Pese a todo salí muy contento a actuar, repleto de ganas,
pero en cuanto hice el saludo, empecé a hablar y me di cuenta estaba haciéndolo
todo para que Rafael estuviera allí: La forma del cuerpo, sus movimientos, su
voz, su manera chulesca de hablar, sus chistes, bromas típicas y todo estaba
teniendo una ejecución perfecta, pero no estaba la esencia del personaje, de hecho,
no caminaba con su esencia.
La broma inicial creo que no se ha entendido, y por tanto se
han quedado un tanto cortados, o sea, que no he empezado con buen pie. Además,
estaban colocados de una manera que era difícil llegar a todos.
Hoy he mantenido muchísimo la distancia de seguridad, he
sido excesivamente escrupuloso con ello. En muchos momentos he ido el primero,
solo y sin hablar. Si hablaba, los de atrás no me iban a oír, y se podían
enfadar, así que por ejemplo al subir al mirador, bajar o por el paseo de la
ninfa, iba en silencio y cuando hablaba era en los espacios más amplios.
Aunque podría evaluar el pase con un 8 o un 9, que es muy
buena nota, es nada comparado con la semana anterior que fue una excelencia. Es
verdad que Rafael no estuvo, pero el grupo tampoco fue el de la semana pasada,
las cosas como son. Pero pese a ello, han sido muy simpáticos, agradables, pero nada que ver con
la familiaridad y el cachondeo generalizado de la semana anterior.
Podría hacer, como siempre, dos crónicas post-pases de los dos pases realizados pero sólo voy a hacer una. Porque
hoy en vez de dos pases de 25 minutos, he hecho uno de 50, puesto que he
empalmado los dos. Cuando llegué al mirador pensé que quizá me estaba
alargando demasiado, pero pese a todo lo estaba pasando bien, quería
que el público lo disfrutara y para tres semanas que estoy me dejé llevar, no
corrí, la bajada hasta el museo el público fue lento y yo les seguí el rollo, no los hice correr, así que, cuando fui a buscar al segundo grupo, Celia estaba
entreteniéndolos hasta que yo lleguara. Menos mal que es muy lista y me hizo ver
claramente que ella ya había acabado, pues yo no sabía nada.
Por tanto, no sé distinguir muy bien cosas de un grupo o de
otro, primero porque se me lían los recuerdos y segundo porque los dos grupos han sido
muy parecidos.
Había un chaval que decía que no era de fiar que no lo
contratara, una mujer de Barcelona muy educada con la que charlé mucho, además
como los trataba de amigos, les decía que no le habrían cobrado entrada y eso también
nos dio para mucho juego y bromas durante el camino. Aunque también es verdad que había unas señoras que iban a su bola y cortaban el fluir normal.
Como el juego en el banco de los enamorados que acabó con
una risa generalizada. Eso solo pude hacerlo en el segundo grupo, en el primero por la falta de tiempo no. La verdad que cuando me despedí del segundo noté
caras de pena, como que querían más, caras de alegría por conocer a Rafael,
comentarios jocosos sobre lo que habíamos hablado durante el camino y un
fuerte aplauso. Ya digo Rafael no estuvo en esencia, pero fue otra gran noche.
No me dejé
llevar, sino que yo controlaba todo, pues al no estar el personaje, temía
perderlo, entonces me autodirigía y me juzgaba durante toda la actuación, que
si la voz, que si el acento, que sí...
Pero repito, fue una gran noche y el broche de oro lo puso mi
compañero Samu, de administración, cuando acabé, coincidí con él que andaba
apagando el jardín y cerrando el museo y me dijo: “Lolo que me gusta ese acento
vasco que haces, me encanta. Te he estado oyendo y siempre me ha gustado mucho”.
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