Y no hay nada más que decir, solo él, su nombre, su apellido
y punto. Siempre dije, digo y diré que no soy muy amigo del campo, pero una vez
más tengo que afirmar que el Jardín Botánico es un lugar mágico, donde todo es distinto, placentero y especial.
Ayer viernes 24 de julio de 2020, justo antes de empezar la
primera de las visitas teatralizadas al Jardín Botánico de Málaga del 2020,
bajé a la sala de los administrativos a dejar toda mi ropa. La visita ya había
comenzado, en dicha sala me encontré con Samu, uno de los administrativos y presentador. Este ya había
terminado su presentación y estaba cambiándose. Yo aún no había empezado y me
dijo orgulloso y satisfecho: “Listo, ya hemos empezado la novena temporada”, me gustó porque lo noté feliz por ello. De ellas yo he participado incluyendo esta, en
5 ediciones.
Allí he hecho de casi todo,
duende, viejo mago, Jorge Loring en dos versiones distintas y con todos me los
he pasado genial, pero sin lugar a dudas, el jardín llega a un nivel de magia extraordinario y se genera una energía especial cuando me meto en la piel del vasco Rafael Echevarría
y ayer pasó.
Ayer, de nuevo, fue un parón en mi vida, un parón de ser
Lolo, para ser otra persona, otro ser. No había ensayado nada, ni apenas lo había organizado.
Este año hacía un recorrido más largo y lo había previsto o pensado en mi mente pero muy mínimamente. Confiaba
en que me iba a ir bien, en que me iba a salir bien.
La gracia de este personaje es que parte de un recorrido establecido, de un material de información que debe de dar, pero que su esencia es dejarlo vivir, que viva y fluya sólo, asi que si me ponía a organizarlo,
ensayarlo y prepararlo todo al dedillo me saldría muy falso y perdería su esencia y lo dejé fluir.
No todas las veces que me he
metido en su piel, he dejado de ser yo para ser él, algunas veces he sido yo, actor, haciendo de él, personaje, pero ayer fue uno de esos días especiales, donde pasé de cero,
de ser Lolo, al 100, a ser él y todo sin calentar y después de casi 3 años sin meterme en su piel.
Fue oír al público, poner la postura de don Rafael, abrir la
boca, desaparecer yo y dejarlo a él vivir. De nuevo vivió, de nuevo se apoderó
del jardín, de mí, de la noche, de las 30 personas que iban en el grupo, se
apoderó de todo. Fue sensacional. Había una mujer con su hija, que cada vez que Rafael soltaba una de las suyas reía a carcajada y lo comentaba.
Si tengo que destacar algo, aunque suene muy raro, fue el
trayecto de vuelta a casa. Me vine caminando desde el jardín, casi una hora.
Iba con mi mascarilla, oyendo música, Lola Flores y Ana Mena entre otros,
notaba el calor de una noche de verano en mi piel, algo que este año con toda
la situación sanitaria, esta siendo imposible. En ese momento fui consciente de
lo que había pasado en el jardín, o sea, que de nuevo vi que ese personaje me había poseído
y yo le había cedido mi ser. De nuevo la interpretación en mayúsculas y la fantasía habían cobrado vida.
En un chasquido de dedos, mi mente, mis sentimientos, mi forma de pensar, se habían trasladado a ese verano de 2016, donde no había
problemas, donde todo era pasarlo bien, me trasladé al estreno de ese personaje, a ese regalo que la vida y Rebeca me dio y sentirme así fue un respiro enorme.
Lo único bueno, pero lo único, único, que ha tenido todo
esto que estamos viviendo ha sido el tener que hacer las visitas teatralizadas
de este año de esta forma tan especial y que con ello haya vuelto Rafael Echevarría,
porque me ha hecho vivir una noche muy feliz.
De vuelta a casa, estaba pensando que iba a escribir sobre
la función que acababa de realizar y no sabía cómo explicarlo, pues no sabía
expresar en palabras lo que había vivido y como me sentía.
Es más sé que no voy a conseguir que esta entrada sea tan viva, tan divertida, tan mágica, tan alegre, tan exitante, tan festiva como fue esa noche. No voy a conseguir con mis palabras transmitiros todo aquello que tuve el placer de sentir.
No me puedo, ni me quiero quedar con nada concreto, sino con
el todo, con el pase completo.
Hacía mucho tiempo, que no sentía, ni vivía tan buen rollo entre un grupo de personas y
pienso que en tiempos como estos, hacer a tanta gente feliz es algo
muy grande.
El inicio debido al tema de distancia, seguridad y a que
salía desde un lugar nuevo y mi entradilla tampoco era la de siempre, fue un
poco frío, muy poco, pero lo fue, pues en menos de un minuto ya estaba en
marcha.
Mi participación debía durar unos 25 minutos, yo no sé lo que
duró puesto que no llevaba el control del tiempo de ninguna forma, pero nada
más que por la distancia que recorrimos, creo que hicimos más, pero cuando
estaba en la mitad del recorrido pensé: “Ya estamos aquí, pero si no habrán
pasado ni 3 minutos”. Estaba encantado.
Estaba tan encantado que no he
parado de hablar, es más, a la bajada del mirador me quedé un rato callado,
pues pensé que les iba a estallar la cabeza a los pobres. Además, los dejé contemplar el jardín, es más,
en el mirador les dejé un rato para disfrutar de las vistas y se hicieran
fotos. He hablado casi personalmente con cada uno del publico y siempre que
hablaba estaban pendiente a mí.
El publico ha sido muy respetuoso
con la distancia y la seguridad, cosa que le agradezco. Todo ha sido muy bonito
y le doy gracias a la vida y a Dios por haberme dado la oportunidad de vivir
esa noche. Noche que mi compañera Celia al acabar, también definió como fantástica.
Que bonito lo que cuentas sobre el regreso andando.
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