El viernes 7 de agosto del 2020, si comparamos con el día
anterior, la llegada a Campillos fue totalmente distinta. Por motivos
personales, mi cabeza estaba en otra parte. Mi cuerpo se fue a Campillos, pero
mi cabeza se quedó en Málaga.
Aparcamos en la entrada principal del cole, no en el
lateral, pero esta vez estaba cerrado. Cargado con las bolsas donde guardábamos
todo el vestuario, esperamos en la puerta, ya que no podíamos entrar y no
sabíamos ni cuando, ni quién nos abriría.
Eso me recordó a los momentos de espera en medio de ninguna
parte que ocurre cuando viajas y que os comenté en entradas anteriores que me
gustan tan poco, por tanto, la tarde no empezaba bien, y encima yo que tenía mi
cabeza en otra parte.
Llamamos a Manu para ver dónde estaba y quién nos podría
abrir, este nos informó que ya estaba dentro del cole y que en unos segundos
nos abriría y así fue. La verdad que la espera fue muy breve, vamos casi
inexistente, pero yo como tenía el día muy chungo...
Es cierto que, a lo largo del previo, noté en contadas o más
bien en bastantes ocasiones que uno de los compis ocupaba el lugar del director,
del "jefe" o del papá, pues era como el responsable y quien guiaba
nuestros pasos, controlaba lo que hacíamos o nos programaba las actividades.
Teníamos esa figura, aunque creo que no fue necesaria puesto que fuimos muy
responsables o más bien excesivamente responsables.
Lo primero que hice nada más llegar, fue irme al comedor del
cole a coger una silla y como el día anterior, a la espalda del escenario,
busqué mi espacio y preparé mi vestuario y mi atrezo y de allí directamente,
cuando ya llegó Juan, que fue el último en hacerlo, nos fuimos todos directos y
como corderitos al comedor a ensayar.
Yo me quedo con el último, que fue el que hicimos casi a las
21:00 h. Justo una hora antes del estreno.
La noche ya estaba cayendo y se realizó sobre el escenario,
con los micros, el atrezo completo, la escenografía completa, la música y parte
del vestuario. Hicimos un ensayo de toda la pieza, incluyendo, montajes,
desmontajes y presentaciones. Creo que no se hizo el segundo entremés.
La sensación fue preciosa, no sé ese atardecer, en ese pueblo, sobre ese escenario. He visto tantas veces en tv o en Internet a mis artistas favoritos en chándal o con ropa informal, ensayando antes de una actuación, con el escenario a medio gas, con el patio de butacas vacío, con la luz del sol, donde se ve que todo es mentira, pero que por la noche se convertirá en magia y fantasía, dándolo todo en los ensayos, pero a la vez jugando y divirtiéndose con los compañeros y está vez yo era uno de ellos.
Ese ensayo acabó con el tiempo justo para vestirnos,
maquillarme, esta vez sí lo hice, y esperar. Ese tiempo de espera fue el que
debía haber aprovechado para programar y fijar bien los cambios del personaje
del maestro y que no hice, entre otras cosas porque en el ensayo había ido muy
bien.
Previo a ese ensayo en el escenario hicimos dos más en el comedor.
El primero fue solo de montaje y desmontaje. El día anterior
el director nos lo había marcado y había quedado muy claro. Pero esa tarde cuando lo
hicimos para que la técnica de sonido, una persona maravillosa, lo conociera y
supiera qué hacer en cada momento, fue un caos enorme pues nada más
empezar nadie se acordaba qué movía, cuándo y cómo, ni en qué momento se
hacían los cambios, las presentaciones etc.
Ahí fui yo el que puse un poco de control planificando el
orden, juré que lo recordaba perfectamente del día anterior, nunca lo tuve
seguro al cien por cien, pero lo dije tan serio que di el pego y convencí a los compañeros.
Pese al buen rollo, a la diversión y el buen ambiente de
trabajo reinante, yo por cosas personales como dije antes, no estaba del todo
integrado y tenía un nudito en el estómago.
Después de repetir los montajes varias veces, se hizo un
ensayo-repaso integro de la pieza completa, sin el segundo entremés, y antes de irnos al
ensayo sobre el escenario, volvimos a repetir dos veces el entremés, El bulto
negro, que no quedó muy lucido, la verdad.
Tras eso cargamos, unos más que otros, la escenografía hasta el escenario y comenzamos ese magnífico ensayo que dije antes.
Momentos antes de actuar, recuerdo a mis compis repasando y repitiendo los textos y recordando las intervenciones una y otra vez, en cambio yo estaba realmente tranquilo, controlaba todo y estaba muy bien, es más mientras esperábamos para salir a actuar yo estaba de bromas y riendo. Tanta seguridad la pagué después. (El por qué en la siguiente entrada).
Que gran tipo eres.
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