Solo, en la última planta con lo poco que me gustan las alturas, a media luz, de pie o sentado en el suelo, abrigado como si fuera pleno invierno, cocido de calor y 4 horas sin hacer nada, sin ver a nadie, sin hablar con nadie. Solo conmigo mismo.
Cuando no tengo nada que hacer, pienso, y si al día siguiente, al mediodía, debo viajar a Madrid a trabajar, sin tener bien organizado nada, cosa que no me gusta y me agobia, mi cabeza es un hervidero de pensamientos feos, agobios e inseguridades, además un personaje tan triste no ayuda a otra cosa ¡¡¡ Y 4 horas, sí 4 HORAS ASÍ!!!. Vamos una absoluta tortura.
Maravillosa noche la del Viernes 12 de mayo del 2023. ¿ No creéis?.
Tenía previsto 4 pases de Noche en el museo en Antequera y cada pase duraba 60 minutos o sea, un total de 4 horas de función y si mi monólogo no duraba más de 5 y hacía 4 pases, eran 20 minutos de actuación y 3 horas y 40 minutos de espera y pensamientos. Un infierno, pensaréis, ¿ Verdad?.
Pero os aclaro que el título de la entrada no es para nada irónico, sino totalmente real.
¡¡ Ay que ver lo autoenemiga que es nuestra cabeza!!! Porque lo que he descrito era como yo tenía seguro 100 % que serían esos tiempos de espera. Pero, ¿ Cómo fueron en realidad?. ¡¡¡ Una gozada!!!.
Para empezar, ni suelo, ni altura, ni calor.
Estaba en una segunda planta y tenía una habitación aneja a la sala donde actuaba, toda pintada de rojo y plagada de cabezas esculpidas, no sé si en barro u otra cosa, pero eso sí muy realistas y de un tamaño enorme, pues ahí entre cabeza y cabeza, tenía mi sillita, pegada a la pared y justo encima un aparato de aire acondicionado, que echaba un chorro, a veces, excesivo.
Podría haberme cambiado de sitio, pero no lo hice, era mejor tener frio que pasar calor, sudar y salir a actuar empapado, no quedaría bonito y así no me estorbó en ningún momento, ni el pantalón largo, ni la camisa de invierno, ni la corbata, ni la gabardina.
Esa separación me ayudó mucho a diferenciar el espacio cotidiano, del extra cotidiano y poder distinguir muy bien, a José María de Lolo y a la pena de la alegría.
Ni me aburrí, ni me sentí solo en ningún momento, ni tuve pensamientos negativos, al contrario, estuve conectado con mi madre, por teléfono, casi todo el rato.
Entre el primer y segundo pase, fui un poco más recatado. Me dediqué a escribir para el blog, a esperar concentrado, a ver el móvil, a hablar con gente en las apps y a esperar.
Pero el resto fue muy divertido. Llamé a casa para ver como iba todo. Después, no sé para qué volví a llamar y le confesé a mi madre que estaba aburrido y me dijo que la llamara cuantas veces quisiera, así que estuvimos enganchados en todo momento, con conversaciones divertidas, con charlas, con humor, con impresiones de las actuaciones etc.
El que mis padres tengan móvil con Internet, por fin después de los miles de años que yo llevaba demandándolo, me permitió que vieran mis fotos y donde estaba al instante, que pudiéramos compartir cosas y sensaciones de mi trabajo como jamás habíamos hecho.Hasta tuvimos una conversación, discusión, negociación a 3 bandas para hacer una video llamada que nunca llegó a buen puerto. Me hizo mucha ilusión compartir esos momentos de intimidad de mi trabajo casi en directo con ellos.
Entre el segundo y tercer pase recuerdo que viví toda una aventura/ odisea, puesto que decidí ir al baño.
No sé si fue el aburrimiento o lo que fue, pero me entraron unas ganas imposibles de hacer pis.
El único baño que había era donde me maquillé. Esto es, fuera del museo, cruzando el patio y el otro edificio.
Me quité la gabardina y el sombrero y me bajé por las escaleras, como si fuera un detective privado, mirando a lado y a lado y evitando todo contacto con otro ser humano.Lo conseguí. Ya abajo estuve hablando con Paula y juntos trazamos un plan. Fui a llevarlo a la práctica pero nada, pues intenté salir al patio y allí estaba Edu con el siguiente grupo. Me escondí en la sala de la prehistoria, de ahí pasaría al patio y al otro edificio, pero no recuerdo como Mari Carmen me dijo que el grupo entraba por allí. ¡¡¡¡ Menos mal!!! Me imagino a Edu abriendo la puerta de la sala y encontrarme allí en medio vestir. ¡¡¡ Me mata!!!.
Al final lo conseguí, pero fue toda una aventura, escondido viéndolos de lejos, agazapado tras una puerta o una esquina como un leopardo antes de de cazar, esperando el aviso de Mari Carmen, cruzar de nuevo el patio, verlos de lejos mientras observaban el monólogo de Paula y correr hacía el ascensor donde al entrar, ya orinando, me relajé.
Después subí y me pasé medio descanso mandado audios a José o viviendo el momento cumbre, el de comerme mi bocata de queso y aceite que me había hecho mi madre. ¡¡¡¡ QUÉ PLACER MÁS INFINITO!!!.
Tanto desvarío me hizo llegar frio al tercer pase, así que, el siguiente descanso lo dediqué prácticamente entero a concentrarme y preparar al personaje.
El resto de descansos pues fueron más hablar con la mamá y más hablar, también abrí las ventanas para descubrir las vistas y mirad qué chulada donde estaba y ya digo mucho gamberrear.
Es que si la noche fue genial y la actuación estuvo de muerte, el gran espectáculo realmente lo fue el tiempo de espera. ¡¡¡ QUÉ BIEN ME LO PASÉ!!!.
PD: A ver si aprendo ya que hay que dejarse llevar y pensar menos.
Grandísima entrada. Ha sido como estar alli contigo.
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