domingo, 3 de mayo de 2015

LAS FAJARDO EN ACCIÓN. PREVIO A LA ANIMACIÓN.



El  madrugón fue de los de verdad, a las siete de la mañana estaba en pie y cuando digo en pie, es en pie, porque el bus salía a las ocho y no podía perderlo. Así que el tiempo estaba realmente limitado. Al final llegué muy pronto a la estación.
El viaje se me hizo muy corto, charlando con José, un profesor de filosofía que me tocó en el asiento de al lado.
Tras llegar a Motril, cogí el bus hacía la playa. Donde un conductor, parco en palabra y en amabilidad, me dio una explicación que ni el mismo entendió.
 Monté  en el bus, por cierto, el más limpio del mundo, creo que en el viaje anterior llevaron ganado.
Llegué a mí parada por propia intuición, porque por las explicaciones de este amable hombre… Me dijo  algo que sonaba como... “ breguargen bburemalgewsad”.
Nada más bajar me esperaba una Alba sonriente moviendo los brazos, con un globo verde en las manos y  desde allí todo fue ya paz y tranquilidad.
Tras saludar a la copia de Alba, su madre, que se convirtió en una estupenda anfitriona, contándome cosas del pueblo, su historia, curiosidades, el cuento de Caperucita Roja Cateta, o las frases míticas como  : “ Habrá cogido el autobús para Murcia”, nos fuimos al restaurante de la animación y comenzamos a montar las torres de globos.
El trabajo fue muy ameno, Alba y yo contándonos nuestras cosas, que no fueron muchas porque me pasé casi todo el rato, con la boca ocupada inflando globos. Lo que si debo decir es que Vero, la encargada del restaurante, nos trató estupendamente y esto no va con ironía.
Tras dejarlo todo preparado, almorzamos en un restaurante, donde entré en congelación, tanto hablarme de calor y me iba a morir de frio. Comimos con el camarero más rápido, eficaz, y atento del mundo…Después heladito y este sí que estaba bueno, ummm y mejor compañía.
Allí Alba me dijo algo sobre su madre y la nombro como “mamá  y reaccionó diciendo, “Da igual si ya  eres de la familia”, pues así me sentí con las Fajardo, como parte de su familia.
Tras eso empezó una autentica película de terror. Nos cambiábamos en un almacén con las paredes perforadas y  los chavales de la comunión nos vieron. Alba no quería que nos vieran hasta que empezara la animación y aquello fue un infierno, ellos pidiendo que saliéramos, Alba sujetando la puerta que se abría sola y Marta y yo escondidos tras una nevera.
Oíamos frases como: “Son reales”, “Yo los he visto”, “Hay personas”, “Por favor, hablarnos”, “Vámonos no hay nadie”, “¿Serán fantasmas?”.
El tiempo pasaba, la animación debía empezar, pero no podíamos cambiarnos. La cara de Alba cambiaba de la ilusión al miedo, y yo pensaba que nos esperaban unas horas reguleras.
Gracias a la intervención de un papa, pudimos cambiarnos, entramos por las cocinas y esperamos para entrar.
Yo estaba desganado y a Alba le temblaban las piernas, pero al final hicimos la mejor animación que yo he vivido en mi vida. En la siguiente entrada os la explico.

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