lunes, 7 de septiembre de 2020

JORNADAS CAMPILLERAS: EL GRAN PREVIO DE ENSAYO NEGRO.


Dinero negro es una pieza bastante larga puesto que tiene mucho texto, texto que tiene que decirse de una forma muy viva y muy picada. Además el 70 % del peso del mismo cae sobre las espaldas de dos personajes que en nuestro caso lo hacían, Antonio y Celia.

Hay momentos donde coinciden muchos actores o donde hay mucho trasiego de entradas y salidas, por ello para que todo estuviera muy cuadrado, esas partes se habían ensayado mucho, pero habían otros momentos de largos diálogos entre los dos protagonistas que se habían tocado mucho menos, ademas casi todos los personajes teníamos a lo largo de la pieza un texto muy similar. 

En resumen, que al estreno de la pieza, el sábado 8 de agosto de 2020, los protas habían llegado con la lógica inseguridad de un estreno, pero aumentada por el miedo debido a que las partes menos trabajadas eran las que hacían solos, así que tenían muchas ganas de ensayar y afianzar hasta la última coma. 

De nuevo quedamos pronto, a las 18:00 y las 4 horas previas al estreno fue un constante ensayo. 

Pensaréis que nada se diferencia esta tercera  tarde en Campillos, de las dos anteriores, pues todas las dedicamos a ensayar, pero esta tarde fue muy diferente. 

El buen rollo, el buen ambiente, el compañerismo entre todos volvió a reinar pero esta vez ni hubo risas, ni cachondeos, ni charlas, ni ambiente festivo, todo era seriedad, silencio y respeto. 

Como digo Antonio y Celia se lo jugaban todo y los compañeros estábamos para acompañarlos y apoyarlos, así que durante las horas de ensayos, guardamos el máximo silencio y respeto a su trabajo. Todos estábamos muy centrados, muy callados, mimandolos, cuidandolos y dándoselo todo para intentar calmar los nervios, la inseguridad y la responsabilidad de los dos protagonistas, que además eran  nuestros dos compañeros.

María estaba en una concentración extrema como si fuera a salir en cualquier momento, Álvaro a lo suyo, Manu siempre alerta para ayudarnos ante posibles fallos, Juan llevaba el texto, Noe, la técnica, atenta en todo momento a los sonidos y músicas que había que meter y yo pues como no tenía nada que hacer, me senté en la esquinita de una mesa, me hice mi propio rinconcito, con mi guión, mi agua, mi mascarilla, mi abanico y a esperar mi turno, hacerme fotos y a chatear con el móvil. 

Cuando me tocaba, salía y ensayaba. Lo tenía como muy claro y seguro pero en este ensayo no estuve muy fino. 

En los ensayos me sentía como en la cuerda floja, no las tenía todas conmigo, o caminaba por la cuerda sin problema, como el día anterior en el entremés El bulto negro y todo sería un éxito, o me caía al vacio como en el entremés Autoescuela o sea me salía fatal y era un fracaso. Estaba al 50% nada me aseguraba que la función me saliera bien y eso me hacía estar inseguro y con vértigo. 

De hecho el acabar pedí repasar una de mis partes, por cierto, que mi personaje tenía un elemento esencial para la pieza, un maletin, que una hora antes de hacer la función y en pleno ensayo, se le rompió el aguarre, menos mal que Manu, que es muy apañado lo arregló en un instante y súper bien. 

Pero antes de las miles de horas en el comedor de cole, ensayando, ocurrieron cosas, y después también. 

Antes fue el momento dulce, el de admiración y el de descubrimiento, bueno mas bien de aclaración. 

Llegamos pronto, aparcamos en el lateral del colegio, que por segundo día consecutivo, estaba cerrado, pero esta vez no me agobié, los temas personales del día anterior ya estaban casi solucionados y Campillos ya era como estar en casa, por tanto, propuse imitar al primer día y  comprarnos un heladito, y eso hicimos, nos fuimos al quiosco a por un helado. Ya no recuerdo quien más se lo tomó y quién no, pero yo me comí un Negritón, o sea, de los más grande. Esta vez si me gustó. 

Cuando volvimos al colegio, ya había llegado el director, y ya estaba abierto,  entramos, pero antes Juan y yo nos acercamos a su coche a coger nuestro vestuario.

Y allí fue el momento de admiración porque Juan me hizo una consulta que conllevaba una confesión personal bastante importante, que me demostró, como días después se lo hice saber por whatsapp, que es un tío admirable, siempre me ha parecido muy buena gente, muy buen actor, un tío con el que he tenido siempre muy buen rollo pero ese día además me demostró que era un tío abierto, admirable, maravilloso y sencillo.

Pero también me hizo ver o me confirmó algo que yo ya había descubierto el día antes y era que había un compañero al que para nada le gustaba, ni cargar, ni descargar la escenografía, me confirmó lo que yo ya sabía. 

Y tras el ensayo fue el momento de cargar y montar la escenografía. 

Y he de confesar que como ya tenía claro lo del compañero, me pase todo el rato  llamadolo “sin querer” para que nos ayudara y siempre refunfuñaba. En esta obra había que mover muebles, un sofá y etc y si éramos 7 personas porque sólo íbamos a cargar 6. No lo veía justo. 

El resto del tiempo fue para prepararnos, maquillarnos, concentrarnos etc.

Tiempo que yo aproveché, para hacerme con el escenario dando vueltas por él y para hacer mi prueba de sonido, que fue la más larga de la historia, puesto que mi micro no funcionaba, se me iba la voz así que le echaron la culpa a las pilas, luego a la petaca, no sé qué sería, pero aquello no funcionaba y yo no terminaba nunca la prueba.

Bueno acabo esta entrada diciendo que no soy buen  colaborador, ni buen diseñador pero si buen vestidor, ya que colaboré yendo cargado de cuadros de casa para usar en el decorado de la pieza  que al final no se pusieron,  ademas pasamos Juan y yo un rato muy chulo limpiando, decorando  y diseñando un rincón de la escenografía que luego nos quitaron, pero eso sí, con 5 imperdibles conseguí forrar perfectamente con una tela roja, una mesa que para todos era imposible poner, de algo sirve ser cofrade y vestir vírgenes.

Y así llegó la hora de maquillarse, vestirse e irse para el escenario ya eran las 22:00, la función comenzaba.




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