viernes, 23 de diciembre de 2022

EL EMPERADOR DUEÑO Y SEÑOR. PREVIO.


Pues tras agradecer a la vigilante su atención, doblé la esquina y lo primero que me encontré fue el nacimiento de la cofradía del Descendimiento.

En otras condiciones me hubiera parado a verlo y disfrutar de él sin importarme mucho que eso hiciera que los segundos avanzaran, que avanzaran los minutos y que me acercara peligrosamente a llegar tarde, pero no lo hice. Esa tarde doña responsabilidad me había poseído.

Así que como un rayo, pasé por delante del Nacimiento, abrí una pesada puerta, crucé el precioso, pero oscuro y frio patio del museo, me dirigí a la izquierda, abrí otra puerta y entré a la sala de proyecciones.

Lo lógico era que empezara a prepararme. ¿Verdad?. Pues no, lo primero que hice fue buscar un huequecito en la habitación, donde poder dejar mis cosas. Las 11 o 12 sillas que había en la sala estaban ocupadas con las ropas y efectos personales de mis compañeros.¡¡¡ Si tantos no éramos!!! ¿ Cuantas sillas ocupó cada uno?. 

Me hice con un rincón en el suelo. Entre mi mochila y la bolsa del vestuario pude colocar y estirar el mío para que no se arrugara mucho, eso sí, la capa la estiré bien estirada entre todas las sillas.

Y ya sí, cogí mi maquillaje y con una pasividad pasmosa me fui al baño de señoras.

Fue muy sencillo, es un maquillaje más visto que el tebeo y que me hago casi con los ojos cerrados. Aunque carece de complicación, si es cierto, que una esponjilla un poco sucia puede joderlo, pero no fue el caso.

Algo que puede ser tan rutinario, como maquillarse, esa tarde de jueves 22 de diciembre del 2022, también fue muy especial. De nuevo era la primera vez de algo. La primera vez que me veía en un baño maquillándome de forma tranquila, y sobre todo disfrutando, sin miedos, ni inseguridades por el tema de la pandemia. 

Ese baño estaba impoluto, debo aclarar que yo puse todas las seguridades posibles, claro está y oyendo Amigo Félix de Enrique y Ana, me maquillé.

Sé que esa es una canción bastante triste, pero si la oigo sin prestar atención a la letra me da subidón.

Aunque vivo en el modo "película navideña de Antena 3" esa tarde no pegaba, debía escuchar algo infantil para hacerme el cuerpo a lo que me esperaba.

Podía poner música, organizar el baño a mi antojo y hacer lo que me diera la gana pues estábamos solos, en todo el museo, las 2 vigilantes y un servidor. Ellas no podían moverse de su puesto, así que yo podía campar solo, tranquilo y relajado a mis anchas. ¡¡¡ Qué lujazo!!!.

Maquilladito procedí a vestirme o más bien a medio vestirme, pues solamente llevaba la ropa interior y una capa. En menos de 2 minutos estaba listo. 

Al final mucha prisa, mucha emoción pero casi 40 minutos antes de la actuación estaba listo, así que, para no estar muy "tirado" en la calle, me quedé tonteando por el museo.

La verdad que pasé mucho tiempo intentando domar la capa, para que me tapara todo lo que me debía tapar. 

En esas estaba cuando 2 hechos me hicieron ver que ya no era el amo y señor del museo. Uno fue que el baño donde me cambié estaba cerrado con pestillo y otra más evidente fue un señor maduro, alto y delgado que andaba por allí, se me quedó mirando y se marchó. 

Fue entonces cuando yo tomé la decisión de hacer lo mismo, o sea, mirarlo y marcharme.




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