Me quedé, junto a la puerta, esperando a que mis compañeros ocuparan su posición, lo hicieron, Sofía empezó su pequeña canción y ahí Simón hizo su aparición. Este personaje entra de forma muy sorpresiva, a veces sorprende y engancha con el público y otras no, pero esta vez sí lo hizo. Recuerdo como rápidamente congenié con esos niños y ellos conmigo, de hecho cuando tras el primer pase íbamos hacia el camerino mi compañera Pepa, dijo: "El que ha estado hoy bien ha sido Lolo, ha sido un éxito, ha conquistado a todo el teatro". Y yo me quedé muerto.
Mi personaje aparece cantando una canción actual, que cada “x” tiempo voy actualizado. Esta vez le tocó a Con altura de Rosalía, rápidamente los niños se pusieron a cantarla conmigo y a hacer palmas, yo me calenté y la cosa fue muy bien, pues en pocos segundos me hice con todo el teatro. Además antes de subir al escenario, terminé la canción diciendo: “La Rosalia” y los niños se pusieron a reír.Cómo dije antes, eso de estar quieto, sin moverme, sentado frente al público, entre escena y escena, a mí me agobia mucho y depende del tipo de escenario, las luces, la colocación del público, como estemos nosotros, el local, etc, una veces me puede agobiar mucho y otras veces muy poco, pero esta vez no fue ni mucho ni poco, fue absolutamente nada, me pasé el tiempo entre escenas muy tranquilo y muy relajado, siempre con un pellizquito, claro está, pues tienes esa vocecita que te avisa de que estas actuando y debes estar al loro, pero quitando eso, me sentía muy bien.
Pues si sentado estuve tranquilo, cuando me subí al escenario, también me sentí estupendamente bien y me dejé llevar. Comencé a sentirme el dueño del mismo y empecé a gamberrear, algo que pide mi personaje y que cuando el lugar y el público se presta a ello, yo se lo doy pero esta vez, no sé por qué, pero fue especial.
Era un teatro muy pequeñito, a ver ya quisiera Málaga tener un teatro de barrio que fuera la cuarta parte de este, pero quiero decir que el escenario no era muy grande, un poco alto sí, pero es que el suelo del patio de butacas también estaba un poco elevado con lo cual la altura no se notaba, y la primera fila de público la tenías casi a tu misma altura, además el patio de butaca era en gradas, había una primera tanda, un gran pasillo y otra, pero estas no estaban muy extendida a lo horizontal sino muy vertical, por tanto desde el escenario no veías el abismo o una mancha oscura, veías casi perfectamente a todo el público, ya que no había una total oscuridad y porque debido a la colocación, los tenías muy pegados a ti, y a mí esa sensación me encantó, porque yo hablaba para ellos, les veía las reacciones y éramos todos uno y eso que iba sin gafas.
En cuanto me subí a escena no pensé en nervios ni nada, al contrario me dije: “ Esto es mío y aquí mando yo”, empecé a dotar al personaje de pausas, que a veces no hago, de gestualidad cómplice con el público, de movimientos, de participacion, mi objetivo en esa escena es animar y ganarme la confianza de la prota. Es una escena de dos, ella y yo, pero esta vez éramos muchos más, en el bando de la chica solo estaba ella pero en el mío estaba yo y todo el público. Aunque suene mal que lo diga, cuando yo acabé dejé el nivel de energía a tope, fue un inicio brillante de la pieza, pues mi personaje es el buen rollo dentro de la tensión de la misma y está vez lo cumplí y con creces, pues el público ya estaba caliente, con ganas de más y con un nivel de buen rollo inmenso.
Recuerdo la sonrisa de Sofía al acabar esa primera escena, por cierto que acabé a axficiadísimo, era su estreno y me miró con cara de que todo había ido bien, en el segundo pase al acabar y estar en el tiempo de espera recuerdo que me cogió la mano en señal de éxito y complicidad.
Las escenas fueron pasando y yo cada vez más relajado. Mi siguiente escena fue otra gozada, aunque el monólogo que tengo en ese momento fue un poco más rollito, sobre todo porque estábamos en Granada y va sobre Málaga, pero a parte de eso lo demás fue perfecto, las acrobacias salieron y cuando las hice se oyeron varios “oh”, la conexión con Sofía fue total, todo fluyó muy natural y me dejé llevar tanto que la escena se me hizo cortisima, luego más espera, y el final. Cuando no me lo paso muy bien haciendo esta pieza, en el final lo paso de maravilla, así que imaginad esta vez que todo iba de lujo, el final fue... Cada gesto o comentario que hacía era celebrado con risas. Tras eso, los aplausos donde, siendo sincero, os diré que con lo bien que se lo habían pasado no fueron muy animosos aplaudiendo yo esperaba más.
Pues si a los del primer pase los noté un poco parco en los aplausos, pese a lo que habían disfrutado, los del segundo pase nos regalaron aplausos a raudales, la verdad que creo que en exceso y os cuento mi impresión, que quede claro que es la mía y lo mismo no es real pero yo la sentí así. En la penúltima escena, cuando llega el desenlace de la pieza y se soluciona el primer conflicto el público empezó a aplaudir, nos cortaron la actuación los aplausos y eso siempre te llena de un gran orgullo, pero luego, cuando ocurrió otro hecho volvieron a aplaudir y el orgullo fue mayor, pero a partir de ahí, cada cosa que decíamos era aplaudida, de hecho algunos espectadores pudieron parar esos aplausos y a mí eso me hizo pensar que los primeros fueron muy sinceros pero los siguientes, ya iban un poco en broma, pero ya os digo es como yo lo sentí pero lo mismo no es así y es que a estos chicos y chicas les encantaba cada cosa que hacíamos.
A parte de la tormenta de aplausos, este segundo pase comenzó, con una grandísima y reconfortante retroalimentación pues cuando me dirigía hacia el escenario, una de las chicas del teatro, que por cierto es colega, porque ese teatro lo llevan actores y actrices, me paró y me dijo: “Tu personaje me encanta, que bien lo haces.” Así que entré a escena por todo lo alto.
En este segundo pase creo que fui juez y parte y os aclaro, fui parte porque era un actor más del elenco en donde de nuevo actué y lo di todo, de hecho las impresiones son las mismas que en el pase anterior, pero también fui juez, pues esta vez en el tiempo sentado entre escena y escena ya no tenía ni el pellizquito de la responsabilidad, esta vez era sentarme, dejar a Simón fuera de mí y ser un espectador más.
No puedo dejar de olvidar, la silueta de ese monstruo llamado Fernando, actuando, dándolo todo, yo viéndolo casi de espalda, los reflejos de los fotos azules y rojos que se en su cuerpo y en el suelo del escenario de un negro brillante precioso, y frente a él todo el público, que como dije antes se veía perfectamente. Fue algo muy bonito porque tienes a todo un actorazo con una larga carrera a dos metros de tí y lo ves trabajar y convertirse en un padre preocupado o a Pepa en una maestra estirada, cuando hace un rato estaban tomando café contigo y ahora estaban ahí, esas luces, ese público, ese momento fue mágico, además quise retenerlo en mi mente y hoy un mes después puedo recordarlo. Como siempre digo, no me gusta viajar pero en ese momento me dije : “Lolo eres un afortunado”.
Al acabar la pieza, recogimos todo, que se recoje en nada de tiempo, nos cambiamos de ropa, despedimos a Sofía que se quedaba en Granada y nos volvimos a Málaga, donde llegamos a tiempo justo para almorzar en casa, ir al cole, salir e irme a la ESAD a un ensayo de Las cenas de las emociones, pues en dos días volvía a actuar a Granada.
Por cierto, que al salir del teatro aún estaban algunos de los niños del público saliendo del mismo, nos miraron pero no nos hicieron mucho caso, en cambio entre pase y pase salimos a desayunar. Como el primer pase empezó tarde, no tuvimos una hora entre pase y pase, sino unos 40 minutos así que fue acabar, yo me cambié de ropa porque con mi vestuario no podía irme a la calle y salimos, el hall del teatro y las calles cercanas estaban aún repletas de alumnos que habían visto la pieza y su reacción fue maravillosa, nos pararon, nos miraban, nos sonreían, nos chocaban la mano, pero lo más impresionante fue que ya en la calle, buscábamos un local para desayunar y los alumnos que iban ya para el bus, nos vieron y empezaron a gritos a saludarnos, súper sorprendidos de vernos por la calle, se acercaban, se avisaban unos a otros y venían a saludarnos y la verdad que fue un momento muy chulo.
Ya estaba tan bien y tan contento que el estómago se me abrió y más feliz que una perdiz me comí un pedazo de bocata de jamón y queso.
Pues esta que acabáis de leer es mi crónica del jueves 21 de noviembre del 2019, día en el que representé en el Teatro del Zaidin de Granada la pieza Lluvia fina, como parte de las jornadas del Día Internacional de los Derechos del Niño y dentro del plan Educar con Arte, hicimos dos pases uno a las 10:00 y otro a las 12:00, nos visitaron 11 colegios y nos vieron un total de 576 niños y niñas. Ese día después de tantos años me enamoré realmente de Simón, por fin es mío y ya lo controlo y está dentro de mí y como dijo la gran Pepa, muchos granadinos se han enamorado de él y de han llevado a Simón como amigo imaginario a su casa.
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