miércoles, 5 de agosto de 2020

YO ACTUÉ PUESTO QUE ÉL NO VINO.


Conozco tanto a Rafael Echevarría que sé cuándo va a venir y cuando no. Y hoy sabía que no lo haría, no sé por qué, pero una vez vestido de él, no me salió de forma espontánea, ni los andares, ni la bondad ni el biorritmo de este personaje.

Es más, en principio no fui consciente de ello, pero el primer día de actuación me hice una sola foto, y como dije en entradas anteriores, me impresioné al ver que lo que reflejaba el objetivo de mi cámara era a ese hombre. Además me hice unas cuantas fotos más y todas me gustaban, pero en cambio hoy, viernes 31 de julio del 2020, me hice mil fotos y en ninguna lo veía, me veía a mí disfrazado, con cara de papa, muy colorado, muy raro no era él. Y luego cuando antes de actuar empecé a calentar el personaje, era la voz del personaje la que me salía, pero no con su musicalidad y su naturalidad.

Pese a todo salí muy contento a actuar, repleto de ganas, pero en cuanto hice el saludo, empecé a hablar y me di cuenta estaba haciéndolo todo para que Rafael estuviera allí: La forma del cuerpo, sus movimientos, su voz, su manera chulesca de hablar, sus chistes, bromas típicas y todo estaba teniendo una ejecución perfecta, pero no estaba la esencia del personaje, de hecho, no caminaba con su esencia.

Puedo decir que ha sido un pase maravilloso, que me lo he pasado muy bien, ha acabado muy contento, lo he disfrutado mucho,  el publico tambien, pero él no estaba.

La broma inicial creo que no se ha entendido, y por tanto se han quedado un tanto cortados, o sea, que no he empezado con buen pie. Además, estaban colocados de una manera que era difícil llegar a todos.

Hoy he mantenido muchísimo la distancia de seguridad, he sido excesivamente escrupuloso con ello. En muchos momentos he ido el primero, solo y sin hablar. Si hablaba, los de atrás no me iban a oír, y se podían enfadar, así que por ejemplo al subir al mirador, bajar o por el paseo de la ninfa, iba en silencio y cuando hablaba era en los espacios más amplios.

Aunque podría evaluar el pase con un 8 o un 9, que es muy buena nota, es nada comparado con la semana anterior que fue una excelencia. Es verdad que Rafael no estuvo, pero el grupo tampoco fue el de la semana pasada, las cosas como son. Pero pese a ello, han sido muy simpáticos, agradables, pero nada que ver con la familiaridad y el cachondeo generalizado de la semana anterior.

Si la semana pasada me sentía como un barquito de recreo paseado por un río, donde el agua fluye y todos vamos dejándonos llevar por la corriente y yo soy el barco que los guía. Hoy era un caballo que tira de un carro cargado de gente y cuesta arriba, donde yo era él que tiraba de todo y todo dependía de mí.

Podría hacer, como siempre, dos crónicas post-pases de los dos pases realizados pero sólo voy a hacer una. Porque hoy en vez de dos pases de 25 minutos, he hecho uno de 50, puesto que he empalmado los dos. Cuando llegué al mirador pensé que quizá me estaba alargando demasiado, pero pese a todo lo estaba pasando bien, quería que el público lo disfrutara y para tres semanas que estoy me dejé llevar, no corrí, la bajada hasta el museo el público fue lento y yo les seguí el rollo, no los hice correr, así que, cuando fui a buscar al segundo grupo, Celia estaba entreteniéndolos hasta que yo lleguara. Menos mal que es muy lista y me hizo ver claramente que ella ya había acabado, pues yo no sabía nada.

Por tanto, no sé distinguir muy bien cosas de un grupo o de otro, primero porque se me lían los recuerdos y segundo porque los dos grupos han sido muy parecidos.

El primer grupo fue muy divertido, pero en el segundo había muchas familias, muchos grupos de amigos y demás, por tanto, se conocían entre ellos y eso dio mucho juego. Con el primero ha ocurrido algo muy gracioso. Cuando Rafael llega al mirador, siempre invita a alguno de los invitados a probar la sonoridad de la pérgola, pues en ese grupo han querido subir y probarla casi todos daba igual la edad, desde los más pequeños a los más mayores. Nunca me pasó eso subía uno y otro y otro y otro.

Había un chaval que decía que no era de fiar que no lo contratara, una mujer de Barcelona muy educada con la que charlé mucho, además como los trataba de amigos, les decía que no le habrían cobrado entrada y eso también nos dio para mucho juego y bromas durante el camino. Aunque también es verdad que había unas señoras que iban a su bola y cortaban el fluir normal.

En el segundo grupo cuando dije que la mayoría de la arqueología que había en el jardín ahora está en el panteón de los Echevarría, hubo un chico que me defendió y eso es la primera vez que me ha pasado, además con todo el grupo en contra, eso también fue divertido.

Como el juego en el banco de los enamorados que acabó con una risa generalizada. Eso solo pude hacerlo en el segundo grupo, en el primero por la falta de tiempo no. La verdad que cuando me despedí del segundo noté caras de pena, como que querían más, caras de alegría por conocer a Rafael, comentarios jocosos sobre lo que habíamos hablado durante el camino y un fuerte aplauso. Ya digo Rafael no estuvo en esencia, pero fue otra gran noche.

No me dejé llevar, sino que yo controlaba todo, pues al no estar el personaje, temía perderlo, entonces me autodirigía y me juzgaba durante toda la actuación, que si la voz, que si el acento, que sí...

Pero repito, fue una gran noche y el broche de oro lo puso mi compañero Samu, de administración, cuando acabé, coincidí con él que andaba apagando el jardín y cerrando el museo y me dijo: “Lolo que me gusta ese acento vasco que haces, me encanta. Te he estado oyendo y siempre me ha gustado mucho”.

 



 

 


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