El viaje del jueves pasado, 31 de agosto del 2017, fue un
viaje por los extremos, pasamos del caos más grande y absoluto, a la paz, o mejor
dicho, al silencio más solemne y sepulcral.
Después de una tarde de juegos y diversión con mi sobrina,
nos fuimos a las 19:30 camino al Jardín Botánico y de nuevo llevábamos a mi
sobrina a su casa.
Esta, que desde que es "mayor" quiere ir en el
asiento del copiloto, se le ocurrió ir en el asiento trasero junto a su abuela,
mi madre, yo le dije que no y empezamos una lucha y una carrera para ver quien
conseguía el asiento deseado.
Tras un rato de luchas y peleas, nos montamos los tres en el
asiento trasero del coche, mi sobrina, mi madre y yo.
Y claro aunque la distancia de mi casa a la suya es muy corta,
no paramos de jugar, gritar, reír. Nos pelearnos y nos chincharnos todo el camino. No paramos de
hacernos fotos haciendo el gamberro, sacando la lengua, poniendo caras. Vamos aquel
corto trayecto se convirtió en una fiesta.
Una vez la dejamos en su casa, continuamos, solos, el viaje.
Hubo una pequeña charla y como dice el refrán tras la tempestad, vino la calma
y los tres hicimos el viaje en un total silencio.
Yo iba liado con el móvil y escribiendo para el blog. Al final del trayecto mi madre dijo:" pero que callado estamos" y era
verdad.
Por cierto, llegamos un poco más tarde y me bajé corriendo
del coche, olvidando hacer nuestra foto tradicional y por eso, hoy, os ofrezco
una nueva versión más original.
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