Como dije anteriormente, los “zancos” me tenían muy
encerrado en mí mismo y apenas hablaba con mis compañeros, es más pensaba que ellos
podían verme como una carga. Yo lo único que hacía era pedir ayuda y a veces me
veía como un pesado y otras como que les daba lástima y eso me sacaba de
quicio.
Mi vuelta al trabajo, tras los días de descanso, me sirvió
para verlos de otra forma, simplemente ir a comprar un café con Marina y
Roberto, me sirvió para verlos de forma diferente.
Me han parecido unas personas muy divertidas y trabajadoras,
eso sí, muy profesionales de los que siempre aprendes algo.
Hemos hablado mucho de teatro de experiencias y de nuestros
conocimientos, sobre todo de Roberto que ha trabajado con la mismísima Concha
Velasco, Marina en cambio es una chica muy franca, demasiado, y yo me he reído
mucho con ella y sus ocurrencias.
Tanto Gaspar como Curro, nuestros técnicos de sonidos ha
sido un gran apoyo, siempre pendiente a nosotros y colocación de los micros.
Otra que ha faltado poner en nomina ha sido a Clara, la
madre de Marina, nos vino a ver muchas veces. Una mujer encantadora, muy divertida y que nos ha tratado a
todos con mucho cariño. Además siempre estaba muy ilusionada por todo.
Una de las cosas que me gustan más del teatro, es el hecho de hacerlo todo como un ritual, en esta pieza era el siguiente:
Llegabamos a las 17: 00 en el primer cuarto de hora, llevaba mis cambios de ropa a escena, iba al baño, preparaba mi vestuario, me maquillaba y me ponía la camisa. De 17: 15 a las y media, descanso. A la y media me ponía la barba.
De nuevo diez minutos más de descanso. A las 17:40 me ponía micro, capa, cingulo, pantalones y peluca. A las 17: 55 me ponía los "zancos" y me iba a escena.
El ritual continuaba, pero contarlo sería pesado...
El último del reparto era Isidoro, pero a este quiero
dedicarle un apartado especial.
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