viernes, 30 de octubre de 2020

TARDE DE INSPIRACIÓN AL MÁXIMO.


En 3 días estrenábamos la pieza Alhaurin mágico. Realmente no era una obra de teatro como tal, sino una especie de visita teatralizada con tintes de cuento de hadas, donde la premisa era pasarlo bien, tanto nosotros como el público. Eso era lo principal. Yo sabía, por mi experiencia personal y por el arte y profesionalidad de mis compañeros, que eso iba a pasar y que yo sabría adaptarme a las circunstancias para dar lo mejor de mí al público, pero tampoco era cosa de dejarlo todo al azar o a la improvisación.

Estaba claro que el duende viejo, pesado, cotilla y gruñón de Dani iba a atraer a la gente y a hacerla reír, que la ninfa, egocéntrica y divina de Rebeca, iba a quedar un poco ridícula, por tanto, muy divertida, además iba a encantar a todos con su baile inicial, que el final iba a ser muy bonito y que la parte donde el público improvisaba iba a estar muy chula, por tanto, era mi duende el que menos chicha y atractivo tenía. 

Es más, tras el último ensayo, por cierto último y único, pues el ensayo a tiempo y horario real que teníamos previsto realizar, para ver las luces y eso, nos lo suspendieron sin causa aparente, asi que nos lo jugábamos todo al último día. No me preocupaban mis compis, ni la historia, pero sí el tema técnico y logistico que podía fallar. Sin un ensayo previo era muy arriesgado, algo podía fallar y eso no dependía de nosotros. 

Pues como os comenté, tras el último ensayo que también fue el primero, mi compañera Rebeca me dijo que le gustó la energía del personaje y nada más. Pensé que solo dijo solo porque de mi trabajo había poco donde rascar y no podía decir más, y eso lo traduje en que aún me quedaba mucho por trabajar.

Mi personaje era el del duende del jardín. Este era el que debía contar el problema de la historia. Esto en una pieza lúdica y de solo 45 minutos, había que dejarlo claro, pero sin dar mucho detalle y yo repetía mil veces lo mismo con distintas palabras. Además la parte didáctica de la pieza, corría a mi cargo y era insoportable, pues soltaba una retahíla de datos, en los cuales sabía que la gente iba a desconectar.

Por no decir que al duende le faltaba el cuerpo, la esencia, la diversion,y algo con lo que conectar con el público, sin todo eso el duende no molaba. 

La creatividad es como una bobina de lana liada, no hay forma de quitar el lio, pero cuando pillas el cabo adecuado es tirar y el nudo se deshace en un santiamén. 

Y eso me ocurrió la tarde del martes 25 de agosto del 2020, mientras limpiaba la casa. 

De pronto pensé que el texto didáctico era aburrido porque a mí me parecia aburrido y lo vendía como tal, entonces me pregunté: "¿Y si cada planta del jardín, de la que hablo la presento como si fuera una auténtica estrella, despertaría su interés?, ¿Y si para enfatizarlo más las presento como si fuera  un cabaret y yo el maestro de ceremonias?, ¿Y si para ello uso mi sombrero de copas de lentejuelas?, ¿Y si como Rebeca me iba a prestar un gorro muy chulo, el disfraz traía otro y yo tenía mi sombrero de copa, podría usar gorros distintos a lo largo de la pieza y cada uno conllevaría una personalidad  distinta y asi ganaría variedad mi duende?, ¿Y si hacía sonar  una campanilla en mis desplazamientos y así también le daría vida?, ¿Y si mi presentación era como la de un fuglar con pandereta, baile y confeti de hojas secas? "¿Y si...?, ¿Y si...?" Y así mil "Y si" más. 

Mi cabeza era un hervidero de ideas, estas iban fluyendo una tras otras. Estaba deseando acabar de limpiar para poner en práctica todo lo que estaba pensando y así lo hice, primero en mi dormitorio y luego en el dormitorio de mis padres frente al gran espejo del armario. En todas esas repeticiones comprobé que lo que estaba haciendo podía quedar bien, saqué mil ideas más, como la de pasar algunas veces del público y olvidarme de ellos puesto que lo que más me interesa es mi trabajo, también saqué mil entonaciones más, lo llené todo de sentido y me fijé unos movimientos.

Por último, me fui a la azotea de casa, donde lo afiancé todo, lo dejé asegurado y lo repetí mil veces. Al final grabé un video de todas mis apariciones en la pieza, que envié vía WhatsApp, a mis compis de escena, Dani y Rebeca. Me gustaba mucho todo lo que había incorporado al personaje, pero necesitaba confirmación de alguien externo, o sea, mis compañeros.

Por la noche estos me respondieron y me daban el visto bueno a todo lo que había realizado y Rebeca que es muy profesional, me mandó un audio donde con mucha euforia me decía que le encantaba mi personaje.

Por fin estaba el duende, ya lo tenía, ahora si estaba deseando que llegara el jueves para poder mostrar, lucir y divertirme con mi duende. Ganas, ganas y ganas de estrenar era lo que ahora ocupaba mi mente y todo gracias a que esa tarde me visitó al inspiración.

 


 


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