Estoy sentado
a la puerta de la Basílica de la Esperanza.
Estoy esperando a mi Luisa para irnos de casting.

Me he levantado, hoy, viernes 22 de septiembre del 2017 pronto.
He desayunado, como un pavo, porque mi Juan Luna es muy puntual y cuando empecé
a desayunar en casa, ya estaba en la puerta de la misma. Tras el desayuno, me
he ido a Casabermeja, para otro Viaje del
Quijote. Luego he ido a la ONCE
(leer en la entrada siguiente) y ahora me voy de casting, bueno, voy de acompañante.
Del Viaje del Quijote de hoy solo puedo
decir que mientras escribo, recuerdo cosas del viaje y lo único que me llega es
ruido y jaleo. Recuerdo gritos, manos, niños y Juan y yo intentando sobresalir,
actuar y destacar en medio de ese jaleo.


En todo
momento han estado metidos en la historia, pendientes a todos, respondían con
mucho ímpetu a todo, todos salían voluntarios a todo, hasta aplausos improvisados
se ha llevado, hoy, el Quijote. Ha habido momentos en los que los chicos defendían
al caballero de la Blanca
Luna con tanto ímpetu que creo que el griterío se oía fuera
del autobús.

Lo dicho,
mucho jaleo, mucho esfuerzo, pero hemos acabado contentos, porque, al menos yo,
prefiero eso, prefiero un interés excesivo, aunque me lleve un sobre esfuerzo
que actuar ante niños que parecen de madera.
Además había
una profesora que nos apoyaba mucho y otra que nos hizo mil fotos.
Como digo
eran muy empáticos, porque al irse, todos me decían: “Sancho eres el mejor”, “Adiós
Sancho eres muy bueno”. “Sancho el mejor” etc. De hecho nos hemos hecho una
foto al bajar del bus y algunos luchaban por ponerse con Sancho.
Para
acabar diré que de nuevo hemos hecho un servicio especial de menos de 60
minutos, hemos clavado el tiempo y hemos hecho la historia mucho más cerrada y
perfecta. Olé mi Juan.
Piarda otra vez.
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