Pues el lunes día 2 y con la misma tristeza en la calle. No
me puedo creer que ese día, que era puente, que ya no llovía y estaba todo abierto,
hubiera tan poca gente en la calle. Menos mal que mi amigo David, de Granada,
me acompañó todo el camino, vía móvil, desde mi casa a las cercanías de El
Corte Ingles donde ensayábamos.
Desde mi casa al lugar de ensayo, la peluquería
de Alberto, me encontré solamente una persona.
Llegué al lugar de ensayo, tres minutos tarde, a lo lejos y
en la oscuridad, vi dos personas sentadas en un banco, tal y como imaginaba
eran Concha y Alberto.
Entramos a la peluquería, Alberto fue por algo para beber y
mientras Concha y yo, una vez más, entramos en confesiones.
Cuando llegó Alberto nos pusimos a trabajar.
Como ya comenté en otra entrada anterior, me siento
afortunado de trabajar con diferentes directores porque cada uno de ellos le da
un enfoque diferente a la hora de montar una escena o de meterle mano a un
personaje, pues bien, con Concha aprendí, el lunes, la vieja escuela.
Concha persigue, lucha y le preocupa mucho ser natural. Siempre
quiere hacer y lucha porque sus personajes sean lo más naturales posibles y para
ello, me estuvo comentando que los textos no se los aprende, solo los lee y de esa lectura se va aprendiendo
los pies y el sentido de cada intervención y la va adaptando a las palabras y
expresiones que usaría su personaje, así encuentra la tan esperada naturalidad
y dota al personaje de mucha más vida.
Tras la explicación hicimos tres lecturas del primer acto,
Alberto pidió que nos levantáramos pero ella prefirió hacerlo aun sentados.
Fue impresionante, ese modo de trabajo que para mi es mucho más
fácil, también, porque muchas veces cometo el error de “adaptar” algunos textos
a mi persona y eso no está bien ni gusta a todos. Pero en este equipo eso es licito, con lo
cual, fuimos creando y sacando más y más a nuestros personajes en cada lectura.
Concha y yo
estábamos en una mesa de madera, uno frente al otro y sin pensar, sin el cuerpo, sin movimientos, sin trabajos
previos, sin pensar objetivos, intenciones y sin nada de eso ibamos, sacándonos y dándonos cosas. De hecho en ningún momento vi a Concha, me sentía como Marcelo, mi personaje,
ante Bárbara, el suyo.
Además esta gran actriz te da tanta confianza como persona, que te dejas llevar a la hora de trabajar y no te cortas o te sientes oprimido por su experiencia y sus tablas.
Es genial ver a una monstrua en acción y claro esas cosas te
dan a ti mucho como actor y también te destroza muchos “mitos de papel”, quiero decir otros que se creen mucho.
Contento y satisfecho salí del ensayo, fue corto, pero muy
provechoso, porque ya se empezaron a ver muchas, pero muchas, cosas y muy
interesantes. Además durante el momento que tienen solos ella y Alberto, lo disfruté como un enano, o me encantó el momento en el que compartimos el mismo texto.
De vuelta, camino a casa de nuevo confesiones de Concha, una
gran actriz.
Por cierto, al día siguiente, Alberto me telefoneó para
darme algunas indicaciones, sobre mi personaje, para que mantenga las
intenciones de los personajes, que a veces, se me van.
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