Estamos a jueves y me dispongo a escribir sobre la actuación que hicimos el pasado lunes, 17 de septiembre del 2018, un poco tarde ¿ verdad? y ¿sabéis por qué? Pues porque si mi mayor seguidor, mi hermano, no lee estas entradas y del pasado lunes no tengo nada bueno que contar, para que voy a escribir.
Os he mentido si tengo algo bueno que contar y se llama: Juan Luna, el pasado lunes, desde que se abrieron las puertas del Teatro bus, todo fue un despropósito y así se lo hice saber a él y a Diego, el apañado conductor, en cuanto acabamos de actuar, pero a reglón seguido restifiqué y le dije:" Todo ha sido un desastre menos tu, tu has estado genial". Y es que Juan tuvo la fuerza y la frialdad, de meterse en su pompa de Quijote, ignorar todo lo que pasaba a su alrededor y disfrutar de su personaje, cosa que yo siempre defiendo, pero el lunes no hice.
Sé que Viajando con el Quijote, no es la mejor obra del teatro español de todos los tiempos, pero sé que a Juan le gusta hacerla y sé que le gusta, también, hacerla conmigo, quizá esta haya sido su última función, ya que va a dar un giro a su carrera profesional, por eso creo que disfrutó al máximo la representación, pero el pobre la hizo solo, porque su compi, yo, no estaba.
Después de casi seis meses sin actuar en este proyecto y por tanto, sin mover el bus, lo pusieron en marcha un día antes de la función y todo el sistema eléctrico se había fundido. Para el pase lo arreglaron todo, menos las pantallas de vídeo, por tanto, actuábamos sin los vídeos que se proyectan lo largo de la pieza. Estos no son necesarios para el relato de la historia y Juan y yo tenemos capacidad de improvisación y conexión como para llegar a los 60 minutos del pase sin necesidad de los vídeos. Pero los vídeos son como un respiro, un pequeño descanso para los niños y para nosotros, es acabar un bloque y empezar otro. El pasado lunes al no haber esos descanso, la historia fue un cumulo de mini historias si orden, sin control y sin lógica. Quedó rara.
Aunque sabía que lo del vídeo no era problema, la preocupación la tenia , pero esta aumentó, cuando recibí un mensaje de Whatsapp, con una información de trabajo no muy positiva, no era nada grave pero tampoco muy buena y eso me hizo tener la cabeza en otra cosa más y fue justo en ese momento cuando Diego me dijo:" Lolo abrimos las puertas" y de pronto, con la cabeza en otra parte y sin meterme en la piel de Sancho vi como el bus se iba llenando de niños.
La cara de ilusión de los chavales me dio buena energía y me dije :" Esto está chupado" pero cuando vi que en el pasillo del bus se agolpaban los niños, que estos no se sentaban, que no paraban de hablar, que los profesores no sabían controlarlo, que ninguno, ni alumnos, ni profesores respondían a los saludos de Sancho y que cuando el bus empezó a caminar, algunos profesores seguían en los pasillos y no les gustó que yo les dijera que allí no podían estar, se me desmoronó todo.
Empezó la música y el espectáculo, Sancho como siempre, hizo una introducción para animar y saludar al personal y nadie, cuando digo nadie, es nadie, respondió. Eran niños de 8 o 9 años, pero jamás los vi con menos interés por divertirse, participar y pasarlo bien.
No sabían guardar silencio, y los profesores tampoco los animaban a ello, ni incluso cuando nosotros lo pedíamos.
Con lo cual yo desconecté y pasé de animar o de tirar para adelante, me limité a hacer mi función, cumplí con mi deber, con mi trabajo y se acabó.
No hubo comunicación con Juan ni con los niños, porque aquello era: 50 niños de los cuales, 30 hablaban sin parar y a la vez y 20 estaban medio dormidos mirando por la ventana. Cuando miraba de lejos y veía a Juan darlo todo, me encataba, pero también me daba penilla porque...¿Para qué?.
Después de casi seis meses sin actuar en este proyecto y por tanto, sin mover el bus, lo pusieron en marcha un día antes de la función y todo el sistema eléctrico se había fundido. Para el pase lo arreglaron todo, menos las pantallas de vídeo, por tanto, actuábamos sin los vídeos que se proyectan lo largo de la pieza. Estos no son necesarios para el relato de la historia y Juan y yo tenemos capacidad de improvisación y conexión como para llegar a los 60 minutos del pase sin necesidad de los vídeos. Pero los vídeos son como un respiro, un pequeño descanso para los niños y para nosotros, es acabar un bloque y empezar otro. El pasado lunes al no haber esos descanso, la historia fue un cumulo de mini historias si orden, sin control y sin lógica. Quedó rara.
Aunque sabía que lo del vídeo no era problema, la preocupación la tenia , pero esta aumentó, cuando recibí un mensaje de Whatsapp, con una información de trabajo no muy positiva, no era nada grave pero tampoco muy buena y eso me hizo tener la cabeza en otra cosa más y fue justo en ese momento cuando Diego me dijo:" Lolo abrimos las puertas" y de pronto, con la cabeza en otra parte y sin meterme en la piel de Sancho vi como el bus se iba llenando de niños.
La cara de ilusión de los chavales me dio buena energía y me dije :" Esto está chupado" pero cuando vi que en el pasillo del bus se agolpaban los niños, que estos no se sentaban, que no paraban de hablar, que los profesores no sabían controlarlo, que ninguno, ni alumnos, ni profesores respondían a los saludos de Sancho y que cuando el bus empezó a caminar, algunos profesores seguían en los pasillos y no les gustó que yo les dijera que allí no podían estar, se me desmoronó todo.
Empezó la música y el espectáculo, Sancho como siempre, hizo una introducción para animar y saludar al personal y nadie, cuando digo nadie, es nadie, respondió. Eran niños de 8 o 9 años, pero jamás los vi con menos interés por divertirse, participar y pasarlo bien.
No sabían guardar silencio, y los profesores tampoco los animaban a ello, ni incluso cuando nosotros lo pedíamos.
Con lo cual yo desconecté y pasé de animar o de tirar para adelante, me limité a hacer mi función, cumplí con mi deber, con mi trabajo y se acabó.
No hubo comunicación con Juan ni con los niños, porque aquello era: 50 niños de los cuales, 30 hablaban sin parar y a la vez y 20 estaban medio dormidos mirando por la ventana. Cuando miraba de lejos y veía a Juan darlo todo, me encataba, pero también me daba penilla porque...¿Para qué?.
No lo pasé bien y no me sentí respetado por el público. Al final los vídeos se echaron de menos porque hicieron que la pieza fuera un todo sin sentido, ni relaj.
Como puntos buenos, solo recuerdo la parte de Sansón Carrasco que la hizo un niño extranjero y era muy gracioso, también me sorprendió que la parte de Cervantes, monólogo que hace Juan y suele aburrir, a estos niños, que tras preguntar uno a uno no sabían lo que era la palabra "solidaridad", ni hacer el sonido de un animal de granja, el monólogo les hizo guardar silencio, estar atentos y responder.
Acabamos a la hora justa y eso que no había vídeo¡ Qué gran equipo somos! Se demostró la falta de conexión con los niños cuando bajaron del bus, porque lo hicieron como si nada,sin saludar o darnos la mano. Los profesores se despidieron más educadamente, pero sin mucha fiesta y una de ellas bajó mirándonos con superioridad y yo me pregunté ¿Tendrá esta muchacha tres carreras?.
Paso.
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