Esa mañana de sábado, 30 de marzo del 2019 me había levantado sobre 10:00, había ido al gym y luego a casa a preparar mi equipaje y mi vestuario para el viaje a Granada, puesto que esa noche actuaba en el Hotel Urban Dreams con Saborearte y La cena de las emociones.
Hasta las 13:30 no salía la expedición, con mis compañeros, desde Benalmádena, así que me recogerían sobre las 14:00. Cuando estaba a punto de ponerme a almorzar, una comida especial que mi madre me había organizado debido a mi temprana hora de comer, me llamó Raúl comentando que debido a un percance ajeno a la organización, me recogían más tarde.
Pero me recogieron tan tarde que al final me dio tiempo a almorzar la paella que preparó mi padre, a ver al resto de mi familia de almorzar, de cotillear con mi sobrina y hasta de ayudar a recoger la mesa.
Cuando ya estaba todo recogido y disfrutaba de la sobremesa en el salón de casa con mi hermano, mi madre y mi sobri, me escribió Paula informando que pronto me recogerían.
Al final cuando llegué a la cita ya estaban todos allí esperando, llegué tarde puesto que a Paula se le olvidó avisarme cuando partieron y lo hizo cuando ya estaban de camino.
Esta vez vestido de verano, aunque todos decían que hacía frio, yo estaba cocido, emprendí el viaje en el coche junto a Elena.
Íbamos mucho más tarde de lo previsto, pero a mi el viaje se me hizo corto, pues Elena iba muy despacito y podía disfrutar de unos paisajes súper verdes, parecía el norte y de una conversación muy amena.
No paramos de reír en todo el camino y de hablar porque hablamos de todo; de recuerdos, familia, problemas, miedos, sueños, profesión, temas picantes, ropas, canciones de todo. Hasta de croquetas hablamos y hablando de ellas entramos a Granada.
A mi es que Elena me genera mucha paz y muy buen rollo.
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