viernes, 25 de septiembre de 2020

EL ÚLTIMO PREVIO, CON RECUERDOS Y OSCURIDAD.


El sábado 15 de agosto del 2020, estaba a punto de cruzar el umbral del Jardín Botánico de Málaga cuando un pequeño Lolo vestido de diablo, se posaba en mi hombro con un enorme cartel que ponía “fiesta y pereza”, pero no le hice caso, en cambio sí se lo hice al otro pequeño Lolo, vestido de angelito, que desde el otro hombro y muy sutilmente, me invitaba a cumplir con mi obligación y a entrar a trabajar.

Un poco refunguñando al Lolo angelito, por su consejo, entré en el jardín, directamente me fui a la casa de los administrativos y saludé a mi compañero, cogí todo el vestuario, el atrezo y este me dijo que me habían dejado una bolsa con velas para poner en el museo. Cargué todo y me fui al interior del jardín.  

Ya había que dejarse de tonterías y empezar a trabajar.

Debido a la "nueva/falsa normalidad", como un autómata y sin pensar, me fui al museo a buscar en qué lugar podía colocar mis cosas, que fuera seguro, para después poner las velas. Buscaba un lugar que no hubiera sido frecuentado recientemente por un ser humano y lo conseguí en el interior del museo. Una vez todo guardado, me puse a colocar las velas y decorar las escaleras de la entrada de este. 

Y ahí mi estrés se paró, me vino un pequeño recuerdo a la mente, me dejé llevar y todo el jardín se llenó de nostalgia. 

Normalmente el último día de actuación hago una especie de balance de lo ocurrido durante el verano. Este año había pasado tan poco que lo que mi mente, de manera inconsciente, me hizo, fue traer recuerdos bellos vividos en ese jardin, a lo largo de los años. Cuando nuestra vida era de otra manera. De esa manera donde me quejaba de todo pero donde era más feliz y todo era más bonito. 

Mi primer pensamiento fue para Steven Lance y ese verano que pasé con él. Nunca he sido más feliz, ni me he sentido más actor que trabajando junto él en la pieza A saco con la psico, luego cuando trabajamos juntos en el botánico todo fue un coser y cantar. Ese verano fue como unas vacaciones. 

Nuestros viajes juntos hasta allí, lo que yo corría para ser puntual y él siempre llegaba primero, nuestras confesiones en el paseo de las palmeras, sus ánimos, nuestras bromas, nuestras actuaciones. En ellas teníamos que hacer un pequeño diálogo, empezamos con todo muy marcado y a media que iba avanzando el verano, comenzamos a improvisar y  cada vez era más larga y divertida. Lo pasábamos bomba. 

Recordé cuando nos poníamos a encender las velas y yo usaba mil cerillas y él solo una, o aquel verano cuando un amigo que hacía mil años que no me hablaba, lo hizo, justo antes de irme al jardín o cuando relajado colocaba las velas, mientras oía música y organizaba, en mi cabeza, los días de juerga que me esperaban. 

Bueno, una vez las velas puesta, me adentré ya en el jardín, pero eso sí sin prisas, paseando, mirando cada árbol, cada flor, respirando aire puro, sin nadie, disfrutando cada instante, cada visión, me recreaba en cada paso que daba y hasta, como me ocurría en mis primeros años, descubrí cosas nuevas. 

Disfrutando de todo, visitando la cascada, fotografiando los nenúfares y las ranas que creo recordar que a Nora les encantaba, llegué al lugar apartado y tranquilo donde me visto y maquillo este año. 

Coloqué mis cosas, me senté un ratito y de pronto oí una voz y alguien que se acercaba. Me asusté y me sorprendí. ¿Quién sería? Pues era mi compañero Dani que ya vestido de Edgar se dirigía a su lugar de actuación.

Como todo esto lo escribo casi un mes y medio después no entiendo por qué si ese día llegué muy bien de hora, apareció Dani tan pronto y yo aún no me había hecho nada. Viendo las fotos del día, lo entendí, ya que hay fotos realizadas a las 20:44 y corresponden al inicio de mi paseo por el jardín, o sea, que entre el paseo, llegar al sitio y colocar las cosas, sin darme cuenta me dieron las 21: 15.

Dani y yo comenzamos a hablar y a hablar y a hablar de nuestro nuevo proyecto en común y los minutos fueron pasando, este me dijo que se acercaban las 21:30 y se iba para su lugar de actuación. Yo estaba muy tranquilito, y como una charla con Dani es algo tan maravilloso,  no quise cortarla y me fui con él. 

Una vez en su lugar de actuación, este estaba tan animado con la charla que aunque hice varios amagos para marcharme no pude. Es más estuvimos hablando hasta que el grupo llegó a donde estábamos y él ya debía salir a actuar. 

Tenía escasos 40 minutos, para vestirme, maquillarme, cenar, guardar, ordenar mis cosas, hacerme fotos y calentar el personaje. 

Pues bien debía ir rapidito, pero con lo que no contaba era con que ya anochecía mucho antes, así que cuando llegué al inicio de la zona forestal del jardín, que es donde me cambio este año porque no hay nadie, no había a penas luz, y cada segundo que pasaba aquello estaba más y más oscuro. En pocos minutos me vi en la oscuridad más absoluta. 

Muchas veces cuento las cosas del blog con un poco de exageración o dramatismo para así generar más emoción en el lector, pero lo que digo ahora es totalmente cierto, entré en pánico, puesto que pensaba que a oscuras no me daría tiempo a hacer todo lo que tenía que hacer, además si algo fallaba (maquillaje o si se me rompía un botón del pantalón...) no podría arreglarlo, también se me podía quedar algo allí olvidado o si podía caer al tropezar con algo en medio de tanta oscuridad. Me quedé unos segundos como paralizado, mirando de un lado a otro sin ver absolutamente nada, no sabía que hacer ni como reaccionar. De pronto lo hice y con una rapidez extrema empecé a disimular mi barba con el lápiz rosa. 

De pie, con la cámara del móvil y su linterna encendida acabé el maquillaje y quedó bien a la primera, menos mal, y luego con el móvil en la mano y de nuevo la linterna encendida, usando una sola mano, me desnudé para volverme a vestir pero ya de don Rafael. 

Recogí todo como pude y me fui al museo a soltar mis cosas. Extrañado noté que todo estaba mucho más oscuro de la habitual y fue en ese momento donde caí en la cuenta que el paseo de la palmera estaba totalmente apagado. Nadie había encendido las farolas.

Rápidamente llamé a mi compañero, para que lo encendiera pues pronto yo pasaría por allí con el público. 

Cuando mi compañero lo estaba encendiendo yo ya iba camino a mi lugar de espera, antes de la llegada del público, eran las 21:58. 

Me dio tiempo a llegar, hacerme fotos, calentar el personaje y esperar. Incluso llamé a mi sobrina, para decirle que estaba todo controlado, puesto que me llamó en pleno pánico y le colgué, pero previamente le había contado el marrón en el que encontraba. 

Buenos pues unos 10 minutos antes de empezar ahí estaba yo. Menos mal que no falló nada, sino es que no llego. 







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