miércoles, 1 de octubre de 2014

NOCHES DE AMORES Y BICICLETAS.


No era consciente de lo feliz que venía de la actuación de Teatro Bus anoche, martes 30 de septiembre de 2014, hasta que viéndo la televisión, tumbado en el sofá, me di cuenta que algo me pasaba y era que estaba a cien por hora.
Recapacité y me di cuenta de que llevaba toda la noche hablando sin parar, moviéndome, sonriente y con los ojos como platos, viendo todo lo que había a mi alrededor y entonces fui consciente que tenía la adrenalina a tope.
No quería que ese momento pasara, fue alucinante, de hecho cuando me acosté a penas pude dormir tranquilo, me despertaba mucho. Es que lo del Sancho fue muy grande.
Pero si estaba, excitado anoche, la cosa se empeoró con la televisión, que emitieron, Las bicicletas son para el verano.
Empecé a verla  sin muchas ganas, estaba hablando con mi madre, pero luego... que cine español se hacía a mediados de los ochenta, para mi fue su época dorada.
Que lastima que ya no se hacen películas así, qué guión, qué ambientación, qué dirección y sobre todo qué reparto.
Todos pero TODOS, los protagonista y secundarios estaban perfectos.
Esa naturalidad, con las que todos hablaban, esa relación entre Agustín Gonzalez y Victoria Abril. Esa pedazo de Amparo Soler Leal, esa cara cuando están echando a su criada o cuando mira por la ventana el bombardeo. Como varía todo cuando cambia la tortilla y de que forma  se refleja en la mirada de los actores, en sus movimientos y en su ritmo. Que trabajo más magistral, como se va viendo la degradación de la familia.
Especialmente destaco el primer bombardeo, que andan todos por la casa asustados, se me pusieron los vellos de punta.
Pero si la hornada de los ochenta fue buena, la de medidados de los noventa no digamos, el sábado vi parte de El amor perjudica seriamente la salud, otra obra maestra.
Para mi es una película mágica, encantada. Penelope Cruz termina aqui su etapa de niña pija y mimada, con su personaje de Diana, el culmen de la  niña pija y caprichosa.
A parte de guapa, tiene unos ojos, una mirada, no podía  apartar la vista de ella en todas las secuencias en las que sale.
Que grande era el cine español y que pequeñito lo están dejando, con tanto americanizarlo.


 

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