Pensé que ayer, sábado 26 de octubre del 2019, iba a ir perdido por el Laberinto. Estaría como el conejo de Alicia en el pais de las maravilla, corriendo tras el reloj que se ve desde el ecenario y controlando el tiempo,pero nada más lejos de la realidad, fue la emoción la que guió mis pasos en esa mañana de montaje y no fue hasta casi el final de la jornada cuando tuve consciencia de la existencia del reloj y lo miré.
En la redonda del Continente Rosaleda un sábado más, y ya por segunda vez, Javi Domínguez me recogió con su coche. Me escribió que iba muy retrasado, pero a las 11:03 ya estaba en el lugar de la cita, o sea, solo se había retrasado 3 minutos. Los dos estábamos en el mismo lugar pero no nos vimos y por eso hasta las 11:08 no me subí en su coche y nos fuimos.
El trayecto fue, como siempre, muy ameno, charlando, comentando y conociéndonos. Una vez más ese lazo de unión que se creó durante el trayecto, se reflejó después sobre el escenario. Eso sí, esta vez hablamos mucho de penas, dramas y cansancio. Los dos estábamos agotados después de varias semanas sin descanso, nos hacía falta parar.
Llegamos puntuales al Centro Cultural de Torremolinos, allí estaba esperándonos, como siempre, Paco, pero esta vez lo acompañaba una chica, que luego descubrí que se llamaba Pilar y que seria en un futuro próximo nuestra apuntadora.
Debo confesar que antes de salir del coche, respiré hongo y me dije: “Lolo vamos allá”. Es que estaba realmente agotado y no a nivel físico, sino a nivel mental. No paro de ensayar, de leer, de preparar clases, de ir de un sitio a otro y de un personaje a otro y necesitaba desconectar un poco, hacer otras cosas, ver a otras personas, hacer un poco de deporte o aprovechar la mañana de verano que hacía el sábado, así que como los niños cuando vuelven al cole me faltó poco para llorar.
Pero no podía ser, nos saludamos, entramos y Pilar me comentó que me conocía de la ESAD, nos pusimos a hablar de amigos comunes y Paco nos echó la bronca: “Aqui venimos a trabajar así que arriba”. Subí al escenario, Javi ya estaba allí, volvimos a hacer ejercicios para calentar la voz y relajar y eso junto a la relación previa de nuevo nos vino de perlas y empezamos.
Comenzamos desde lo último que se montó la semana anterior. Estuvimos montando todos los movimientos de la pieza excepto las 4 últimas páginas.
Bueno pues de pronto y no me preguntéis por qué, he entrado de lleno en la emoción del personaje y de la obra. Todo lo que decía mi compañero me llegaba, todo lo que le respondía estaba lleno de sentido y eso que lo estaba leyendo. Creo que le he dado mil matices al personaje que me han encantado.
Una vez todo montado se han hecho dos repasos completos de esas partes y sin parar, la verdad que ha sido sublime. Ya he entendido el tipo de teatro y actuación que le gusta a Paco y el matiz que quiere darle a esta pieza, por tanto, le he hecho un monólogo, siguiendo ese estilo y al acabar me ha dicho: “Olé tus cojo… piii” él lo ya dicho tal cual pero yo lo he censurado.
Además de eso en otras partes de mis monólogos y en momentos en común con Javi, Paco nos ha aplaudido, nos ha dicho bravo y mucho más. Creo que ya le he pillado el punto de lo que quiere y desde ahí para arriba.
En cuanto a Pilar, nos ha confesado que se ha quedado sobrecogida al vernos actuar, nos ha echado muchos piropos, nos ha dicho que somos muy buenos, con todo esto hoy a Paco le notaba muy satisfecho.
Como siempre he dicho, esta obra me mueve mucho por dentro, pero también es que Javi me da mucho en el escenario y eso que solo lo miro de vez en cuando, porque ambos leemos el libreto, pero sus ojos dicen mucho y hoy todo me ha llegado y me he emocionado de verdad, se me han puesto los vellos de punta y he sentido lo que decía.
Cuando Pilar se marchó, Paco nos dijo de montar las cuatro últimas páginas que quedaban de la pieza y lo hicimos. Paco quiso volver a repetir y hacer más trabajo, pero ya eran las 14:00 estábamos agotado y le pedimos amablemente que no.
Pero debo confesar que acabé con un gran nudo en el estómago. Paco me dijo que si estaba llorando, le dije que no, pero que si me rascaba un poco lloraría como una Magdalena. De hecho tuve que pasear un rato por el escenario para recuperarme.
Queda pendiente el próximo ensayo, pues este fin de no podemos.
Cuando nos estudiemos bien el texto y lo llenemos todo de sentido, esto va a ser otro “obrón”.
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