viernes, 1 de noviembre de 2019

ESPERANDO Y ESPERANDO A LA JUVENTUD.


Fue un previo muy corto, con muchas tareas que hacer eso sí, pero de las que hice pocas. Me pasé más tiempo esperando, que haciéndolas, entre otras cosas porque al final me quitaron la mayoría. También es cierto, que al estar tanto tiempo esperando casi hizo que me cogiera el toro.

Tenía pensado llegar al jardín un poco antes de las 21:00 puesto que el primer pase comenzaba a las 22:00, y a mi no me llegaría el público hasta las 22:20 aprox. Con lo cual tenía casi más de hora y media para, llegar, exornar la casa, poner las velas en la escalera, preparar mi vestuario, vestirme, maquillarme, ensayar un poco con los compis, cenar y empezar. Iba más que sobrado de tiempo. Lo que no había tenido en cuenta, era que iba a tener que esperar para todo, y que una vez pasado el tiempo de espera, la mayoría de las tareas me las quitarían.

Yo iba a un ritmo de visita teatralizada de verano, hasta que comprobé que el ritmo de las de otoño era otro mucho más relajado.

Algo de ello tuve que intuir cuando llegué, pero no lo hice, no me llamó Dios por el camino de inspector de policía, pues no pillo las pistas. Al llegar, la decoración típica veraniega en el hall del jardín era nula y el trasiego de compañeros corriendo de un lugar a otro también, pero como digo no intuí nada.

En el jardín ya era completamente de noche, cosa que en verano tampoco suele suceder. Me recibió un entrañable y como siempre adorable Dani y entré en la casa de los administradores. Allí estaba, en modo también relajado y zen, ese gran descubrimiento, llamado Celia, esta estaba adaptando su cabellera a la de Amalia Heredia. Yo tras coger mi atrezo, pues el vestuario lo llevaba desde casa, la incité a que se viniera conmigo al “baño-camerino común” y así lo hizo. Cuando nos disponíamos a ir a dicho lugar, nos encontramos a Juampe que llegaba cargado con un hermoso campero, dispuesto a cenar.

De camino al “baño-camerino común” repasamos nuestro texto, pero entre lo relajante que se encontraba el jardín, el modo zen de ella y la semana tan tremendamente agotadora que ambos habíamos vivido, parecíamos dos tortugas afónica repasando, tardamos horrores, sin ritmo y sin decir las palabras exactas que decíamos en verano.

Yo suelo ser muy bueno para recordar textos. En los días anteriores al sábado 26 de octubre del 2019, quise repasar el de Loring y no me salía, lo dejé por imposible y ahora al hacerlo con Celia, tampoco me sentí muy orgulloso.

Por tanto, al llegar a nuestro destino, soltamos nuestras cargas y yo le pedí a Celia que mientras se maquillaba, volviéramos a repasar dicho texto a un ritmo más fluido y así lo hicimos. Esta vez fue un éxito pero cuando miré la hora ya era casi las 21:30 y no había hecho nada, así que me fui a la Casa Palacio, que previamente me habían informado que estaba abierta, a decorarla.

Celia me pidió que no tardara mucho que
no le apetecía estar allí sola. Pues fue dicho y hecho. Sus deseos fueron ordenes para mi, pues fue llegar a la casa, ver que la mayoría de las puertas estaban cerradas y que no podía entrar al armario donde se guarda la decoración de la misma, llamé para que me abrieran y me volví al “baño-camerino” con ella y allí vi pasar el tiempo, mientras esperé, esperé y esperé a que me avisaran de que estaba abierto y a que me reclamara Juampe para ensayar. Pero las 22:00 se acercaban y nadie me decía nada.

La hora de inicio de la función se acercaba peligrosamente, había llegado con tiempo para hacerlo todo, pero aún no había hecho ¡¡NADA!!. Así que a las 21:35 decidí, pasar de todos y comenzar a maquillarme y vestirme.

Fue en medio de ese proceso y cuando estaba sin vestir y sin desnudar, o sea, a medio camino de todo, cuando Juampe me llamó para ensayar, le dije que no podía, en otoño no iba a ir andando a medio vestir por el jardín para pillar un resfriado, que me esperara un poco. Me dijo  que eran ya las 21:38 y que no podía esperar, lo invité a subir al “baño- camerino común” y eso hizo  y mientras yo me vestía, hicimos dos veces el texto y nos salió de corrido, con ritmo y perfecto.

En eso llegó Dani le comenté mi preocupación de que la Casa Palacio estaba sin decorar y las escaleras sin iluminar porque el armario estaba cerrado. Su respuesta fue la siguiente:" Déjalo hoy no se decora nada", así que estaba intranquilo y esperando para nada, dos tareas menos que hacer.

Con tanta inútil espera, estaba apurado de tiempo, pues era realmente tarde. A las 21:47 ya vestido, me dispuse a cenar mi pequeño bocata. Listo y cenado les desee mucha mierda a los compis y me fui a la Casa Palacio.

Eran las 21:57 quedaban tres minutos para que empezará todo, y me fui a la casa, por fin me habían abierto el armario y pude sacar el atril, esencial para la función, poner algo de decoración, poquita, a última hora transformar el recorrido por la casa pues el de verano no se podía realizar ya que esta no se encontraba en todo su explendor y por último me hice unas cuantas fotos para este blog.

Los últimos momentos, ya vestido de Jorge, cómodo porque había perdido kilos, sin calor porque era otoño, con todo controlado, sin nervios, con ganas, preparando todo y ultimando como todo un actor profesional, fue un momento muy bonito. Es una chorrada, pero para mí fue algo para recordar. Iba tarde, en 3 minutos  empezaba el show, estaba pensando en otras cosas, pero me daba igual, pues todo estaba bajo control, pese a llevar dos meses sin hacer este personaje, ni calentarlo en exceso,  sabía que en un chasquido de dedos me metería en Jorge y ofrecería lo que el público demandaba pese a  que unos pocos minutos antes era Lolo.

Cuando la función llevaba ya 7 minutos empezada y con 13 minutos de adelanto para que empezará mi personaje, llegué a mi lugar de actuación a esperar a Juampe. 

Al final y gracias a que me quitaron tareas, porque con el tiempo que me tuvieron esperando para hacerlas, no hubiese podido, todo salió a pedir de boca, pues me dio tiempo, una vez allí, a escribir WhatsApp, a colgar fotos en Instagram y a calentar el personaje antes de empezar.




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