En Ciudad Jardín hay un parque, que tiene que ser muy bonito, desde fuera lo
es y supongo que habrá hasta personas privilegiadas que han podido verlo
desde dentro, pero yo no tengo esa suerte, no soy uno de esos privilegiados. Dicho
parque está plagado de puertas pero TODAS
siempre cerradas.

Por ello, acabo sentado en un escalón, escribiendo, en verano no me importaba, pero hoy, 10 de
diciembre del 2016, otoño, nublado y con humedad porque
ha llovido, me apetece muy poco sentarme en el suelo, así que voy escribiendo esta entrada a la vez que voy caminando.
Hoy sábado, vuelvo al mundo laboral o más bien dicho al
mundo vegetal, ya que, vuelvo a trabajar en mi amado Botánico, la última vez
fue, el 3 de noviembre. Hace ahora un mes y una semana y de nuevo
vuelvo aquí. ¡Qué alegría!

He dormido perfectamente, eso sí, se me ha hecho la noche
cortísima.

Entonces os confesaré; entre que no sé bien a lo que voy y que está a punto de volver a llover, no voy muy animado, es más, ni desanimado, o sea, que voy como que “ni fu ni fa” ya que, me ronda en la cabeza la opción de que cuando yo llegue me digan que el cumpleaños no se va a hacer y eso me va a producir un estado de muy poca gracia.
También es verdad que he salido de mi casa lloviendo, con el cielo negro, el suelo mojado pero en cambio, ahora, aquí, ya en Ciudad Jardín, aunque sigue nublado, está aclarando un poco y el suelo está seco. Parece que aquí no ha llovido. Pero bueno, son las 10:45 y tras dejar el autobús, intentar entrar al parque y escribir, emprendo mi caminito hacia el Botánico. Chao.
Que le gusta a un cofrade mirar y hablar del cielo y el tiempo.
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