Tras esa entrada tan inesperada y motorizada me fui directo
a la sala de los administradores a saludar. A la primera persona que me
encontré fue a Soraya que me puso un poco al día y le expliqué mis planes para
cambiarme con seguridad. Quiero destacar que me recibió con una grandísima
sonrisa y un saludo muy cálido y afectuoso. Eso ya me llenó de fuerzas.
Lo siguiente fue ir a cambiarme.
Este previo fue muy sencillo, llegué, busqué un sitio donde cambiarme, descansé, mandé muchos WhatsApp, me maquillé, cené, me cambié, me hice mil fotos y vídeos, a todo el mundo le informé de la vuelta de don Rafael, esperé con Dani, solté mis cosas en la entrada, me fui a mi lugar de inicio y esperé. Fue solo eso, o sea, muy simple, pero quiero contaros recuerdos, cosas que me gustaron, me parecieron curiosas o me impactaron y ahora quiero relatar para así no olvidarlas.
Primero os hablaré de la seguridad.
Desde que estamos en la nueva normalidad, mis movimientos los comparo con los del rey Felipe VI, el Papa de Roma o un jugador de ajedrez, todo está programado, previsto y organizado con mucha antelación. No dejo nada al azar y todo lo que hago tiene un por qué y un fundamento.
Os doy permiso para llamarme paranoico. Pues bien, el viernes entré así al jardín, pensando qué hacer, cómo, cuándo y dónde. De hecho, nada más entrar le dije a la seguridad, que por cierto era nuevo, que, si podía cambiarme fuera de los baños, o sea, en el jardín. Este muy amable me autorizó y me fui como un soldado en plena batalla a buscar el lugar más estratégico y seguro para empezar.
Pensar en donde, hacerme fotos, ir cargado o esquivar a personas, ocupaban mi cabeza como en bucle, hasta que de pronto pasé el museo Loringiano y vi el jardín, enorme, con mil tonos de verdes, solitario, sin ruidos, sin personas, sin máscaras, sin presión, con un aire limpio y en ese momento todo se paró y me dije: “Lolo aprovecha esto, la naturaleza, el aire puro y sobre todo la libertad”.
Así que los siguientes minutos fueron un paseo por el jardín,
como los hacía en el año 2016 cuando entré por primera vez, es decir,
descubriendo lugares, mirando cada detalle, disfrutando el momento y el espacio
al máximo. ¡¡Qué bien me vino no pensar en nada!
Lo segundo que os quiero contar es que la seguridad me dijo que ya era tarde y que podía cambiarme donde quisiera porque, aunque el jardín aún estaba abierto, no había prácticamente nadie. Pues Murphy y su ley hicieron su aparición. Nada más subir, había dos chicos en el museo, cuando fui al paseo de las palmeras me encontré a lo lejos una señora y tres niños y mientras paseaba apareció otra pareja, lo que hizo que me tuviera que esconder entre la fuente de la ninfa. En la vida me he encontrado tanta gente.
Al final la zona más solitaria era la forestal, allí me
quedé y cuando más tranquilo estaba, me encontró la seguridad. ¡¡ Vaya para un
día que no quería ver a nadie!
Pues una vez solo, viví la libertad. Puse mis dos bolsas en
un banco, me quité la mascarilla, puse mi música en el móvil y disfruté de mi
propia fiesta del verano. Fiesta particular y primera en 6 meses. ¡¡¡Qué bien
me lo pasé conmigo mismo, el aire puro y la música!
El momento de maquillarme, cenar y cambiarme tampoco fue fácil, pues llevaba dos bolsas, mi mochila personal y una bolsa con el vestuario, pues bien, no solté nada en ninguna parte, iba pasando las cosas de una bolsa a otra, dentro de cada bolsa había, unas cuantas bolsas más para proteger todo, hecho que a la vez complicaban la actividad. Parecía un trilero pasando las cosas de un sitio a otro.
Una vez maquillado, cené y me vestí. Ya vestido me hice,
inocentemente una foto y me impresioné.
Adoro a este personaje. Hace unos 3 años que no lo hacía y
pensé que nunca lo volvería hacer, así que cuando estaba vestido y maquillado,
me hice una foto, y fue un poco shock ver que la imagen que reflejaba esa
cámara era, de nuevo, la de ese hombre. Realmente me impresionó verlo. Con la
euforia del momento me hice mil fotos más que las colgué a Insta y me puse a
hacer videos y a mandarlos a todo el mundo.
Y estando allí, apareció Dani. Me hizo mucha ilusión verlo y
nos fuimos juntos a su lugar de inicio. Me gustó el momento de ver al público
pasar y ver como Dani se concentraba e iniciaba su actuación, previamente
estuvimos hablando de nuestras cosas, pero eso sí, cada uno a 3 metros del
otro.
Y ya lo último que quiero recordar, es justo cuando antes de
iniciar, estaba sentado en un escalón, en el suelo, al lado de una fuente
enorme, en una oscuridad absoluta y oyendo ranas, pájaros y yo que sé qué miles
de ruidos más. Eso parecía una peli de miedo. La verdad que daba un poco de
cague.
Bueno pues estas son las sensaciones que quería recordar y a
la vez compartir. Gracias por leerlas.