Fueron
muchas las horas que pasamos en Loja, mucho el tiempo muerto. Tanto rato
que creía que me iba a aburrir y por tanto, me llevé para correr, leer y escribir. Pero para nada, hemos estado casi diecisiete horas en Loja pero fue un día cargado de risas, ilusiones,
ganas, unión y anécdotas.
La primera,
fue nada más llegar y el artífice fue Chema, cuando me mostró el mirador de los
Hermanos Marx, decorado con estatuas de ellos. Me contó que las vistas desde
ese mirador salen en la película Sopa de Gansos,
porque los hermanos fueron a dicho lugar y encantados con las vistas quisieron
que apareciera en su película.
Otra
curiosidad, fue las calles de Loja, plagadas de paraguas colgados bocabajo
debido a la Noche en Blanco. No es una gran curiosidad, pero es el recuerdo que
tengo de dicho pueblo.
Hubo
aventuras, como cuando Álvaro, tras la radio, nos llevó a conocer una antigua
casa que tiene en el centro del pueblo y que pertenece a sus abuelos. Allí no solo
encontré aventuras, sino también nueces naturales y el amor. Me
enamoré de un cántaro de barro antiguo, de una pila de lavar y de una capa
antigua, que me dejó loco. Que sitio más impresionante, más cargado de
historia, faltaban los Alcantaras cuando van a Sagrillas.
Hubo risas, los momentos vividos con Andrea fueron
geniales. Como cuando entramos a una confitería,
solo a oler a dulces de toda la vida y tras preguntar a la dependienta por el
precio de un rosco de Loja, no sabemos cómo, acabamos con uno en la mano, que no
habíamos pedido y tras un momento de confusión nos lo regaló, vamos que la
liamos, también recuerdo los comentarios que hicimos, muertos de risas, viendo un mural dibujado en una pared dedicado la serie de dibujos animados, Heidi, el vuelo de una cucaracha...
Hubo
intimidad, como cuando yo pregunté, no puedo dar más datos, de por qué los
actores suelen contar ciertas intimidades y de pronto todos empezaron a
destaparse, la conversación empezó a degenerar y se convirtió en todo un descontrol,
donde no podía parar de reír.
Hubo
confesiones profesionales, como la charla de cine que tuvimos Juan, que gran tío,
Álvaro y yo mientras almorzábamos.
Hubo odio,
el que Eva nos tenía porque no nos poníamos nerviosos. Que encanto de niña.
Hubo
colaboración, me encantó ver como nos ibamos ayudando unos a otros.Maquillándonos, preparándonos o montando y
desmontando. Nunca he visto un grupo más activo que este.
Y hubo
momentos memorables, como la entrada de Rafa al
teatro…que no puedo contar aquí, el comentario de Álvaro que definia la función a como su boda o la
expresión “estoy hecho una canasta” que
nos tuvo riendo casi toda la cena. Memorable esa cena.
Por último debo confesar que
después de buscar durante todo el día, una iglesia abierta y el
pobre Álvaro preocupado porque no la encontrábamos, cuando salí a
comprarme la merienda entré en una y vi al Cristo de la Pollinica de Loja. Esto es secreto pues Chema no sabe nada.
Y vistes muchas cojas?
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