Muy poco dulce hubo en el primer ensayo de la pieza La Málaga dulce. Cuando hago esta afirmación la hago un poco en general, pero muy especialmente lo digo a un nivel particular, o sea, que lo digo por mí. Pues no solo no llevé una propuesta de personaje, sino que además no me sabía ni una frase del texto y lo que es aun peor, ni siquiera me lo había leído entero.
La primera en actuar fue mi Luisa, que lo hizo ya con
personaje y sin texto en la mano, no se sabía el texto perfectamente, es
cierto, pero ya lo llevaba casi listo y después de haber dejado el nivel tan
algo me tocaba a mí. Mil veces le pedí perdón a Edu, antes de empezar e incluso
con el texto ya empezado. Es que lo único que hice fue leer, pero leer
literalmente, sin ningún tipo de entonación.
Debo deciros que hasta que no tuviera permiso para el acento,
no quise estudiar nada para no viciarlo, además que no tuve mucho tiempo para hacerlo y lo que es peor , el texto tiene un lenguaje complicado y un orden de las ideas un poco desordenado y me daba mucha pereza ponerme a estudiar, por todo eso, fui al ensayo sin haber estudiado nada.
El ensayo acabó muy pronto, por eso no hubo mucho dulce, pero sí mucha sal,
porque una vez acabado este, estuve dando consejos a dos
compañeras con sus personajes.
Como bien sabeis con esto del confinamiento, he estado mucho
tiempo sin actuar y lo echaba de menos, pero también llevaba mucho sin dirigir
a actores y esto no lo echaba de menos, pero cuando el domingo volví a
hacerlo, me di cuenta de que también echaba de menos ese momento.
Quiero recordar de esta tarde cuando llegué al cementerio que
me encontré con mi Luisa en la puerta, hacía mucho tiempo que no la veía. Me
alegró mucho verla y lo mejor fue que cuando entramos, todos habían
desaparecido y tanto Luisa como yo, nos pasamos un rato dando vueltas por el
cementerio, buscando a los compañeros. Parecía una broma que nos habían citado
y ninguno estaba ahí.
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