sábado, 12 de septiembre de 2020

EN EXCESO HASTA EL CHOCOLATE CANSA.


Una de las muchas razones por las que quise ser actor fue porque me apasionaba la idea de plasmar en la realidad, poner en pie o hacer de carne y hueso ese hombre que el director, antes de que el proyecto estuviera en marcha, tenía en su cabeza o que el guionista plasmó en papel. 




Recuerdo que cuando hice mi primer cortometraje, tanto José Joruga como Fran Kapilla, tenían en sus mentes muy claro como debía de ser mi personaje, Sebastián Gutiérrez, protagonista del corto. Durante la grabación, esa fue mi mayor preocupación y lo que más le preguntaba a ellos era si estaba haciendo el personaje como lo querían. 

Pues bien, con el paso de los años y muchos trabajos a mis espaldas, he descubierto que hay tres tipos de directores, supongo que habrá más pero yo conozco unos tres tipos: 

Los que te lo marcan todo, cada gesto, cada movimiento, frase o palabra. De estos solo tuve algunos en la ESAD, y son los que menos me gustan, porque una cosa es plasmar lo que él desea y otra es ser un muñeco de trapo en sus manos, donde  más que un actor, te sientes un mueble más de la escenografía.




Después están los que tienen todo muy claro, te controlan, te limitan o te marcan cada movimiento, gesto o entonación, porque tienen muy claro lo que quieren, pero cuando ya consiguen lo que buscan y lo que desean del personaje, te dan libertad y te invitan a improvisar, crear, mejorar y aportar cosas nuevas hasta hacerlo tuyo y que este, esté vivo. Son los mejores y los que pocas veces aparecen, tienen claro lo que quieren contigo pero sin exigir, saben como llevarte a donde quieren y luego se hace un tandem maravilloso, donde se trabaja mano a mano con el director y así se va enriqueciendo al personaje y eso está muy chulo. 

Yo de estos he tenido pocos, pero ha habido algunos, y cuando estas con ellos es como levitar. Así está siendo mi trabajo con Paco Cabrera, que pronto se retomará y fue el trabajo con Chelu, con Salva y por supuesto la que fue mi mejor experiencia teatral, ponerme en las manos de Nora Aguirre.



Y por último están los que te dan total libertad. Estos están muy bien, porque es donde tú lo creas todo, donde tienes via libre para aportar, crear y desarrollar casi todo lo que ocurre en escena. Pero también muchas veces te metes tú sólito en cosas que no sabes resolver muy bien y no tienes una guía clara que te digan por donde ir y otras que tiras de tus recursos más habituales o efectivos y al final siempre acabas haciendo lo mismo, y lo malo de todo esto es que a veces se pierde esa esencia o más bien pierdo esa esencia que me incitó a meterme en esto y era el crear de la nada lo que otro quiere. Y mis últimos trabajos estaban siendo de estos. 

Llevaba 6 días sin parar de hacer teatro, que si ensayos, que si preparativos y 3 días consecutivos de actuación con 4 obras distintas, 3 personajes largos y casi 8 cortos y en todos intentaba buscar y rebuscar desde mis recursos y técnicas, gestos, formas de moverme o posturas corporales diferentes y estaba agotado de tanta creación propia y por si fuera poco el domingo 9 de agosto del 2020 volvía, como ya es tradición, en este verano nada tradicional, al cementerio San Miguel a ensayar, otro personaje, creado desde cero por mí y ya no podía más. Estaba cansado de oírme o de verme actuar, porque aunque algo te guste mucho, en exceso te cansa, hasta el chocolate, y a mí me estaba pasando con tanta creación propia. 




Necesitaba a alguien que me dijera : "Vas muy bien sigue por ahi” o “Que va¿ Qué estas haciendo? Eso es horrible ”, una guía, un control, porque me estaba perdiendo totalmente. 

Es más recuerdo perfectamente como tras charlar con mi Luisa, iba caminado a mi lugar de actuación para empezar el ensayo y el nivel de pereza y la desgana era enorme, y el impulso para marcharme ni os cuento. 

Los ensayos de Eventos con Historia son muy anárquicos y muy libres, pero a mi me gusta mucho aprovecharlos. Cuando llevo algo nuevo, me gusta probarlo y ver la reacción de mis compañeros y si ya lo tengo todo hecho, me gusta usar el ensayo para  afianzar y llegar al estreno con un buen bagaje y cero inseguridad, pero esta vez con los preparativos, actuaciones en Campillos y asentamiento de esos personajes no trabajé lo del cementerio e iba sin nada que ofrecer y para mí un ensayo así es perder el tiempo. 




Pero no solo no llevaba nada, sino que el acento granaíno que quería poner al personaje y que la semana anterior, probé y me salió de forma espontánea, solo, no lo había repasado, ni revisado y claro, lo volví a improvisar totalmente desganado y aquello sonaba a todo menos a granaíno. Además, al haber modificado el texto, me sabía las ideas pero no sabía unirlas pues no lo repasé, vamos que aquello fue un desastre, un cumplir el expediente y listo. 

Hice mis tres pases, pues faltó una anfitriona, lo hice como Dios me dio a entender, pero acompañado de un poco de vergüenza, y tras una charla interesante con mi Luisa me fui a mi casa. 

Me sentía regular por mi falta de trabajo, pero aún me sentía peor porque para poder desarrollar bien mi personaje necesitaba una autorización previa, o sea, alguien totalmente ajeno al montaje debía darme el visto de bueno del personaje. 

Sabía algo de eso por vía telefónica, pero ese domingo se me confirmó de manera oficial. Así que tampoco estaba muy motivado de crear un personaje, granaíno, entrañable, gracioso y bonachón, dotarlo de un acento, expresiones, gestos o movimientos si debía esperar esa autorización, y trabajar para nada no compensa, ese fue otro factor que me llevó a la desgana y la falta de trabajo. 








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