Siempre os comento que mi hermano me suele decir que: " No se puede
tener expectativas, porque cuando esperas con miedo algo malo, al final no es
tan malo, menos mal y por el contrario, cuando esperas algo bueno al final sale
todo fatal". Como me pasó, ayer, viernes 27 de abril de 2018, en la
Biblioteca Municipal de Málaga.
En nuestra mente y según nuestras últimas reuniones los
miembros de Diantre Teatro lo
teníamos todo muy claro, muy organizado y muy bien planteado para la actuación
de Cervantes nos visita. Con lo cual,
el ir a la biblioteca solo supondría, divertirnos, entretenernos y disfrutar de
la preparación de todo, reírnos y pasarlo bien. De hecho habíamos llegado a la
biblioteca a las 16:00 h. aunque la actuación no era hasta las 18:00 horas.
Pero queríamos estar allí tranquilos y disfrutar.
Pero al llegar, en un solo segundo, todo cambió. Aparcamos
el coche y cargando con nuestras bolsas, comiendo frambuesas rellenas de
chocolate que nos había comprado Anai y hablando, felices, de nuestras
tonterías, a las 16:00, Anai, Salva y yo entrábamos a la biblioteca. Pues nada
más entrar, Anai cogió el ascensor y subió a la segunda planta, como no le
gustan mucho los ascensores subió sola y nos dejó a nosotros en tierra.
Salva y
yo esperamos al próximo ascensor. Mientras, Salva se puso a mirar el tablón de
anuncio y ¡SORPRESA! había un cartel enorme, donde ponía que actuábamos a las
18:30. Eso cambiaba todos mis planes, ya no podría llegar a tiempo al ensayo
general de Los clásicos en San Miguel.
La quedada con mis padres para ir al cementerio debía cambiar. Ya nada sería
como yo deseaba. Todo eso me puso de muy mal humor. Salva me dijo:" Pues cámbialo" y eso hice, le pedí
un bolígrafo al bedel y el tres lo convertir en un cero.
Después subimos a la sala infantil de la biblioteca, donde
otro enorme cartel nos esperaba
anunciando nuestro show a las 18:30. De nuevo cogí el bolígrafo y puse otro
cerito.
Entramos y tras la sorpresita, empezamos a montar
directamente. Había un señor que entró y salió varias veces de la sala, nos vio
mover las mesas y las sillas para hacer un hueco a la alfombra que pondríamos
en el suelo, no nos dijo nada, solo nos
miraba raro. Luego descubrimos que era
de la biblioteca, pero...
En ese momento fueron llegando diferentes mujeres del personal de la
biblioteca. Una nos dijo que ella y sus
compañeras nos cambiarían las sillas y las mesas que ese era su trabajo, pero
nosotros le dijimos que no que lo hacíamos
el grupo sin problema. Otra nos dijo que había colgado un cartel donde decía
que nuestra actuación era a las 19:00 pero que ellas tenían folletos donde
ponía que actuábamos a las 18:00, por tanto, actuábamos a tres horas distintas.
Solo le pedimos un cable/alargador, que
por cierto, nos lo ofrecieron el día anterior, pero nos costó horrores dar con
él.
Todos los que llegaban se
sorprendían de que estuviéramos cambiando las sillas sin avisar. Es verdad,
que no avisamos a nadie, pero como ya lo habíamos confirmado con dos
responsables... pues...pensé que no era necesario insistir.
Y allí estaba yo, poniendo las sillas, decorando todo,
sacando el vestuario, ordenando el atrezo, pero, la verdad, que cualquier cosa que hacía, aprovechaba y sacaba
a relucir que lo de las 18:30 “Yo no puedo
empezar a actuar a esa hora, porque llegaría tarde a Los clásicos en San Miguel”.
Le había prometido a Edu ir un poco más
tarde, pero media hora más, era tardísimo y eso hizo cabrearme un poco y que en
cada situación estuviera siempre tenso. Hasta Salva me llegó a decir: " Relájate disfruta de esto, si al final vamos
a actuar a las 18:00, así que diviértete".
Ayudé a Salva y Anai en todo lo que pude. Anai, por cierto, estaba genial, estaba muy graciosa, ya que no se enteraba de
nada y ese despiste a mí me hacía reír constantemente y a Salva lo sacaba un poco de quicio, porque debía repetirle
todo. “Esta tela es para la bruja"
decía Salva y Anai la ponía de mantel en la mesa, "Estas sillas van ahí detrás" y Anai las colocaba en otra parte
para coordinar los colores de las mismas. Hasta Salva la mandó a su coche por
un cable y cuando volvió dijo que no lo traía pues se había liado. Esto último
fue una broma, pero yo me meaba de risa.
Lo que si fue real, es que había olvidado su neceser de
maquillaje en casa y se tuvo que maquillar con el mío, que más malo no puede
ser.
Sobre las 17:00 ya estaba todo listo y empezamos a hacer
algunas pruebas. Salva se dio cuenta que no podíamos poner música, puesto que
el cable se había quedado en casa de
Anai, así que, Salva decidió que fuéramos a un bazar a por uno. Él no tenía
ganas de ir y fui yo.
Eran las 17:05 aproximadamente y entre que me fui, llegué al
bazar que estaba cerca, pero no tan cerca, llegué, miré los cables, no había,
pedí ayuda al dependiente, me enseñó uno, lo fotografié, lo mostré por Whatsapp
a los compis, Anai me dijo que no servía, me fui a otro bazar, luego me llamó
Salva me dijo que si servía, volví a dicho bazar, volví a pedir el cable, el
chico con mala cara me lo buscó, me lo dio, lo pagué y volví a la biblioteca. Llegué,
cansado, sudado, mal oliente, agobiado y algo nervioso, puesto que ya eran las
17:35 faltaban veinticinco minutos para empezar y yo aún andaba en la calle.
Cuando llegué, ya estaba todo colocado y la verdad que todo tenía
un aspecto muy curioso, coqueto y gracioso. Me encantó.
Le dije a Salva que iba a vestirme y me dijo aún había
tiempo, pero le dije que prefería irme ya.
Y menos mal que me fui, porque tardé mucho. A las menos
cinco me llamaba Salva, al móvil, para decirme que donde estaba, que quedaba poco
tiempo y para avisarme que al final estaría desde el principio con ellos en
escena. Había modificado mi entrada a última
hora, pues perfecto. De hecho me quitaba el problema de esconderme hasta entrar.
Cuando Salva me llamó, estaba maquillándome en el baño de minusválidos.
Previamente, había estado cambiándome en el baño de caballeros. Imaginaros las medias y el
cinturón colgados en una puerta, los zapatos en el suelo, el jubón sobre una pared,
en otra puerta los pantalones, el maquillaje sobre el lavabo. En eso, entró un chico y se asustó, luego un trabajador de la biblioteca que me invitó a
irme al otro baño y menos mal.
Allí más tranquilo, pero con mucho calor pude vestirme. ¡Qué
calor pasamos todo el día en dicha biblioteca!
Me costó arreglarme, porque: el maquillaje que llevaba no era
el mejor, no me salía bien las arrugas, el blanco para las canas era en polvo y
se me iba. Estaba sudando tanto, que apenas me corría bien el maquillaje y sí a
todo esto le sumamos que el pantalón era excesivamente ancho, la camisa larga y
estrecha, las medias muy estrechas...la verdad que cómodo no estaba y el
momento de vestirme y maquillarme no fue muy bonito.
Vino Anai a recogerme. Ya había un niño en la sala, pensamos
que era público, así que solté mi ropa de Lolo, puse el móvil a cargar, cogí un
libro, Salva me hizo señas y me metí, sin calentamientos, indicaciones o fotos previas en el cuerpo de don Miguel de Cervantes y
Saavedra.
Gran sabio tu hermanito.
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