Como el viernes, 10 de
julio de 2020, a mi “delicado “compañero, Javi Zumaquero, no le daba vergüenza ir caminando vestido de personaje por las calles malagueñas, en vez de ir
escondidos por callejones, nos fuimos por dos arterias principales, calle Cister
y Alcazabilla hasta la puerta del Alcazaba.
Por allí iban, paseando, el
jefe árabe y el actor romano, rodeados de personas que nos miraban. Sé que a
Javi no le hacía mucha gracia, pero a mi me encantaba ir así, con la gente
mirando. Cada día me gusta más el teatro callejero y más cuando vas con un
compañero, pues solo da más vergüenza. Como luego comprobé.
Llegamos a la entrada del
Alcazaba y subimos a la parte más alta y allí esperamos la llegada del público.
De nuevo fotos, conversaciones, confesiones, planes y nervios. Esta vez los
nervios eran solo míos, otra vez, por si llegaba el público y me encontraba por
allí.
A parte de todo eso, hicimos un repaso de nuestros textos, pero esta vez al unísono y en mi caso metiendo los movimientos nuevos que me había marcado.
Estábamos relajadamente hablando,
cuando ¡¡¡ Horror!!! Javi me dijo que los 4 o 5 escalones que debía subir para actuar, estaban repletos de personas sentadas. ¿Cómo
llegaba yo allí y les decía a esas personas, vestido de romano, con mascarilla
y sin verlos porque iba sin gafas, que se fueran?
En ese momento apareció
la compañera, Melisa, que en esta ocasión hacía de coordinadora. Nos informó que
el público ya venía de camino y que en 6 o 7 minutos estarían allí. Cuando le
dijimos lo de las escaleras ella me preguntó que si me acompañaba y agradecido
le dije que sí.
A pesar del breve
trayecto que recorrimos, fuimos parados por varias personas que por mi atuendo, nos preguntaban
cosas, luego al llegar a mi “escenario“, nos encontramos con el
final de una visita turística que tuvimos que oír, a continuación, Melisa, pidió
amablemente a los que se quedaron en las escaleras que la abandonaran, ya me
subí al escenario y me quedé solo. Veis, en esos momentos es cuando ves que en el teatro callejero es mejor ir acompañado, porque sino ese trayecto hubiera
sido una odisea.
Y cuando me quedé solo
tampoco fue mucho mejor, pues me pasaron cien cosas más. Menos mal que como
estaba en alto controlaba las situaciones y sobre todo las distancias.
El viernes, estaban
montando no sé qué exposición callejera, por tanto, tenían casi un 70 % de esa
inmensa calle vallada, así que, todo el mundo pasaba por un pasillo estrecho
que habían dejado y que estaba muy cercano a mi “escenario”.
En ese momento comencé a
calentar la escena y el personaje, pero me interrumpieron mil veces, que si
personas mirando, que si niños a los que tenía que saludar, que si otros preguntando,
hasta un grupo de jóvenes quisieron una foto conmigo, yo acepté, pero ellos
querían hacerla junto a mi y yo les dije que de eso nada que se respetaban las
distancia, yo me quedaría en mi “escenario” y ellos abajo. Parece ser que al
interesado en la foto no me gustó mi propuesta y se marcharon. Pero nada de eso
me agobiaba, lo hacía el trasiego de gente a mi alrededor.
Luego vino otra pareja
que empezaron a grabarme y allí se quedaron hasta que acabé el monólogo, es
decir, grabaron el previo, la preparación, el ensayo y la función.
En eso llegó Melisa, me
dijo que el público estaba cerca, como se quedó conmigo, pude ensayar con tranquilidad.
Ella me informó que se iba porque el público ya venía hacia mí.
Gracias a que el aviso de la llegada del
público fue mucho más concreto y certero que el día anterior, pude dar la
espalda al público y meterme en los antecedentes del personaje, que hacía como
que ensayaba una escena.
Volviéndome e acabando
ese falso “ensayo” comenzaba la actuación.
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