo momento trabajé superbién.
Quizá bajó un pelín el ritmo o la parte donde se convierte en cristal se entendió poco, pero los niños intervinieron, comentaron y en está parte pude improvisar bromas y una vez más me di cuenta de que tengo mucha capacidad de reacción.
La cuarta parte: Don Quijote; donde tras “publicitar” las distintas versiones que hay en la biblioteca, los niños nos contaron que sabían de él y la verdad que nos impresionó que para sus edades tan cortas sabían mucho de dicha novela. Después los peques, representaron dos fragmentos de la historia y fue entonces cuando me avisaron de que el tiempo se agotaba, así que me despedí.
Natalia vino a buscarme una vez que había salido de la sala, porque los niños querían fotos conmigo. Ese momento me gustó mucho, pues hubo muchas fotos, improvisamos, jugamos con la pluma de escribir y la espada, los niños me besaron y hasta una mamá apellidada Cervantes me pidió una foto, tras la sesión, salí al baño a cambiarme y la función acabó.
Todos nos lo pasamos muy bien, no fue de 10 pero si de 9 y….¡¡¡ EL LLENO FUE ABSOLUTO!!! ( "Tripito")
Que bien caracterizados. Me encanta este look o como se diga eso en el argot teatrero.
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