Contaba, la genial Lola Flores, que jamás tuvo miedo al escenario, pero que en 1942 actuó como telonera en el Teatro Fontalba, dentro del espectáculo Cabalgata, ese día el teatro estaba lleno de grandes personalidades de la prensa. Ella era una desconocida y se jugaba mucho, le entró miedo escénico y notó como la empujaban, literalmente, a escena. De estar entre cajas pasó ,de pronto, a verse frente al público y por fuerza tuvo que ponerse a cantar, pues anoche, sábado 25 de agosto del 2018, en el inicio de La cena de las emociones, me sentí igualito a ella.
No tuve miedo escénico, ni mucho menos, pero me sentí empujado a actuar. Como Lola, estaba tras unas cortinas negras hablando con Elena de nuestras cosas y sin previo aviso, las cortinas se abrieron y Raúl me miró con cara de venga sal, de hecho creo que hasta me lo dijo en voz baja. Yo creo que el publico notó y vio mi cara de sorpresa, puesto que esperaba oir como me presentaba o algo, pero nada, ya digo; de pronto me vi rodeado de gente y sin tener ni idea de lo que había pasado antes, tampoco sabía en que punto cogía al público o si estos sabían quien era mi personajeElena y yo teníamos pactada mi presentación, pero a última hora decidió que la hiciera Raúl y yo no oí como la hizo, solo que se abrían las cortinas y me decía "Sal".
Lo que hago al principio es una improvisación, con un personaje que no me cuesta pillar, pero esa salida inesperada hizo que empezara a actuar, sin el cuerpo, sin la voz, sin la presencia, sin el falso glamour impostado y sin el ego trasnochado del gran Victor Ferrara. Creo que me faltó seguridad y el público lo notó.
Me noté que hablaba acelerado y solté todo el repertorio de chistes y comentarios en la primera intervención. Luego jugué con los asistentes, pero me noté más cercano, más Lolo, más yo y menos personaje. La otra vez Víctor animó el ambiente, pero esta vez tuve conversaciones con el personal. Me gustó menos pero creo que creó confianza y seguridad en el público.
No entré muy contento, pero si entré con ganas de actuar. Esta vez no quería, es más no me iba a permitir que me entrara la inseguridad, como la otra vez, esta vez si oía dudar a mis compañeros yo no me dejaría influenciar.
Ayer estaba, durante el ensayo y el previo, demasiado relajado y eso a veces tampoco es bueno, corres el riesgo de salir adormilado pero, para nada: La música se cortó, se pidió silencio en la sala, el público lo guardó, sonó mi canción y Victor entró en escena.
Me sentí pleno, contento y seguro.
Después de que el último pase fuera tan maravilloso corriamos el riesgo de ir sobre seguro y dormirnos en los laureles, por eso, ayer podría fallar en lo que fuera, pero en estar dormido no y como en el texto no tenía duda, ni iba a impedir que nadie me la creara, empecé a meter movimientos, acciones a mi personaje y pausas a mi texto. Fue entonces cuando descubrí algo: cuando hice mi primera pausa y el personaje dudó que decir, Raúl se me acercó y me hizo gestos como para apuntarme, eso fue lo que pasó la otra vez y eso me creó la inseguridad, pero esta vez, cuando Raúl se acercaba a mí, no le prestaba atención, no en plan borde, sino para que supiera que mi pausa o duda era del personaje y no del actor.
Acabé la primera escena arriba de fuerza y energía, pero a tope, deseando seguir y dar más, mucho más, por tanto, la segunda escena fue aun mejor y la disfruté aun más, porque Raul no se corta y pese a ser el que menos experiencia tiene, no se calla nunca e improvisa mucho y eso le da mucha vida al texto.
Sí debo confesar que la segunda escena es larga, y hay una gran pausa y luego viene el final, ahí si he de reconocer que si Raúl no me avisa, se me olvida hacer el final y me quedo sentado, esperando que empiece la tercera escena.
Y la tercera empezó, ahí la verdad que no salgo, solo al final y me noté bien pero un pelín exagerado, quizá el querer darlo todo me hizo exagerar, pero vamos que son cuatro frases... tampoco...
En la cuarta no salgo y en la quinta me sentí muy bien de nuevo, porque con Raúl todo fluye y es fácil , en la sexta vuelvo a decir tres frases al final.
Y llegó la trilogía: La septima, novena y décima ( en la octava no salgo).
La septima es en la que me lo paso bomba y me siento genial, pero esta vez quedó un poco empañada porque hubo algo que se adelantó e hizo que el público hablara y se perdiera nuestro trabajo, debido a eso me desilucioné un poco y perdí esa energía extra que llevaba.
En la novena con Elena lo pasé genial, de hecho hubo miradas y conexiones muy buenas.
Y para acabar, la decima el broche y la más grande, ahí el público habló y eso hizo que se perdiera la atmosfera que se creó la vez pasada, yo me noté más forzado, debido a ciertas "cosas" el texto me llegaba muy fluido o nada fluido, esto hacía que el ritmo fuera una montaña rusa y que me impidiera llegar al estado que debía llegar, de una forma natural y lo hice forzado. Después de la actuación me dijeron que había cortado el texto al compañero pero es que llevaba una velocidad que si llego a esperar me duermo.
Por todo ello creo que la función estuvo mucho más lucida que la otra vez, pero el final fue más pegote.
Debo decir que Elena se me acercó entre escena y escena y me dijo que le encantaba mi Víctor y trabajar conmigo, al acabar hubo una señora que me repitió varias veces que le encantaba mi voz, que de dónde la sacaba y por último debo decir que el público lo pasó bomba, se le notaba como disfrutaban, sobre todo los más cercanos a mi lugar de actuación que fueron geniales. Por eso si alguna escena no se lució porque lo estaban pasando bien, no importa pues ese es el fin.
Sí debo decir que estaba a tope de energía pero en las escena que no salía me entraba un sueño horrible. También os puedo contar que... fallé varias veces en la dicción, hablo mucho y muy rápido y solo fueron unas tres, pero para mí eso es imperdonable.
Bueno dicho todo esto me lo pasé muy bien pero me fui con mal sabor de boca por la escena final, de ahí la contradicción.
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