miércoles, 15 de junio de 2022

CENANDO O MERENDANDO CON CARLOS IV.


Hay una seña de identidad, que es muy representativa de Saborearte, esta nada tiene que ver ni con el estilo de teatro que hacen, ni con los componentes, ni con su filosofía, ni con nada, y son, los imprevistos. Por muy organizado y programado que esté todo, que para eso Raúl, su productor, es un monstruo, siempre puede y suelen ocurrir imprevistos, que hacen que todo deba ser modificado al instante. Eso sí, también es seña de identidad del grupo la alta capacidad de reacción y adaptación.

El jueves 15 de junio del 2022, fue el día elegido para el ensayo in situ de Las cenas de las emociones en el Hotel IPV Palacio & SPA.

Todo estaba programado. Nos esperaban a las 17:30h. Dipi y Chiara, me recogían a las 17:00 h, a Lila 5 minutos después y de ahí nos íbamos a Fuengirola al hotel. 

Pues bien, yo llegué con 2 minutos de retraso al lugar de la cita, el Banco Santander que hay frente a El Corte Inglés, avisé al grupo de mi retraso y fue cuando ocurrió el imprevisto: Dipi me informaba que aún estaban en casa pues su coche no arrancaba, no hacía nada. La batería a se le vino abajo.  

Se hicieron miles de planes alternativos, pero el que ganó fue el siguiente. Elena vendría con su coche desde Benalmádena, recogería a Dipi y a  Chiara en su casa y posteriormente a Lila y a mí en El Corte Inglés. De ahí nos iríamos a Fuengirola.  

El plan alternativo se llevó a cabo a la perfección, todo salió a pedir de boca, pero llegamos al hotel pasadas las 18:00h.

El retraso no fue una catástrofe, pues en el hotel tampoco nos esperaba nadie con mucha expectación. Nos acercamos al personal de recepción, estos nos dijeron cual era el salón donde se celebraría la cena, nos indicaron como llegar y allí que nos fuimos. 

Entramos al salón, enorme, muy, pero que muy vintage, a mí me encantó porque todo lo añejo me gusta, pero parecía que estabas en Toledo o en Versalles. Un cuadro de Carlos IV que ocupaba toda una pared, un tapiz inmenso, unos ventanales enormes. Repito, todo muy vintage.

A mis compis lo que le llamó enormemente la atención, fue la gran moqueta celeste. Fue entrar y todos al unísono se descalzaron, menos yo, claro. A mí lo que me llamó poderosamente la atención fue la calor tan sofocante que hacía en dicho lugar.

Raúl venía de trabajar, con lo cual llegaría más tarde, junto con Pablo, pero al final llegamos casi todos a la vez.

Nada más llegar fue coger mesas de la habitación contigua, 5 concretamente, y ponerlas en el salón para que tuviéramos el espacio limitado como el día de la actuación. Yo lo vi innecesario, puesto que más o menos podríamos imaginarlo sin necesidad de trasladar, abrir y colocar esas mesas tan enormes y pesadas. 

Pero también debo decir, que como quitando a Elena, Raúl y un servidor la media de edad del grupo no sobrepasa los 28, decidí hacerme el tonto ir de la estrella consagrada y no mover ni un clavo. Ya no tengo edad.

Lo siguiente que hizo fue, pedir que nos pusieran el aire acondicionado y nos trajo agüita fresquita. 

Colocadas las mesas, esperamos que Pablo pusiera el reducido equipo de sonido que traía y se sentó junto a Elena, ( en plan directora en casting o profesora de OT, como ella misma se autodenominó) Una vez todo montado y tras coger 2 sillas como atrezo, empezamos.

Me sentí muy bien. No estuve nervioso en ningún momento, tengo esta pieza tan dominada que hice todo tal cual estaba planteado o programado en mi cabeza. 

Es cierto que en la primera escena me comí una frase y un trocito, pero como ya digo esta obra la llevo tan controlada que ni se notó y seguimos. 

Lo que sí comprobé es que se habían marcado posiciones que nos hacía que estuviéramos actuando, constantemente, de espalda al público y sugerí hacerlo de otra forma. Cada x tiempo me volvía para intentar siempre favorecer al público. No nos ven pero debemos preocuparnos de que nos oigan a la perfección. 

Todo se fue desarrollando bien, en las escenas que no salía me sentaba en el suelo, en un rincón bajo la atenta mirada de Carlos IV y dejaba el tiempo pasar. En otras condiciones hubiera estado metiendo baza, pues noté realmente muy sorprendido, que las escenas donde yo no salía, las cuales nunca vi ensayar, estaban mucho más verde, pero exageradamente más verde en cuanto a ritmo, texto, entonación o interpretación que las otras, pero preferí estar solo y apartado. 

Hice un esfuerzo para estar en el texto y en el personaje cuando me tocaba, pero el resto de la tarde me sentía como el protagonista de Ghost, todo pasaba por medio sin ninguna afectación, las cosas pasaban a mi alrededor, pero yo me sentía como acartonado, nada me afectaba, pasaba por mí, pero no me producía sentimientos. 

Además de las escenas, se repasaron las músicas, se ponía el principio y el final de cada canción. Era la primera vez que oía música desde el domingo, no me apetecía nada, era algo como que me aturdía, me parecía ruido. La música me sacaba de ese lugar insensible donde quería estar.

Fue una tarde muy larga, 3 horas de ensayo, pero en la que no perdimos ni un minuto de tiempo. No dejamos de trabajar en ningún momento. Sobre las 21:00 h, nos fuimos a casa. Fue extraño volver a la vida "normal".


 





2 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Pues ese día nada, pero para otros días, por ejemplo el día de la función, este estaba como nuevo.

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