martes, 10 de enero de 2017

UN ÁRBOL CON DOS TRONCOS Y UN SOLO CORAZÓN.


No sé si es a conciencia, si ocurre sin querer o es que en estas fechas se celebra el Festival de Teatro de Málaga, esta última opción es la que parece más cierta, la cuestión es que eso de encontrarme tras las Navidades, con Concha Velasco en la puerta del Cervantes ya es toda una tradición.

Pero las nor-
mas y las tradiciones están para romperlas, pues Con-
cha, a ver si la rompemos algún día y nos encon-
tramos me-
jor en un plató, en un estudio o en un esce-
nario. Eso estaría mejor ¿no creéis?

Pero mientras llega el momento, me conformo con verla en el escenario del Cervantes y luego ir a buscarla a la puerta, del teatro, para nuestra charla de un segundo.

Ayer domingo 8 de enero del 2017, Concha actuó en Málaga con su pieza La reina Juana.

Y allí estaba yo, junto a mi gran amiga Luisa, en el patio de butacas y lo mejor de todo en segunda fila.

Las entradas eran un poco laterales, pero me dijeron que eran buenas y así fue. Porque la cama de doña Juana estaba justo en frente nuestra y ahí transcurrían muchos momentos de la pieza. Por tanto, no la veíamos bien, la veíamos de mara-
villa. Además muchos fragmentos de su monologo los hacia mirando al público y parecía que nos miraba a nosotros.

La pieza es un monólogo donde Doña Concha pa-
sa casi dos horas, sola, hablando sin parar.Cuenta la confesión de Juana la loca, ante un sacerdote, donde repa-
sa su vida. Es un texto muy complicado, plagado de retórica, datos y nombres históricos, osea, que da poco a la improvisación o la desconcentración.

El texto es precioso tiene frases y reflexiones sobre el amor, los celos, la traición, magnificas. De hecho a Luisa y a mí se nos quedaron varias en la mente, como la adaptación de una bienaventuranza al amor carnal y la frase "un árbol con dos troncos distintos pero un solo corazón".

La escenografía, el vestuario y la caracterización eran muy neutros, muy vacíos, todo de color negro, pero Concha lo llenaba todo. Además su aspecto físico era sobrio, oscuro, sin adornos, sin apenas maquillaje o peluquería era ella, la actriz, en estado puro sin adornos, ni elementos superfluos, era solo actuación.

Y ahora me toca hablar de Concha quizá empezó o empecé, porque tenía otras cosas en la cabeza, un poco frío. Las primeras frases eran muy retóricas, complicadas y me parecieron dichas por Concha Velasco y no por el personaje.

Pero cuando entré, aquello fue un no parar de disfrutar, de aprender, de envidiar, de gozar, de admirar. Hasta me senté despegado del espaldar de la butaca para no perder detalles.

Gritó sin exagerar, fue loca sin exagerar, se indignó sin exagerar. Todo en su punto justo y perfecto.

Era impresionante como cambiaba su voz, su estructura corporal o sus estados de ánimo según el periodo y la edad  que el personaje le exigían. En cuestiones de segundos, sin sacarnos un ápice de la historia y de nuevo sin exagerar, cambiaba toda su interpretación.

Hubo un momento donde se me saltaron hasta las lágrimas. Es un momento donde humillan a Juana y en ese instante, no vi a Concha, sino al personaje y sentí pena por ella. Además cada vez que lloraba había un realismo brutal.

Lo dicho magistral, qué honor debe ser ver a un teatro entero en pie y aplaudiendo más de cinco minutos.

Al salir volví a hablar con ella, esta vez poco. Pero no me creía como esa mujer tan débil, tan pequeña y tan humilde, había sido tan grande había un ratillo.

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