jueves, 20 de agosto de 2020

JORNADAS CAMPILLERAS: NOS VAMOS A CAMPILLOS, POR PRIMERA VEZ.


Para mí es muy importante la primera impresión que me llevo de un lugar y según como sea esta, así me sentiré después de a gusto en dicho lugar, y la que me llevé de Campillos fue maravillosa.

No sólo fue buena por lo bello que vi, sino también por la sorpresa. Os cuento, íbamos por un campo seco, marrón, parecía que íbamos por la Mancha, cuando de pronto doblamos una curva y sin esperarlo, entramos a un paseo lleno de casas señoriales con setos y jardines. Las casas eran similares a la del barrio donde vivían los personajes de La dama y el vagabundo.

Y mi reacción fue la de:"Guau pedazo de casas que hay en Campillos" y mi compañera me contestó: "Eso mismo dije yo cuando entré ayer".

De pronto, de la nada, pasamos a un pueblo señorial, Campillos.

Tras esas casas, llegamos a una alameda preciosa, doblamos la primera a la derecha y nos dijo mi compañera María: "Ya estamos aquí". Ya habíamos llegado, ella sabía el sitio porque había ido ya el día anterior.

Y así de fácil acabábamos un viaje de unos 45 minutos que nos llevó de Málaga a Campillos. Era el jueves 6 de agosto de 2020, y era nuestro primer día de festival en dicho lugar.

Álvaro y yo, nos fuimos en el coche de María, yo llegué puntual al punto de partida, pero la chica había cambiado el sitio de la quedada, me lie y llegué como 6 minutos tarde.

Ya me esperaban ella y Álvaro, cargamos el maletero y emprendimos el camino.

Por cierto, el camino fue muy tranquilo. No soy muy fans de viajar, pero iba muy tranquilito y con muchas ganas de llegar y empezar con el teatro.

Es verdad que tenía muchas esperanzas y en mi cabeza, y según fotos que vi en Internet de años anteriores, me había imaginado el escenario en unas condiciones, María que ya se había estrenado en el festival el día anterior, me dijo que todo era muy oscuro y complicado y nada tenía que ver con mi expectativa. Eso me descolocó un poco pero tampoco mucho, y seguí disfrutando del camino. Por cierto, las vistas de unos lagos hasta llegar a nuestro destino eran preciosas y luego el escenario no era tan catastrófico como dijo la compi.

En la pieza C’ste la vie, necesitaba un montón de vestuario y atrezo, y por ello mi padre, por la siempre intermediación de mi madre, me llevó en coche al lugar de la cita. Era un lugar cercano a casa, solo nos separaba una gran cuesta, pero una cuesta a las 16:00, en agosto, a 40 grados, cargado y recién comido, no era plato de buen gusto, por tanto, fue de gran ayuda que me acercarán y algo que agradecí mucho.




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