viernes, 23 de febrero de 2024

UN ARLEQUIN O MÁS BIEN UN MIMO.


Cada vez me sorprende más Ángeles, una compañera con la que casi no tengo contacto, pero luego, siempre que hablo con ella me resulta muy original y divertida. A lo largo del segundo pase de La infancia de Picasso en el colegio Manuel Siurot,  conversamos un rato y, repito, es muy interesante.

Ahora que lo pienso creo que no hablé con nadie más. Bueno sí, con Edu, para coordinar, con Melisa que me maquilló y que hacia mucho tiempo que no la veía, me dio alegría y un poco con Inma, la coordinadora, que me hizo saber que el traje de arlequín tenía un boquete.

Del resto del previo poco que decir, fue muy introspectivo, debido a que por las mañanas hablo poco y porque no había mucho que hablar, así que cuando no hay nada que decir lo mejor es el silencio.

A ver si había que hablar, de hecho aquello era un hervidero de comentarios y conversaciones, pero como no es un elenco con el que tenga mucha confianza y las conversaciones eran bastante banales. Alardes de currículum teatrales, experiencia con niños, personajes y yo como por la mañana hablo poco, pues silencio.

Estábamos en una especie de habitación/ almacén, rectangular que debido a la colocación de un mueble, se podría decir que se dividía en 3 estancias.

Delante del mueble donde estaban Edu e Inma organizando y entrando y saliendo, la lateral más amplia y alargada donde se colocaron, yo diría que los 6 compañeros y  detrás, más pequeña y rodeada de sillas y mesas. A esa parte me dirigí yo, en cuanto entré, como si de un cohete me tratara.

Saludé, y me fui directo. Esta vez mi vestuario me encantaba y después de la “pechá” de lavar que se había dado mi madre, no quería que nadie me lo estropeara. Lo dejé perfecto, y luego resulta que tenía un boquete, que al irme descubrí que eran 2. 

Coloqué muy bien mi vestuario, mi atrezo, mis cosas personales y me senté, en silencio a esperar. Un compañero intentó conquistar mi espacio, pero yo...

Actuaría en el patio del colegio y en el segundo pase después del recreo, así que tenía más de una hora de espera, por tanto, no iba a hacer nada.

Pero ya se sabe, nada se puede ni organizar, ni prever, porque luego en un segundo cambia todo. Y esta vez no fue distinto, debido al viento, se harían los pases en el gimnasio y debido a la agenda y edad del alumnado, preferían que antes se actuara para los pequeños y luego los grandes así que yo sería el primero en actuar.

Por un lado, la paz ahora se transformaba en prisa y por otro era mejor porque acababa y me relajaba antes.

Eso me hizo activar todo, levantarme y salir de mi escondite e ir al gimnasio a comprobar la acústica y el lugar donde actuaría y donde se colocaría la chavalería.

Me dieron varias opciones y la de micro o no. Yo elegí sin micro y en cuanto al lugar me dio igual, la que ellos decidieran.

Ya  tenía más prisa. Melisa, que nos maquillaría a Paula y a mí, ya había llegado y estaba en la duda de con cuál empezar y a ambos nos daba igual. El de ella era más complicado, pero como al final yo salía antes empezó por mí.

¡¡¡Ay qué alegría!!! Me quité el jersey, me puse la chaqueta, me senté, me eché para atrás y a disfrutar.

Qué me relaja que me maquillen. Esa brochita pasando por la cara, con su poquito de agua, de forma sutil, haciéndome cosquillitas, ummm que tranquilo estaba, con los ojitos cerrados. Vamos que casi me quedo dormido.

Lo malo es el momento de los ojos.

Una vez maquillado, me vestí y de nuevo salí al gimnasio para una última visita, donde aseguré todos los detalles en cuanto colocación, que de nuevo me habían cambiado, y voz. Calenté el personaje, calenté la voz y volví a nuestra sala a esperar.

De pronto la pequeña habitación se llenó de un estruendoso ruido, los pequeños ya estaban aquí, ahora quedaba esperar ordenes de Edu y salir, todo comenzaba.

 

Málaga, viernes 23 de febrero de 2024.



 

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