lunes, 23 de diciembre de 2019

CON LOS PARAGUAS ABIERTOS ESPERANDO LA "LLUVIA FINA".


Ha pasado casi un mes pero lo recuerdo perfectamente, vamos como si lo viviera ahora mismo: Fernando muy serio, Sofía calentando y Pepa y yo bromeando, bueno ella bromeando y yo muerto de risa, es que esa mujer es mi  bálsamo para el relaj. Con sus bromas y sus cuidados de madre me relaja un montón y me hace sentir y pasarlo muy bien, pues eso que parece que lo estoy viendo, los cuatro, el jueves 21 de noviembre del 2019, en la parte de atrás del escenario del Teatro del Zaidin en Granada, junto a nosotros  el telón de fondo del escenario, una tela enorme, totalmente negra, las calles  realizadas también con telas negras, el suelo negro, a nuestras espaldas la entrada al camerino aún encendido y este sí, de color blanco inmaculado, a la izquierda en el fondo y tras Pepa una sala donde se guardaban focos, cables y demás, junto a dicha sala otro camerino muy grande. Todo a oscuras.

Allí esperábamos muy puntuales el inicio de la pieza. Yo debido a mi pantalón fino y a mi camisa sin mangas estaba pasando bastante frío, ya que estábamos un poco en corriente. Además de la oscuridad iba ya sin las gafas así que todo esto que os cuento lo veía con muy poca claridad, solo nos acompañaba una pequeña luz azul que venía del escenario.

Fue muy interesante porque ese lugar  amplio, grande, helado, desolado, vacío y muerto que era el teatro, lugar solitario y enorme donde llevábamos dando vueltas desde las 9:00, ahora ya estaba lleno y no solo luz azul nos llegaba de él sino que también nos llegaba energía, vida, una extraña fuerza de atracción. Ese sitio ya  tenía vida propia, se notaba su calor, su energía, la fuerza de esas personas, de esos niños deseoso de vernos, se oían de lejos sus comentarios, sus risas. En ese momento ese  lugar era un ente vivo, era una fuerza que nos pedía salir y un reto pues había que intentar callar, despertar el interés y mantenerlo de esa masa viva, llamada público que te da respeto, pero a la vez energía.

En ese momento yo ya estaba deseando salir pero nos informaron que faltaba un colegio y nos pusimos a esperar.

Mientras esperábamos llegó el colegio que faltaba, pero nos dijeron que teníamos que seguir esperando, pues, debía llegar una autoridad, ya que actuabamos para Educar con arte, unas jornadas organizadas por el Ayuntamiento de Granada, y claro había que esperar, pues esperamos. Seguiamos  esperando,  cuando esa persona pareció,  tras un pequeño saludo, comenzó un discurso y nosotros seguimos esperando. El discurso que se fue alargando y continuamos esperando.

El discurso era cada vez más largo y la espera continuaba. El único problema era que entre función y función sólo teníamos una hora libre y mis compañeros querían ir a desayunar porque con el madrugón no lo habíamos hecho, estábamos con el estómago vacío y si la cosa se alargaba no podríamos desayunar, aunque yo tenía el estómago cerrado y no me apetecía mucho.

Seguíamos esperando,  yo quería irme a mi lugar de actuación pero Fernando me lo fue retrasando hasta el momento final. Tenía muchas ganas de empezar, pues en esta pieza como dije en la entrada anterior, debo estar todo el rato en escena, sentado frente al publico y sin moverme y eso me causa tensión, según el lugar de actuación puede ser mucha y eso no lo sé hasta que no estoy en escena y ansiaba saberlo ya, pues de eso depende como me lo pasaré durante la función.

Tras un saludo y un aplauso a este señor, me dirigí a mi lugar de actuación. Recuerdo andar un pasillo largo y oscuro, luego salir a la luz, subir unas escaleras, luego otras más pequeñas y llegar al hall del teatro, en el  lateral derecho unos ventanales inmensos, enormes, separados por unos hierros burdeos, desde donde se veía la calle, el cielo nublado, porque ese día, de verdad, en Granada estaba lloviendo y concretamente  cayendo una lluvia fina. En ese hall se notaba el frío, un frío horrible.

Me dirigí a la sala del teatro, fui a abrir la puerta del mismo y en ese monento se abrió sola, salió  el señor del discurso  con su traje y sus acompañantes y se dieron de bruces conmigo, vestido de hippie, con un pantalón rajado y una camisa raida, en ese momento me pregunté qué pensaría ese hombre de mí, si el público eran maestros y sus alumnos y él no sabía que yo no salía desde el escenario. ¿Pensaria que me colé?.



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