La noche del jueves 6 de agosto
de 2020, estrenábamos la pieza, C’ste la vie, una obra con miles de entradas y
salidas, con miles de cambios de vestuario y con miles de tipos de personajes.
Esta exigía una gran coordinación, concentración y seguridad entre todos
nosotros, y en ciertas escenas, entre nosotros y la música.
Creo que no hablo solo por mí, sino por todos mis
compañeros, pero todos estábamos muy expectantes sobre lo que iba a pasar y
porqué no decirlo, un poco asustados con el resultado final.
Por todo ello queríamos, deseábamos y exigíamos ensayar la pieza. Pero cuando empezamos a trabajar, el director, quiso ensayar otras cosas.
Os cuento, al día siguiente se estrenaba la pieza Tres en raya. Una pieza donde se representaban tres obras cortas. Estas si se habían ensayado muy bien y estaban muy cuadradas, pero cada pieza exigía su montaje y desmontaje de escenografía, unas presentaciones y unas músicas, pero hasta ese día no dispusimos de todos los elementos de la escenografía y por tanto nunca habíamos podido ensayarla tal como se iba a representar.
El ensayo fue carente de toda dificultad, de todo estrés y de toda complejidad. Vamos fue un cachondeo, una fiesta.
Lo que hicimos fue, se hacía el montaje de un entremés, su presentación, el principio de este, el final, el desmontaje, la presentación del siguiente y el montaje de ese y así tres veces. Yo hacía casi todos los cambios con Juan así que me hartaba de reír y los otros con Manu y este compañero me aportaba serenidad.
Yo no las tenía todas conmigo, por tanto expresaba públicamente y en muy diversas ocasiones mi estado de nervios, esto era como una forma de justificar si algo me salía mal, porque en mi interior estaba muy tranquilo. Estaba deseando subirme a ese escenario, hacer esa pieza tan original para mí y estrenarme en un grupo nuevo, pero con colegas de siempre. Además es un lujo estar rodeado de profesionales y en un festival veraniego al aire libre. Asi que estando todo como está podía considerarme un afortunado y disfrutaba el momento.
Subimos al escenario y en la espalda de este, cada uno de nosotros pegamos, una chuleta del guion, en un trozo de la pared del escenario, para que nos sirviera como guía y en una silla, otros en dos o más como Álvaro, otros en el suelo como Celia, fuimos colocando todo el vestuario y el atrezo de cada uno.
Me quedé totalmente impresionado cuando vi ese grupo en el
teatro y mucho más cuando vi algunos reportajes sobre su backstage y como los
actores y actrices corrían de un sitio a otro para cambiarse de vestuario,
maquillaje y sobre como tenían la capacidad para pasar de un personaje a otro
en cuestión de segundos. Como digo, estaba constantemente demostrando mis
nervios, pero realmente en el fondo estaba muy feliz, pues me sentía un actor de La Cubana pero a un nivel casero.
Nos preocupaba tanto, pero tanto, los cambios de vestuarios
que nos esforzábamos más en la parte de atrás del escenario que delante. Detrás lo dábamos todo, el esfuerzo era el máximo,
pero en cambio cuando salíamos a escena, actuábamos rápido, sin esfuerzos y casi
sin interpretar nada, pues nos preocupaba más el cambiarnos de ropa y llegar a
tiempo que actuar. Esta fue mi sensación personal, pero al compartirla, todos
mis compañeros pensaron igual.
El ensayo fue un poco de “aquella manera” y lo mejor fue
cuando llegó mi parte deportiva. El director, que estaba en el patio de
butacas, tuvo que parar el ensayo y subir al escenario para darme consejos de cómo
realizar mi acting. Yo para el deporte no soy lo mejor, todo lo contrario, y en ese ensayo lo hice
evidente. Hice de tenista y casi perdí la pelota y cuando hice de futbolista,
según palabras del director: “Casi pierdo una uña”.
En cuanto a Manu, decir que menos mal que lo tenía pendiente a mí ,pues cada vez que tenía que hacer de médico, se me olvidaba y él me lo recordaba.
Acabado el ensayo, volvimos a recolocar todo el vestuario, cada uno
en nuestro lugar. Ahora con causa de razón, pues fuimos dejando las prendas de modo que todo era mucho más fácil. Además,
ya sabíamos que llegábamos a tiempo a los cambios de ropa así que nos
prometimos que en la pieza íbamos a disfrutar.
Tras el ensayo, un momento de descanso, de vestirnos y
prepararnos para la pieza. Tiempo que Celia y yo aprovechamos para montar, sobre el escenario, un fragmento de la pieza que teníamos que hacer con unos globos, pero los globos no llagaron al estreno y tuvimos que improvisar y crear de cero una escena y el director también aprovechó para decirnos que
el ensayo había salido un poco regular, casi suspenso y en ese momento se
empezó a oír, por parte de los compañeros la típica frase de: “A malos ensayos
generales, grandes estrenos.”
Bueno, después de ese descanso y prepararnos, ya era de noche y con el patio de butacas medio lleno
nos dirigimos a nuestro estreno.
EL ELENCO |
Que pecha de leer
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