sábado, 2 de julio de 2016

MI ENCUENTRO EN SOLEDAD CON RAFAEL.



Aquí está el Señor Echevarría en su magnífico y preciado paseo de las palmeras, escribiendo con el móvil y sentado en las escaleras de unos baños de minusválidos.

Son las 21:40, hace diez mi-
nutos que empe-
zó el pri-
mero de los tres pases, y según las cuentas que he realizado con mis compa-
ñeros aun me quedan a mí, más de cincuenta minutos para empezar.

Ahora mientras escribo, está subiéndome el pavo y me estoy poniendo nervioso, pero más que nada es por la responsabilidad, de que todo cuadre y que no sea yo, el nuevo, el culpable de desorganizar todo este engranaje cuadrado meticulosamente.  

Temo que alguno del público vea, donde está escondida mi bolsa del Día con mi agua, que venga alguno de los jefes y no le guste o que alguno del publico pille que mi acento vasco es falso y diga: " esto es un quiero y no puedo porque el acento se le va y se le viene.".

Antes de estar aquí he ido a dejar mi mochila y mis pertenencias, junto a Rebeca, a la casa museo, donde nos esperaba Alicia, actriz que representa a Amalia Heredia.

Debo aclarar que no soy vidente, ni brujo, ni hablo con el más allá, ni siento presencias, ni energías, ni nada de nada. Pero al entrar en la casa, ósea, mi casa, la de mi personaje, me ha recorrido una gran emoción. Pensar que allí vivió ese hombre con el que he estado trabajando y codeándome tantos días.

A partir de ahí ha comenzado mi encuentro en soledad, pero no solo, porque iba con Rafael. Me fui a pasear por las estancias de la casa, lo necesitaba.

Me he emo-
cionado, sentía respon-
sabilidad, al verme ya vestido, pensaba: " este hom-
bre ha estado aquí, ha dormido aquí, ha reído, ha sufrido, ha amado y ahora yo lo represento: Me he me-
tido en su casa, en su vida, en su intimi-
dad, sin su permi-
so". Pensé: " ¿Él sentiría como yo? ¿Estaría orgulloso de lo que hago, se enfadaría?". Mirando los muebles y habitaciones, como el patio que he visto mil y una vez en fotos, le dije a él o a quien fuera, que me perdonara, que lo hacía como un homenaje a él y con todo mi cariño, que yo no sabía cómo él era, pero por las fotos se le ve un hombre noble y bonachón y esa va a ser la impresión que yo quiero que el público se lleve de mi personaje, que era un buen tío y que le cojan cariño.

Salí de allí cargado de energía y de fuerza, me despedí de mis amigos, sentados en la puerta del palacio y me fui a mi lugar de actuación, de nuevo solo.

Iba lento, mirando cada planta, cada cascada, cada estanque, aquello es precioso, pero iba de nuevo preguntán-
dome: " ¿Cuándo paseaba  Rafael por aquí, qué pensaría?" Comencé a calentar el personaje, andando como él, jugando a que yo era él, la ropa y el ambiente acompañaba, solo me descolocaba la bolsa del "Día".

El paseo ha sido maravilloso, hasta me parecía verlo venir por esos pasillos copado de plantas, tal  cual lo he visto en las fotos, intentaba imitarlo y sentirme él. El paseo ha sido muy enriquecedor como actor.

Al llegar a mi lugar he hecho un pase, no completo, de calentamiento y luego he estado de charla con mi compañero Daniel.

Bueno acaban de dar las diez, me queda poco, me daré un paseo más, calentaré y a  comérmelos a todos.

No sé cómo será un parto para una mujer, pero para el padre, cuando se quedaban fuera,  me lo estoy imaginando. Poco puede diferenciarse a esto.

Son las diez y media, sigo esperando, no oigo nada, solo el ruido de los pájaros y animales, no viene nadie, no sé  nada, ¿Todo va bien o mal?, no sé, nadie me informa. Tanto tiempo de espera, quiero dar a luz ya, ver la cara de mi niño, o sea, realizar mi Echevarría de una vez, pero no depende de mí, depende de otros y no sé qué pasa.  O sea, la mamá sufre en el paritorio pero el que está fuera cargado de incertidumbre también lo hace, porque no sabe, pues así me siento.

Dejo de escribir vuelvo a pasear. ¡QUIERO EMPEZAR!.




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