domingo, 14 de mayo de 2023

LA SARITA DE LAS EMOCIONES.

 

Volví mi cabeza pensando : " Ufff, ahora viene algún cargo importante del hotel, pues nada a parar lo que estoy haciendo y ser cordial, amable , protocolario y luego a seguir".

Puse mi sonrisa de anuncio de dentífrico, pero me fijé bien y salí corriendo, gritando y con los brazos abiertos, lleno de emoción y alegría. 

¡¡¡ Era Sarita, mi Sarita!!!. Qué ilusión me hizo verla, qué felicidad. Qué detalle tuvo que ir hasta allí a visitarnos. Con lo que me costó ponerme de acuerdo con ella, apareció de pronto.

Es mi compañera de la ESAD. Esa niñata joven que un principio me caía mal por su silencio y su juventud, que luego se convirtió en compañera, para después pasar a ser confidente, amiga especial, más tarde amiga de palmeras de chocolate y ahora amiga de verdad. De las de siempre. Te quiero Sarita.

No paramos de hablar, de reír, de comentar. 

Fue muy curioso porque ella con su cuerpo tan menudillo estaba un poco encogida como saturada,  ante lo que estaba viviendo. Nos tenía a Elena y mí, a su alrededor, cada uno a un lado, gritando de felicidad, de admiración y haciéndole miles de preguntas. Éramos como 2 fans frikis ante su estrella favorita.

Por falta de tiempo  y porque Elena habla como un sacamuelas no pudimos tener una de esas conversaciones que a nosotros nos gusta. Fue una conversación breve y un poco trivial, pero yo con observarla tenía bastante.

La veía igual que siempre, delgada, pequeñita, con su pelo rizado y su misma cara, pero no era la misma, era otra. Ahora era una mujer, tenía como un pozo de madurez, una estabilidad en sus movimientos y en su forma de hablar que me dejó boquiabierto.

No se me iba de la cabeza esa frase que escribió en Facebook recién llegada allí : " Madrid es muy grande y yo muy pequeña. Espero que no me coma".

Y cuando la despedimos se fue andando por la Gran Vía entre la multitud como si se tratara de la calle más pequeña de Algodonales su pueblo. Ha conseguido una vida estable y un trabajo fijo ganado con su esfuerzo. Me sentí orgulloso de ella. 

De pronto aparecieron mis compañeros de elenco, nos pillaron hablando de la ESAD y me encantó ver como ella se enfrascó en una conversación sobre el tema con Lila, mis dos grandes diosas haciéndose amigas y teniendo puntos en común. Se me caía la baba.

Eran ya cerca de las 20:00 horas, en media hora debíamos estar listos, por tanto me vi obligado a decirle a Sarita que debía marcharme pero que en un momento volvería. Me fui al baño.

El baño público del hotel que hay junto al gimnasio, casi desierto. Allí procedí a maquillarme y vestirme, mientras a voces repasaba el textos con las chicas. Ellas desde su baño y yo en el mío, pero que al final acabamos Lila y yo en el mío ensayando más detalladamente.

Ya vestido, volví con la pequeña gran mujer, Sarita, esta ya debía marcharse y yo, ya vestido de Víctor Ferrara salí junto a Elena a despedirla.

Fue en ese momento cuando Elena me hizo unas fotos en la Gran Vía, luego se las hice yo. Fotos que han complementado todas estas entradas. 

Lo pasé muy guay posando para Elena en dicha calle cultural, ahora no estaba nervioso, me sentía el amo del mundo.

Elena se marchó porque ya estaban llegando los comensales, pero yo me escapé por unos minutos para vivir unos de los momentos más bonitos del viaje y fue el hacer una videollamada con mis padres y enseñarles en directo, la Gran Vía.

Fue especial porque ellos siempre fueron unos grandes amantes de Madrid y en segundo lugar porque estaban viendo a su hijo listo para actuar en ese lugar donde vieron tanto teatro.

Ya era la hora, así que bajé al comedor había que calentar y actuar.


 




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