La foto que acompaña está entrada me la hice el domingo 24 de noviembre del 2019 en el patio de butacas del Centro de Ciudadanos Antonio Sánchez en Nueva Málaga, cuando asistí a mi primer ensayo de Los cuentos de Navidad de Andersen, pieza que en 21 días representaría para Eventos con Historia. He dicho mi primer ensayo, porque para el grupo era el segundo, pero yo como ya os conté en este blog, al primero no fui.
No hay mejores fotos, porque no había en el local ningún conocido, así íntimo, para pedirle que me hiciera fotos mientras ensayaba mi cuento en el escenario. Esta pieza consta de un maestro de ceremonia, que es el autor de estos cuentos, y a media que va hablando se representan 5 de sus cuentos. El mio es El traje del Emperador, yo soy el emperador y es el cuento número 3.Todo esto de la foto os lo cuento porque la colgué también en Instagram y mi amigo David me comentó que más que cansado, como decía el texto que escribí acompañando la foto, tenía cara de pocos amigos y era verdad.
Dicen que “La cara es el reflejo del alma” y esta vez se me notó demasiado, puesto que mi cansancio físico y agotamiento teatral era enorme y cuando llegué al ensayo lo que viví me descolocó bastante.
No entendía porque se ensayaba la pieza de un tirón, o sea, la persona que sustituía al narrador leía su texto e íbamos saliendo los componentes de los cuentos, subías al escenario hacías tu cuento una sola vez y te ibas, tampoco entendía que estuviera todo un poco verde, texto, personajes, movimientos etc., y el ambiente generalizado fuera de fiesta y júbilo, yo como digo que venía agotado físicamente, pues había dormido unas tres horas todo aquello me parecía muy extraño.
Dentro de todo ese ambiente “raruno”, yo no destacaba por mi seriedad, bueno si destacaba pues estaba muy serio, pero que no destacaba por mi seriedad en el trabajo quiero decir, porque no tuve tiempo material de aprenderme el texto, de camino al ensayo lo intenté, eran pocas frases, pero al subirme al escenario no solo no las recordaba sino que no sabía cuando me tocaba hablar, así que lo hice todo con el papel en la mano y leyendo, además como falté al ensayo donde se marcaron los movimientos, cuando llegó nuestro turno me subí a escena con mi compis pero no sabia donde ponerme, así que nuestro rato de escena fue usado para marcarme a mi, pues me iban poniendo de un lugar a otro, por cierto, unos movimientos un tanto “rarunos”, también.
Lo que me pareció más curioso es que ningún compañero, antes de ensayar, me dijera que estos ya estaban marcados y me los enseñara previo a subir a hacerlos, o que al acabar no nos dijeran que lo repitiéramos, fuera de la sala, para afianzar todo… Pero nada, lo hicimos una vez con parones y pocas repeticiones y fuera. Algunos cuentos se repitieron más pero el nuestro no.
Fue acabar y parte de mis compañeros se fueron, yo por fatiga me quedé un rato más, pero como aquello tenía toda la pinta de que yo iba a ser un mero observador, esperé al siguiente turno de personas que iban a ensayar y me fui.
Visité la iglesia de San Joaquín y Santa Ana y corriendo a mi casa, a ducharme y descansar, lo merecía pues ¡¡¡Vaya semanita!!.
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