"Aventuras no señor, desventuras" esta es una
frase que dice, Sancho, mi personaje de El viaje de Don Quijote. Y lo que
vivimos ayer, domingo 25 de septiembre de 2016, no fueron realmente aventuras
sino, como dice Sancho, desventuras.
Ni a soñar que se echara Miguel de Cervantes, podría
pensar que su personaje de Don Quijote, en carne y hueso, viviría más de 400 años después de su
publicación aventuras mucho más absurdas y estrambóticas que las que él
escribió.
Durante el espectáculo vamos contando las aventuras
vividas por el hidalgo caballero y su fiel escudero y eso voy a hacer yo ahora,
relataros las desventuras vividas por ambos.
En la primera, nos mandaron a la mierda, literal.
Llegamos al pueblo de Iznate, veinte minutos antes de la recogida del público,
pues bien, no había nadie y en vez de esperar a las 18:00, hora prevista
para la recogida y si no venía nadie marcharnos, la descoordinadora,
perdón la coordinadora se fue a " buscarnos público" y nos
encontró algo tan variopinto como; una mujer, con su hijo de 3 años que huyó a
su coche en cuanto pudo, dos señoras mayores a las que Juan convenció para que
no subieran, dos niños con ¡¡BICI!!, señora descoordinadora, perdón
coordinadora, ¿ Donde iban a meter los niños las bicis durante el viaje?
Y al último que convenció fue a un chico un pelín " despistado" que
se subió al bus y le dijimos que el show duraba dos horas y que no
conocíamos a los niños de los otros pueblos, entonces se bajó del bus y se
despidió de nosotros con un " a la mierda".
La siguiente aventura se llamó "autobús
atascado en cuatro calle de Benamocarra" también literal. De camino al
siguiente pueblo, Almarcha, Diego, el conductor, decidió tirar por la
circunvalación, para acortar camino y acabamos, porque los del pueblo se
explicaron mal, en plena Benamocarra entre cuatro calles son poder mover el
bus.
Menos mal que entre una señora, su hija,su yerno y
otro señor que ayudó a quitar los coches que molestaban, conseguimos
salir, pero estuvimos cerca de una hora encerrados. Juan y yo dando
vuelta por el pueblo con el vestuario puesto, intentado buscar alguna solución.
Y en mi cabeza la idea de: " ¿Como saldremos de aqui y a qué hora? ".
Al final con una hora de retraso y sin avisar a los
pueblos, porque a la coordinadora no se le ocurrió llamar al pueblo a donde íbamos.
Hasta que yo se lo dije y con mucho retraso llegamos a Almarcha.
Y la última
aventura fue, actuar con un autobús parado. Debido a las curvas y las
carreteras tan difíciles de esa zona, Diego nos recomendó, previa autorización de su jefe, volver
a Almachar y hacer el show completo, parados en un aparcamiento.
Menos
mal, porque con tanta curva, hubiéramos acabado muertos, pero fue un pase muy
frio, frio porque el bus estaba parado, frio porque solo teníamos lleno la
mitad del bus y se perdía mucho juego, frio porque la coordinadora no paraba de
darnos instrucciones durante el show, frio porque una señora se movía cada dos
segundo para cambiarse de sitio, fría porque yo estaba deseando acabar de una
vez, se me hizo largo y pesado y fría porque el público no era el que tenía que
ser.
Menos
mal que había una niña de unos 13 años, que estaba encantada con el show, no
perdía detalle y cada frase nos miraba con los ojos muy abierto y una enorme
sonrisa y dos pequeños que se sentaron al final que hicieron de caballero y que
eran un encanto, al igual que sus padres, pero el resto fue un público muy difícil.
Al
acabar y en el trayecto para dejar a los del pueblo de El Borge, nos sentamos
con Diego, pero desde la cabina oímos decir, a una mujer del pueblo, que le comentaba al
responsable de la Junta y del proyecto, que había vivido una experiencia
inolvidable, por tanto, perfecto, buen trabajo.
Por
cierto, Juan no pudo lucirse como debía, con lo guapo que iba ya que, me pasé
todo el viaje de ida remendando su ropa, que estaba fatal.
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