sábado, 15 de agosto de 2020

JORNADAS CAMPILLERAS: MI PRIMER ENCUENTRO CON CAMPILLOS.


Fue un visto y no visto. Pasamos de estar amarraditos con nuestros cinturones en el coche de María, ella, Álvaro y yo, a estar en el interior del colegio, concretamente en el patio. Un patio de arena, espacioso, lleno de luz, con muchas sillas blancas, todas colocadas perfectamente para guardar la distancia de seguridad y en el fondo un magnífico escenario forrado de telas negras. Ahora era un lugar abierto, seco, con exceso de sol, pero todo auguraba que al caer la noche iba a ser un lugar esplendido y perfecto para una velada de teatro al aire libre en este extraño verano.

El festival Candilejas de Verano del pueblo de Campillos se celebra en el patio del colegio Jimenez Manzano, y a ese patio llegamos muy puntuales, a las 17:55. La cita del jueves 6 de agosto del 2020, era alas 18:00.

Odio, en cualquier tipo de viaje, (placer, trabajo, casting) esos momentos de espera, con las maletas, en plena calle de un lugar totalmente desconocido, donde te sientes un poco tirado o desprotegido, mientras esperas que te abran un sitio, que llegue el resto de personas, que te den la llave del hotel, etc. Pero esta vez no fue así, porque nada más bajarnos del coche, María vio que el cole estaba abierto, pidió al chico que estaba dentro que si podía dejarlo así,este le dijo que sí. Así que cuando aún no había dado ni 6 pasos para alejarme del coche,  volví a él, para recoger del maletero mi excesivo equipaje y entrar en el cole, del que me separaban escasos 100 metros.

Entramos, y mientras María hacía unas gestiones, Álvaro y yo, como si fuéramos de hierro y el escenario un imán, nos vimos atraídos hacía él, y de nuevo en un visto y no visto, estábamos sobre este. Por cierto, me impresionó ver este por detrás, era como los backstage de Madonna. 

Aproveché para sacar las prendas de mi vestuario más delicadas y susceptibles de arrugarse y empecé a colgarlas por donde pude y también aproveché para hablar con Álvaro de nuestras cosas. 

Siempre que llego a un escenario me gusta subirme y probarlo, pero viendo el comportamiento de Álvaro, creo que a todos nos pasa igual.

Nuestra siguiente parada fue una visita al parque José Hinojosa en busca de un helado. No encontramos lo que yo quería, es decir una heladeria profesional, pero nos conformamos con uno de quiosco. Por cierto, me compré uno con un chocolate exquisito pero que el resto no sabía a nada.

Como estábamos solos, María propuso tomarnos un café, pero yo aborté el plan y los convencí para ir a por el helado y eso hicimos. 

Esa noche estrenaba una pieza gestual, y sabeis que el trabajo de cuerpo no es lo mío y además sabeis que no me gusta viajar, pero pese a todo eso, en esta ocasión estaba súper tranquilo, el sitio me estaba encantando, más que trabajar parecía que iba de vacaciones. Campillos me daba tranquilidad.

Creo que hacía tanto tiempo que no salía y que no hacía cosas comunes que estar allí me parecía como un sueño.

Todo era perfecto. Desde el cartel enorme que vimos con nuestras actuaciones o la preciosa alameda del parque, hasta el viento me gustó, a veces un poco pesado, pero que hacía que la temperatura fuera muy agradable.

Cuando volvimos al cole, ya había llegado el director, soltamos todas las cosas en la sala de ensayo que era nada más y nada menos que el comedor del colegio, esperamos a los otros compis, que estaban tomando un café pues llegaron antes que nosotros y empezamos a trabajar.

Empezamos con los ensayos, que podéis leer en la siguiente entrada.



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