" Creo que es la primera vez en mi vida, que al acabar de actuar estoy decaído, no sé, no tengo ánimo, ni adrenalina, ni nada. Tengo sueño y poco más. Dejadez, desgana y lo peor que mañana más.
Dos pases he hecho, los dos creo que han sido casi idénticos. He tenido cero retroalimentación, por tanto no sé nada. Breves aplausos, un público muy, muy extendido, un personaje que habla pero que no interactúa, y la verdad que no sé por qué, pero siento frialdad, pero por parte de todos, ellos y yo."
Esto fue lo único que acerté a escribir el viernes 17 de junio del 2022 tras el estreno de La visita histórica teatralizada, organizada por el Colegio Oficial de Enfermería de Málaga y lo hice después de pensar mucho y darle muchas vueltas a la cabeza. Es que no me salía nada.
Cuando me documenté sobre este señor, solo aparecían bondades de él, así que entre eso y el hecho de su edad, quise que fuera muy encantador, un abuelito achuchable, que cuando yo actuara todo se viera color rosa, oliera a melaza y la atmosfera general fuera un "¡¡Ay!!". En el último ensayo lo conseguí, pero esta vez no pasó o yo creo que no pasó.
Es que no sé, el sitio era impresionante, al lado de la puerta del patio de los naranjos de la Catedral de Málaga, pienso que para el público sería una imagen preciosa, pero para mí no lo fue tanto, no era el sitio más limpio de aquel lugar, ni el que mejor olía.Además, yo estaba sentado frente al público. Durante toda la presentación el público me veía con lo cual mis primeras frases que eran de sorpresa, ante la presencia de estos carecía de sentido, por tanto, ya empezaba un poco "raruno".
De pronto vi al seguridad del museo de la catedral, un chico súper agradable y muy amable que no puso ninguna objeción, bueno solo una, que a las 20:30 se iba.
Tenía tiempo más que suficiente, pero el segundo guía se lio más de la cuenta, tardó en llegar, hizo una presentación enorme, esto dio lugar a que a las 20:30 aún estaba actuando. El chico, se debía y se quería marchar, así que iba con mi mochila en la mano dando vueltas alrededor del grupo, y buscando mi mirada. El pobre no sabía qué hacer con la mochila.
Intentaba tenerlo controlado con la vista periférica, pero no quería mirarlo directamente a los ojos porque sabía que era capaz de decirme algo y cortar la interpretación. Menos mal que vi que la dejaba a mi espalda y que solo quedaban unos 2 o 3 minutos de monólogo, así que si la cosa iba regular, los factores externos no ayudaron.
Lo hice todo, pero sin vida, me sentía solo, el público estaba pero como si no estuviera no sentía su calor, el personaje estaba pero tampoco lo sentía. Estaba como perdido, haciendo pero no viviendo.
Al acabar, recogí todo, me cambié de ropa y me fui a dar vueltas por el centro.
No sabía por qué había sido todo así, hasta que caí en la cuenta de que ni el público, ni la actuación, ni el lugar, ni el personaje tenía la culpa, sino la situación que actualmente estaba viviendo y contra eso no podía hacer nada, sino seguir adelante...
Una veces se gana, otras se empata y otras se pierde.
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